“No éramos ni ladrones, ni criminales, ni bandoleros. No lo olvides nunca. Luchábamos contra una dictadura fascista”. Elena Moya, “La maestra republicana”.

 No descubre nada nuevo Bárcenas al decirle a un capo que política y mafia son lo mismo; tampoco creo que el capo lo ignorase. Desde que Sam Giancana, jefe de la mafia, (el señor de la foto) “apoyase” decididamente la elección del presidente Kennedy, las relaciones entre ambas son conocidas.

 La frase es ciertamente burlona y con guasa; pero no deja de tener cierta razón el que así habla.

 Me apropio del título de la novela de Tom Sharpe a sabiendas de que a él ya nada le importa y de que a sus herederos legales supongo que tampoco, máxime cuando recomiendo a mis paisanos su lectura para reír a carcajadas, que nos hace falta.

 
Ya sé que lo que dijo, dicen, Jesús es que “siempre habrá pobres entre vosotros”, con la misma naturalidad con la que el alcalde del PP de un pueblo, afirmó que “toda la vida ha habido gente que ha pasado hambre”.

 Supongo que la diferencia, la única diferencia, entre el dolor de una madre judía y el de una musulmana ante el dolor por un hijo muerto es el nombre distinto del dios al que rezan y el idioma en el que lo hacen.

 Mientras el heredero decía que aquí cabemos todos, la policía obligaba a quienes portaban banderas, insignias o cualquier cosa con la bandera republicana a dejar de mostrarla. Lo que no se ve, no existe.

 Como sé que esta carta la va a leer mucha gente, toda la gente que te quiere, aprovecho, y sé que no te importará, para recordar que la furgoneta sigue sin estar preparada para que todos puedan usarla para los viajes y que toda colaboración es bienvenida.

 Afortunadamente soy lo bastante inteligente como para ser consciente de mis limitaciones intelectuales.