Como estoy falto de toda educación universitaria y, por tanto, carezco de ningún máster en Filosofía por la Universidad Rey Juan Carlos, me veo obligado a tratar temas menores.
Me sobresalto tras la lectura de la prensa que me informa de que las redes sociales trapichean con mis datos.
Pero tampoco Arthur Miller, por supuesto.

“Es agradecida Alhama con sus hijos y lo es desde la persona de más edad, hasta ese niño sentado en los hombros para no perder ni un detalle de ese acto que seguramente no entienda, pero del cual tal vez en años venideros sea protagonista”.

Y junto con el rotativo madrileño, solos se quedan los Blasillos, las Blasas, Vicente y Concha, los funcionarios, las mazizorras de increíbles muslámenes…

Como en otras cosas en la vida llego tarde, esta es una mirada que tenía que haber publicado hace mucho tiempo.

Me dirijo a usted para solicitar su amable colaboración para con nuestros investigadores Erickson Maajharonen y Eiman Pollalisentz, antropólogos de amplio prestigio universal que han decidido estudiar los aspectos más antropológicamente interesantes de esa gran fiesta popular que es al Carnaval de Alhama, una de las pocas realmente tradicionales que quedan en esa parte del sur de Europa.

Supongo que los lectores que ronden mi edad, o la sobrepasen, recordarán cuando había que ir al colegio los sábados.

Lo dicen las estadísticas, cada vez somos menos y, me temo, que más viejos, Alhama pierde población.