Historia de Jayena: El incidente de la fábrica de harinas San Fernando


 
 El 25 de diciembre pasado se conmemoró el 130 aniversario del terremoto que asoló la comarca de Alhama y la Axarquía malagueña. Este episodio, de nuestra historia más cercana, es bien conocido por gran parte de la población actual de las comarcas afectadas, ya sea por relatos orales transmitidos en el ámbito familiar o por la extensa bibliografía existente. Completamente distinto es el caso de un suceso englobado en este fatídico contexto, del que igualmente se ha conmemorado su 130 aniversario en el más absoluto olvido, un incidente de marcada importancia para la villa de Jayena, por sus funestas consecuencias, nos estamos refiriendo al encuentro del monarca Alfonso XII y su séquito con una comisión de Jayena.

 El artículo de hoy lo hemos querido centrar en este encuentro, con el fin de dar a conocer al gran público lo que en dicho encuentro aconteció, según nuestro punto de vista, como ya hemos comentado, de especial trascendencia para la población de Jayena ante una angustiosísima situación que hacía peligrar su supervivencia.

Historia de Jayena
El incidente de la fábrica de harinas San Fernando
por Jesús de Castro Martínez

El terremoto

El día de Navidad de 1884, pocos minutos después de las 21 horas, el suelo tembló en las provincias de Granada y Málaga. En la de Granada se pudo sentir en todo su territorio, afectando de manera especialmente cruenta al poniente granadino, encontrándose el epicentro en el término de Arenas del Rey.

Se ha calculado que el seísmo duró entre 15 y 20 segundos, dependiendo de la localidad, y que su intensidad estaba comprendida entre 6.3 y 6.8 en la escala de Richter. El número total de víctimas superó las 1.200 y el número de heridos más de 1.500, mientras que el número de las viviendas destruidas fue aproximadamente 4.400, las gravemente dañadas 6.300 y más de 20.000 las resentidas. Asimismo el terremoto produjo grandes pérdidas en ganado y cultivos, afectando muy negativamente a la economía de la comarca. El ruido que acompañó al terremoto se sintió de distintas maneras dependiendo del municipio, en Jayena con un timbre metálico muy marcado, «como cañonazos», al igual que en otros municipios cercanos al epicentro. Al temblor le seguiría la disminución del caudal en fuentes y manantiales, apareciendo grietas en el cauce del rio, quedando éste seco, y un olor desagradable producido por gases malolientes. Hasta el 11 de enero de 1885 se sentirían 87 oscilaciones, siendo las más graves, además de la primera sacudida, las acaecidas el 5 de enero y el 27 de febrero.

 Desde el primer momento el Gobernador Civil de la provincia, José María Jaudénes, alentaría a la población y a los municipios no afectados a cooperar, ayudando económicamente o con ropas y pertrechos., aunque este llamamiento no mostraba el auténtico interés que el Gobernador sentía en momentos de tanta necesidad. Debido a una ineficaz organización, a una desmedida incompetencia y especialmente a una falta real de interés por parte de las autoridades provinciales, y particularmente del gobernador Jaudénes, la ayuda no llegaría a un gran número de los pueblos afectados, en el caso de Jayena no empezaría a recibirse de manera estable hasta varios meses después del terremoto, siendo la mayor parte de éstas por iniciativas privadas.

 La prensa nacional no se haría eco del drama real que se estaba viviendo en la zona hasta unos días después de los sucesos, con el consiguiente retraso en la organización de las ayudas, tanto estatales como privadas, aunque finalmente serían estas últimas las que tendrían una mayor importancia para los pueblos afectados, llegando donaciones en metálico, alimentos y ropa de todos los puntos del país e incluso del extranjero.
Por su parte el periódico El Defensor de Granada alentó desde el primer momento a socorrer a los damnificados, encontrandose narradas entre sus páginas las desgracias personales y colectivas tras la catástrofe, sirviendo de crónica fidedigna de la historia de muchos municipios en aquellos momentos.

 En este contexto se realizó la visita del monarca Alfonso XII a las poblaciones afectadas, visita que realizara varias semanas después de la catástrofe, para ver en primera persona lo ocurrido y ayudar económicamente, in situ, con el fin de aliviar los males más acuciantes. En un principio estaba previsto en el itinerario que el monarca visitase Jayena, aunque para lamento de la población se cancelaría la visita el día precedente, sin ninguna justificación. Según el itinerario fijado se visitaría los pueblos granadinos entre el 10 y el 14 y los malagueños entre el 15 y el 20 de enero de 1885. El día 10 comenzaría el viaje visitando Loja y Granada; el 11 Alhama, pasando la noche en el balneario; el 12 Arenas del Rey, Agrón y Ventas de Huelma, regresando después a Granada. Talará, Murchas y Padul el 13 y Güevejar el 14.

 
Alfonso XII en Alhama

Visita a Arenas del Rey

El día 12, a las ocho menos cuarto de la mañana, el rey y su séquito, tras haber pernoctado en el balneario de Alhama, partieron con dirección a Arenas del Rey. Hacía un tiempo terrible, muchísimo frío, llovía y el cielo amenazaba nieve. El rey iba a caballo, por unos malísimos caminos de herradura, acompañado por una comitiva, la cual estaba formada por cuatro guardias rurales que iban en vanguardia y tras el monarca el general Genaro Quesada Mathews, marqués de Miravalles y ministro de Guerra; Francisco Romero Robledo, ministro de Gobernación; los generales Ramón Blanco Erenas y José María Chacón; el doctor Laureano García Camisón; los diputados José Martos Pérez, Sr. Pérez y Mariano Agrela Moreno; los señores Francisco Bermúdez de Castro y Montes, José Martínez Rodas y el conde de Benalúa; los corresponsales Thomson, del periódico The Times; Francisco Peris Mencheta, de La Correspondencia de España; Manuel Quejana, de El Imparcial; el Sr. Miralles, de El Correo; el Sr. Cárdenas, de La Época; Juan Comba García, de La Ilustración Española y Americana, y el Sr. Navarro. También iban cuatro guardias civiles al mando del alférez Hilario Orihuela así como los ayudantes del monarca, del ministro de Guerra y del capitán general del distrito.

 Alfonso XII vestía traje de cazador: una americana de color gris con vivos verdes, pantalón, botas de montar y un sombrero hongo de color café, negándose a aceptar el impermeable que se le ofrecía. Llegaron a Arenas del Rey sobre las diez y media de la mañana, toda la población se congregaba en el camino, vitoreando al monarca.


Llegada de la comitiva regia a Arenas del Rey

 El rey inspeccionaría a pie las ruinas, el pueblo era la viva imagen de la desolación, haciendo brotar lágrimas a parte de la comitiva. La primera visita que dispensara Alfonso fue al cura Antonio Mejía, quien se encontraba en las eras, en una choza, convaleciente, herido en el codo con quemaduras de cuarto grado a consecuencia de la gran labor que hizo socorriendo a sus feligreses; el monarca se comprometería a reedificar la iglesia de su propio bolsillo. El médico del pueblo, herido y contuso, fue el encargado de narrar al rey los sucesos de la noche del 25 de diciembre, y quien atendiera el hospital de sangre que posteriormente se visitara. Tras el hospital se dirigió a una choza cercana convertida en iglesia, levantada por el batallón Cazadores de Cuba, quienes rescataron las imágenes de entre las ruinas de la iglesia. Antes de partir el rey entregaría 10.000 reales para que se distribuyeran en su nombre a los pobres. Tras apenas media hora entre las ruinas la regia comitiva reanudaría la marcha, el pueblo enteró salió a despedir al monarca, acompañándolo, como muestra de gratitud, durante todo el trayecto hasta la fábrica de harinas San Fernando, en el término municipal de Fornes.

 
Altar en las eras de Arenas del Rey

El incidente en la fábrica de harinas

 Se llegó a la fábrica sobre las 12 del mediodía, en este lugar la Diputación y los propietarios del lugar, los señores Vicente Vílchez e Indalecio López Cózar, habían preparado un almuerzo para el monarca, que serviría la fonda de Simancas de Granada. Según algunos informes, dados días antes de esta ilustre visita, la fábrica se encontraba en grave estado de ruina, lo cual no sería cierto, pues de lo contrario no se hubiera arriesgado la integridad física del monarca. Tras descansar y realizar una comida frugal, el rey recibiría a una comisión del Ayuntamiento de Jayena, la cual, habiendo conocido la exclusión de su municipio del itinerario a seguir, se presentó para suplicar que se visitara las ruinas del pueblo y se contemplase la situación de abandono y necesidad que se atravesaba.

 En un principio el rey accedió a la petición de la comisión, preguntando éste si había mucha distancia hasta Jayena, contestando la delegación que solamente una media hora. El diputado a Cortes por el distrito de Alhama, José Martos Pérez, y el gobernador provincial, José María Jaudénes, interesados en no mostrar el abandono institucional que sufría el municipio, contestaron a la comisión que al Monarca no se engañaba, el alcalde de Jayena y sus acompañantes volvieron a insistir en su propósito, puesto que la distancia desde el molino hasta Jayena se podía cubrir en el tiempo referido, sin embargo el Sr. Jaudénes volvería a contestar a la delegación: S. M. el Rey ha venido a visitar a sus pueblos y no a pueblos de señorío. Todos los miembros de la comisión manifestaron al gobernador “qué culpa tenían de haber nacido en pueblo de señorío” a lo que el Sr. Jaudénes contestó “No haber nacido”.

 Una vez más la comisión municipal volvería a insistir añadiendo que Jayena era tan merecedora de la visita regia como cualquier otro municipio o incluso más por el mencionado hecho de ser un municipio de señorío y no tener más riqueza que la urbana, la cual se encontraba arruinada, volviendo el Sr. Martos Pérez a anteponerse a la voluntad del monarca y negando la visita con un rotundo No va. Finalmente el Alcalde, Salvador Lucena, suplicó al rey que no los dejara desatendidos en circunstancias tan angustiosas, contestando Alfonso Si no me llevan ¿Qué hacer? Tras estas palabras se despidió la comisión, agraviados e indignados por la actitud de las autoridades provinciales.


Fachada principal de la fábrica de harinas San Fernando



 Retirada la comisión hablaría el cura de Jayena, Ramón María Arca, reprochando al Sr. Jaudénes la falta de socorros enviados a sus feligreses, tanto que había enterrado a tres vecinos fallecidos de hambre. El gobernador hizo ademán de interrumpir con gesto de disgusto, anteponiéndose enérgicamente el cura: Tres... Señor... de hambre... los he enterrado yo mismo... ahora. Seguramente estos vecinos habrían fallecido a consecuencia de las inclemencias del tiempo o por las heridas recibidas la noche del 25 más que a la falta de alimento, aunque este reproche del cura le reportarían 500 pesetas por parte del monarca, como donativo, para así paliar algunos males. Esta cifra, ridícula, contrastaba con las 20.000 pesetas que la Diputación de Granada había gastado solamente en carruajes, dinero que hubiera servido para paliar muchas calamidades, no solo en Jayena, sino en todos los pueblos afectados.

 La comitiva regia salió con dirección a Agrón, en cuyo trayecto cayó una copiosa nevada. Se llegó al municipio hacia las dos y media de la tarde, el pueblo entero se encontraba congregado en el plaza, aunque la niebla y la nieve que empezaba a caer nuevamente impidió que se inspeccionara los daños del municipio, únicamente pararían un breve lapso de tiempo sin llegar a desmontar. En el trayecto hasta Ventas de Huelma volvió a nevar, más copiosamente si cabe, blanqueando a todos los miembros de la comitiva. En Ventas de Huelma se cogerían los carruajes que debían de llevar a los expedicionarios hasta Granada, llegando a dicha capital a las seis menos cuarto de la tarde.

 
El rey y su séquito de Agrón a Ventas de Huelma

Consideraciones

 La comisión que se encontró en el molino con el rey estaba formada por el Alcalde y el Secretario, Salvador Lucena González y Francisco de Paula Castro y Roldán; probablemente por el Juez municipal, José Lino González Martín, y algún concejal. Este encuentro sería presenciado por algunos de los corresponsales de los diarios madrileños que acompañaban al monarca en su expedición, sin que ninguno profundizara en lo allí sucedido. Sería una carta enviada al periódico El Defensor de Granada por parte del Secretario del Ayuntamiento la que denunciaría la actitud de las autoridades provinciales y gracias a la cual conocemos lo sucedido en aquel encuentro. Dicha carta tendría repercusión nacional, diversos periódicos madrileños y barceloneses, principalmente, publicarían resumidamente el incidente, debiendo de existir cierto debate político acerca de lo narrado. De manera resumida la carta del Secretario aparece en diferentes periódicos, como por ejemplo en El Correo, además aparecen en otros periódicos noticias generadas a raíz de la mencionada misiva y algunas cartas que analizaban políticamente lo sucedido, es el caso de la noticia que aparece en La Correspondencia de España del día 18 de enero de 1885 y de la carta enviada a La Izquierda Monárquica, la cual apareció reproducida con posterioridad en El Defensor de Granada del día 27 de enero.

 Cierto sector de la prensa conservadora, y por tanto defensora a ultranza del rey y de sus gobernantes, darían otras versiones de porqué don Alfonso no visitó Jayena, como fue el caso del diario granadino La Lealtad, debiendo el Secretario Francisco de Paula Castro escribir una carta a este periódico criticando la actitud del redactor y defendiendo su versión de los hechos, dicha carta no fue publicada por La Lealtad pero si por El Defensor de Granada el día 18 de enero. Entre otras razones, para justificar el que el monarca no visitara Jayena, esta prensa alegó las malas condiciones de los caminos, que eran de herradura, lo cual era cierto, aunque no peores que los de la mayoría por los que se transitó desde Alhama hasta Ventas de Huelma. Igualmente se alegaría que en dichos caminos era probable que les sorprendiera la noche y principalmente que en Jayena los daños eran menores que en otros pueblos como era el caso de Alhama o Arenas del Rey.

 Los habitantes de Jayena, sin visita regia, sin ayuda de las autoridades provinciales, malvivirían en las eras. A diferencia de otros pueblos, la mayoría de las comisiones de socorro, mayoritariamente privadas, omitieron Jayena en sus itinerarios, quizás en parte por no haber pasado por allí el rey Alfonso, por la extendida mentira institucional de que los daños en Jayena habían sido de poca consideración y en cierta medida por ser un pueblo de señorío. No sería hasta mediados del mes de febrero, fecha en que algunas iniciativas privadas prodigadas por el director de El Defensor de Granada, Luis Seco de Lucena, y Federico Fliedner, como encargado de gestionar los fondos recaudados en Alemania y Suiza, permitieron albergar a la población en barracas de madera y así mejorar en algo su situación.

 Ningún historiador le ha dado al incidente de la fábrica San Fernando su debida importancia y ni tan siquiera al abandono que padeció Jayena, quizás por no tener que analizar en profundidad el comportamiento de un pusilánime Alfonso XII y de sus gobernantes provinciales, salvaguardando así la extendida imagen de un caritativo y amado monarca que prodigó con su mano bienhechora. Es gracioso ver hoy día como pueblos como Santa Cruz de Alhama - hoy del Comercio -, Agrón, Padul, Zafarraya, Cacín o Játar despiertan más interés que Jayena en lo relativo al terremoto, pueblos con daños inferiores. Aquella mentira que publicase a los cuatro vientos las autoridades provinciales parece seguir hoy día como estoica y única verdad, por lo que Jayena no merece la atención del historiador. En Jayena sólo fallecieron 17 vecinos, número menor que en otros pueblos con menores daños, esta cifra de fallecidos es en parte la culpable de que Jayena apareciera como poco afectada, aunque hay que saber que esto no hubiera sido así si no fuera por el heroico comportamiento de un grupo de vecinos liderados por el alcalde, el secretario y el sacerdote, quienes, pala en mano sacaron de entre los escombros a más de 100 personas la misma noche en que tembló la tierra.

 Jayena no fue acreedora de las atenciones que disfrutaran otros pueblos y parece que a muy pocos, en estos 130 años, les ha importado este hecho. Esta ignominia no ha permanecido como un recuerdo imborrable por parte de los vecinos aunque nunca es tarde para empezar a recordar.

 Nos gustaría reivindicar desde aquí, rescatar del olvido, las penurias que padeció el municipio granadino de Jayena, abandonada a su suerte durante varios meses, que se conozca la injusticia cometida a esta villa. Termino con unas palabras que escribiera Francisco de Paula Castro a Luis Seco de Lucena como corresponsal que era de su periódico: “puesto que la protección le está negada en absoluto a estos vecinos olvidados de todos yo le suplico me ayude en mi empresa de decir verdad ante la faz del mundo, para que este apruebe o censure la conducta que con ellos se observa y la situación de los habitantes de la que fue Villa de Jayena”.


Placa conmemorativa de la estancia de Alfonso XII en la fábrica San Fernando.