Se llama Merceditas. Es la hija de Frasco y de Teresa. Solo tiene once años y hoy ya no va a la escuela. Camina calle arriba con un cesto en la mano y un niñito rechoncho en la cadera.
Llenadlo de simples alegrías, de sonrisas limpias, de miradas con ojos brillantes. De abrazos porque sí, porque nos da la gana porque nada ni nadie nos lo manda.
Y embebido en estos recuerdos he caminado, he caminado…. Y apenas he encontrado alguna sombra donde resguardarme un poco de este sol que parece no haberse enterado de que el otoño llegó hace muchos días.
Como un inmenso cuaderno queda pautada la tierra, esperando la simiente que esparza con mano diestra, paso a paso, el sembrador: es tiempo de sementera.
La voz que nos informa, las leyes que nos rigen, la dieta alimenticia, la moda en el vestir, todo lo mueven poderosas manos que, con fines perversos, deciden nuestra forma de vivir.