Después de observar con algún detenimiento la realidad y dedicarle alguna reflexión he llegado a la conclusión lamentable de que aquí sobramos todos.
También a mi, como a todos los niños, me han preguntado esa estupidez y, supongo que, como todos los niños, contestaba lo primero que se me ocurría.
Estimada señora Caballero: Ante todo decirle que me dirijo a usted con el tratamiento usual que empleo para la gente a la que respeto y admiro profundamente, de usted; en algunos casos, pocos, antepongo el don, como en el caso de Don Mario Benedetti, Don José Saramago, Don Marcos Ana, o Don José Luis Sampedro.
Se afirma que todas las ideas son respetables, cosa con lo cual no estoy de acuerdo en absoluto; no creo que las ideas sostenidas por el Partido Nacional Socialista Alemán de los años treinta sean dignas de respeto sino del más absoluto repudio.
Queridos votantes del PP: Espero que al recibo de esta disfrutéis de buena salud, máxime si moráis en zonas de gobierno autonómico popular bastante proclives a las privatizaciones sanitarias.
Pienso que lo mejor de las vacaciones, para quienes pueden disfrutar de ellas, es el regreso, el reencuentro con las cosas cotidianas que conforman el día a día. Y, por supuesto, contarlas o compartirlas en las redes sociales.
Reconozco que el titular de esta mirada es algo peculiar, pero todos hemos aprendido a leer y escribir con la susodicha frase, que, por otra parte, es una verdad casi universal.
En los momentos de bonanza económica (esos paréntesis entre dos crisis) se suele producir el fenómeno de la eclosión de lo que el pueblo, con ese sentido de la precisión lingüística que lo caracteriza, ha dado en llamar “piojos revividos”. Para definir a esta especie acudo a la definición de una buen amiga, Ana Belén Jiménez Rojas, que en su diccionario jameño los ha definido con quirúrgica precisión: “Diccionario jameño de Josefa Rojas. Today: "Piojo revivío".
Entre los muchos personajes y personajillos que habitan en nuestra geografía existe el que podríamos clasificar como malfondinga prepotentis y que casi toda la gente sencilla ha tenido que sufrir alguna vez.
Aplicase en nuestro solar patrio la expresión “chorizo” al ratero de poca monta, y, por extensión a toda persona cuyos ingresos se obtienen de forma de dudosa legalidad.
El primer sueldo que cobré en mi vida fue de 1840 pesetas de las de 1977, como aprendiz en un taller de troquelado de Barcelona; era el salario de una semana de 46 horas trabajadas; mu ultima nómina, ya en Alhama fue de algo más de 800 euros, por, creo, 28 días de trabajo con jornadas de 8 horas.