La devoción puede resultar peligrosa

 La ermita de Los Ángeles a punto de un desastre al arrojar velas encendidas a su interior.


 No es la primera vez que ocurre, es más, ocurre con demasiada frecuencia, y es que hay devotos que arrojan velas encendidas al interior de la ermita de Los Ángeles desde la pequeña ventana de la puerta, y en alguna ocasión, como el caso que nos ocupa de este mismo fin de semana pasado, ha estado a punto de provocar un incendio.

 La persona encargada de esta ermita quisiera recordar a todos los interesado en ofrecer velas en el recito que pueden echarlas por la ventana, pero apagadas, con la seguridad que se encenderán y cumplirán su función en los sitios destinados a este fin, sin que pueda ocurrir un desastre o se produzcan peligros innecesarios.

 
 

 
La ermita de Los Ángeles, en el camino del mismo nombre
 
 Su origen fechado en el año 1500 cuenta con una preciosa leyenda que ha ido pasando de generación en generación. A mediados del siglo XIX el entonces párroco Federico Antonio Sánchez de Gálvez la recogió junto a otras leyendas marianas que fueron recuperadas por Salvador Raya Retamero.

Publicado el 02/08/2007.- La ermita de los Ángeles tiene para los alhameños un encanto especial. Su localización en un espacio difícil de describir con palabras. Una leyenda, la del Salto del Caballo, que todavía produce asombro a la mayoría de las personas que incrédulas observan sobre la roca las marcas de las herrduras. Han pasado muchos años pero todavía parece que lo estoy viendo. Me refiero al profundo respeto de los agricultores que a lomos de sus mulos se dirigián a sus viñas y cuando pasaban por delante se descubrían la cabeza para acto seguido proceder a persignarse, cuando no desmontaban para dedicarle unas plegarias por entre la ventanitas divididas en cuatro por un enrejado en forma de cruz. Debido a algunos actos vandálicos esta puerta de madera fue sustituida hace unos años por otra metálica, al tiempo que se restauró el letrero de la fahada que hasta entonces era prácticamente ilegible y en el que ahora se puede ver el siguiente texto. "AÑO 1500 - NO PASES ALMA MIA SIN SALUDAR A MARÍA. NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES. RESTAURADA EN 1888". También las de muchas personas que transitaban a pie por el más bello de los caminos que se paraban para echar unas pesetas por una rendija abierta en la puerta ex profeso y así ayudar a su mantenimiento que en los últimos aos lleva a cabo la familia de Teresa La Poncha.

Al menos en dos ocasiones el historiador alhameño Salvador Raya Retamero ha reproducido las leyendas marianas. Una de ellas fue una reproducción fácsimil del libro del abogado, arcipreste y párroco propio de Alhama de Granada, Federico Antonio Sánchez de Gálvez, publicado en 1864 y en su obra "Historia leyenda y sociedad en la Alhama decimonónica (Proyecto Sur, 1997) de donde hemos extraído la leyenda de Nuestra Señora de los Ángeles que ocupa las páginas 149 y 150 y va ilustrada con tres imágenes: la herradura en la roca, la fachada exterior de la ermita y el altar mayor con la imagen de la Virgen. Dice así:
 

  "Corría el año de gracia de 1500. Era una tarde fresca por las brisas que producen las crestas que circundan el valle de la Alcaicería, donde aún se alza severa y majestuosa la cruz erigida por doña Beatriz Carvajal y Obregón a la memoria de su malogrado doncel, muerto villanamente en la noche del 1º de noviembre de 1607.

  El pueblo de Alhama iba a la iglesia mayor para ganar el jubileo de la Porciúncula, visitando la capilla del mendigo de Asís, porque era el 2 de agosto solemne aniversario del descenso de Nuestra Señora en medio de innumerables espíritus a bendecir el célebre capítulo de las esteras. Un señor de alta alcurnia, según revelaba su apuesto continente, venía por la huerta llamada hoy del Cañón, cuando un movimiento producido quizá por algún reptil en los parajes del camino, espantó al alazán que, roto el freno, partió a todo galope; salióse del camino, tomó por la derecha, y, ciego, se precipitó por un lado sobre el Marchant en el tajo cortado a la altura de más de ochenta metros.

 La caída era mortal. El jinete así debió conocerlo y, al cruzar por el vacío, diz que se encomendó a Nuestra Señora -cuya solemnidad se celebraba-, rogándola por que al menos le diese tiempo a disponerse como cristiano para morir, cual sus mayores.

  La Señora lo hubo de oír: el devoto dio un golpe atroz sobre una roca, que hizo trizas el caballo, y arrojó al caballero a cien pasos del siniestro, al pie del tajo. El susto y la contusión le privaron el sentido. Cuando volvió en sí, miró al frente con avidez y vio lo que ninguno antes de él: una imagen de Nuestra Madre en la cavidad de una roca. Puesto de hinojos ante ella, confesó que la vio en su síncope, que le dijo había escuchado su súplica, que le restaban tres días de vida, que le edificase un altar en aquel sitio, sacándola de su antiguo escondrijo.

 Un pueblo inmenso escuchó absorto la relación del caballero, que se dispuso a morir; dejó sumas cuantiosas que tenía en Málaga, de donde él era, para la erección de la capilla, encomendando al señor vicario eclesiástico y al señor corregidor la ejecución de su última y solemne voluntad. Finido el plazo, el caballero pasó a mejor vida. Al año siguiente una función religiosa se celebraba para colocar la imagen de Nuestra Señora de los Angeles en su nuevo albergue; al día siguiente se cantó un Réquiem por el alma del ilustre y piadoso viajero y se colocó una cruz en el sitio de la catástrofe, que todavía el viajero saluda al pasar, y se conoce con el nombre de "Salto del Caballo".

 Años atrás un general falleció en el baño termal de esta ciudad y fue sepultado detrás de la efigie de Nuestra Madre. Alguna vez ha sido llevada en procesión a la iglesia mayor, para hacer el mes de mayo. Como está al paso del camino de la Hoz, todo transeúnte saluda la ermita, besa su pórtico, deposita allí su óbolo y se encomienda a la Señora. Un piadoso matrimonio legó algunas tierras a la ermita que, como otras, han sido enajenadas por el Estado. Aunque no vive allí el ermitaño, nunca falta una luz frente al altar de la Señora, que en la noche oscura es o un faro para el que viaja, o el ojo avizor de la Madre de la justicia que aterra al criminal, o defiende al inofensivo transeúnte. Tal es la crónica que se cuenta de Nuestra Señora de los Ángeles".