Andrés Cárdenas entrevista a nuestro pisano Salvador Raya Retamero, profesor de Historia, para Granada Hoy.
Salvador Raya Retamero ha dedicado casi diez años en escribir la biografía crítica ‘García Lorca. Misterio, mito y realidad’, dos volúmenes con casi dos mil páginas. Afirma que hay aún muchas cosas sin conocer de Federico García Lorca. Salvador Raya, nacido en Alhama de Granada, es profesor de Historia en un instituto malagueño y es autor de numerosos ensayos sobre su tierra natal y editor de una revista sobre Andalucía.
Pregunta.–Su biografía de Lorca tiene casi dos mil páginas. ¿Era necesario?
Respuesta.–Cuando se trata de desentrañar un tema desde un punto de vista histórico, no se puede escatimar espacio. En temas tan opacos como el de Federico, la investigación está obligada a escudriñar hasta la última futesa y separar la historia del deseo y de la fantasía, de la leyenda, del mito… Por ser García Lorca uno de los personajes más representativos de la Literatura Española, no debe haber opacidad.
P.–¿Qué hay de misterio en Lorca?
R.–El enigma y las preguntas sin respuesta impregna la generalidad de su vida: ¿Cómo un pésimo estudiante de bachillerato, con una deficiente ortografía y deficientes construcciones gramaticales se eleva a la cumbre de la literatura? Fue un miembro del 27, que nunca terminó ninguna de las dos licenciaturas que dijo terminar, pero del único que llegan hasta hoy los ecos de sus conferencias de entre los de su generación. Hay misterio en la bilocación o estar en dos sitios a la vez en marzo de 1929. Y por el tratamiento del infanticidio como recurso literario…
P.–¿Y qué hay de mito?
R.–Los tres paradigmas del mito en Federico: perfil triunfador, anti catolicismo e izquierdismo. La mitificación de su figura invade el mito familiar, de posición social, de España y Andalucía, el pasado medieval, el mito de Granada y la Alpujarra, el mito oriental, el mito judío, el mito gitano, el mito de una sociedad intolerante, el mito del compromiso con los que sufren…
P.–Y ya nos falta saber qué hay de realidad.
R.–Realidad es el silencio de los documentos perdidos como la Causa 630 de 1940, ni buscada ni reclamada; la desconcertante responsabilidad de los padres en la ocultación del cadáver, o la misma responsabilidad de Fernando de los Ríos que reconoció en dos ocasiones saber dónde se encontraba el cuerpo. Francisco Ayala lo calificó como “Doctor en ciencia infusa”. Pablo Neruda lo llamó “vedette”. Y su amigo Cerón lo reconoció como “campesino algunas veces (…) con aires de gitano intelectual (…) algunas veces taciturno (…) No demasiado culto…” Y realidad también cuando su madre lo calificó de idiota y de tonto. Sin olvidar su clasificación como inútil total, que lo libró de la mili, o las calificaciones de pedófilo de sus amigos Dalí y Buñuel. Todo eso hay que decirlo.
P.–¿Tan complejo era?
R.–No. Era un joven de tantos en su vida familiar, personal, social... Lo señalamos como hijo modélico, por lo que propongo algunas cartas de Federico a sus padres como lectura para jóvenes. Se inspiró en destacados y reconocidos antecesores. Borges lo calificó como “magnífico imitador y andaluz de oficio”. Su inspiración abarcó desde Pidal hasta Falla; y desde Gabriel y Galán a Benavente… Los parámetros de La Barraca fueron tomados de la idea de Arturo Soria.
P.–¿Qué cree que aporta de nuevo su investigación?
R.–Una llamada de atención a la generalidad de aspectos que se nos dieron sin contrastar, que hicieron desfilar al mundo entero por Víznar desde 1955 y no antes, salvo precisamente los padres de Federico. Un elenco de preguntas críticas sobre él no supeditado a entidad, idealización hagiográfica o determinismo.
P.–¿Cree usted que su extenso estudio molestará a otros investigadores?
R.–Desde un punto de vista científico, como ha sido mi objetivo, no ha lugar. El método histórico seguido es sistemático y lógico en la adquisición de información y probar planteamientos, método basado en la observación y análisis de tesis tradicionales del tema para alcanzar conclusiones válidas o replicar formulaciones anteriores.
P.–Se ha dicho que Lorca estaba muy censurado.
R.–Es mentira. En el currículo escolar de Primaria de los 60 lo encontramos. Marisol cantaba a Federico en TVE, en 1969. En 1962 se estrenaba en Madrid una obra de García Lorca. Hasta ahora no se ha encontrado en los expedientes de la Censura en la Biblioteca Nacional su obra censurada toda ni en parte.
P.–¿Cuánto tiempo ha dedicado a esta biografía?
R.–La última década, desde que en abril de 2015 en TVE se afirmó falsamente: “un informe policial de 1965 prueba el asesinato de Lorca por masón y prácticas homosexuales”. No es cierto.
P.–Dice que Lorca fue privilegiado y recibió la ayuda de Fernando de los Ríos en La Barraca.
R.–Federico sin De los Ríos no sería el Federico que conocemos. Ríos puso en sus manos (sin currículo que lo avalase) La Barraca. Precisamente, sobre la relación con Ríos nos preguntamos qué pudo encontrar el catedrático de Universidad que frisaba la cuarentena en un joven casi imberbe, aficionado al piano, cuando aún no se significaba ni como estudiante, ni como músico, ni como pintor.
Andrés Cárdenas, en Granada Hoy.