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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
- Categoría: Memorias de Santeña

En la casa de Teresica, sita en el Mentidero entre el callejón Ancho y el callejón Estrecho, había una pequeña habitación con puerta a la calle, y aquí vino a vivir un lojeño, barbero de profesión, huyendo del hambre y de la represión política de su ciudad.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
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De todos es sabido que la Naturaleza, tan pródiga en dones y maravillas por doquier, no parece tratar de igual modo a los mortales; de ahí que, para muchos, en vez de solícita madre, no merezca otro apelativo que el de descuidada madrastra. Y viene tal comienzo al relato como anillo al dedo.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
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Una clara mañana del mes de mayo entró por El Carril un hombre con dos burros cargados de sendos capachos-jaulones donde, a través de la rejilla de tomiza, podían verse unas hermosas y crestudas gallinas.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
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Un día de mediados de noviembre, cuando ya oscurecía y el frío empezaba a hacerse notar, se presentó en la posada de Santeña un forastero bastante atípico por la clase de equipaje que traía.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
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Cuando a Santeña empezó a venir pescado, lo traían de Alhama. Y el primero en hacerlo fue un hombre apodado Chova, que lo traía a cuestas.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
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Durante los años del hambre, eran muchos los personajes que desfilaban por el pueblo, en su mayoría procedentes de las ciudades. Venían a las poblaciones pequeñas buscando el pan de cada día sabedores de que sus gentes son caritativas y solidarias, algo que no ocurre generalmente en las grandes urbes.
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En Los Corralones, desde el supermercado actual hasta donde se inicia la calle del antiguo cinema Gómez, había una hilera de casitas, resto de las que construyó la caridad pública después de los terre- motos de 1884.
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Como en los tiempos de que hablamos el que tenía cabra bebía leche y el que no se quedaba con la gana, mucha gente tenía una y algunos dos o más.
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Antonio Cohete -o El Codeera hijo de Filomena La Coheta y hermano por tanto de Marañales, (el que chupaba el azúcar de las tortas que la madre vendía).
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
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O Cele, que tanto monta; y, además, era como lo llamaban los suyos y los demás. Celedonio vivía en Los Corralones. Lo de corralones viene del pasado. Al parecer, esa zona periférica del pueblo estaba acotada en grandes espacios donde se encerraba ganado de toda clase; pero, poco a poco, al lado de los corralones fueron surgiendo pequeños habitáculos que los mismos pastores y guardianes se hacían y así nació una calle de viviendas tan endebles que los fuertes terremotos del 1884 redujeron a escombros. Después de la catástrofe, la caridad pública construyó una fila de casitas y la calle fue bautizada con el nombre de Regino Martínez, aunque la gente continuó –y continúa– llamándola Los Corralones.