Personajes históricos de Jayena, Manuel Reyes Maldonado constructor de guitarras



 Indagando en la historia y tradición de los pueblos a uno a veces se le producen sorpresas agradables que le animan a continuar en esa labor, a veces monótona y enojosa, y otras seductora y fascinante.

 Así pues bicheando por esa gran nube de datos que es internet, un día me topé con un artículo publicado en el Día de Córdoba versión digital, que trataba de un personaje significativo e importante, en el cosmos de la guitarra y el mundo guitarreo. Toda una figura en el arte de crear y tallar guitarras, un maestro en ese viejo oficio, que por suerte era originario de mi tierra y de mi pueblo. La crónica periodística bajo el titulo, “El guitarrero de la calle Armas que fabricó las notas de Las Tendillas”, cuenta la historia de Manuel Reyes Maldonado, uno de los más brillantes y prestigiosos guitarreros de España y del mundo. Un hombre autodidacta, sin otra escuela que su inherente, congénita y hábil capacidad para engendrar con sus manos de artesano arte, ese don que la vida sólo confiere a unos pocos. La crónica data de marzo de 2012. Manuel Reyes Maldonado falleció en noviembre del año pasado, y aunque los cordobeses lo consideran suyo, tiene un poquito de de Jayena y de nuestra Comarca.

El guitarrero de la calle Armas que fabricó las notas de Las Tendillas

Manuel Reyes Maldonado creció con el olor a madera pegado a su corazón, y su alma de artista talló la guitarra de Juan Serrano tan dulcemente como suenan las horas de Córdoba

 La vida de Manuel Reyes Muñoz y Evangelina Maldonado Corvera transcurría en el pueblecito granadino de Jayena en aquellos años treinta del siglo XX, mientras fuera se vivían convulsiones y conflictos. La pareja, con el oficio de aserrador del hombre y la dedicación de ella, disfrutaba de un hogar propio en donde nacieron Miguel, Trinidad, Manuel y Fermín. Los dos pequeños murieron en plena niñez y, como era costumbre, el próximo hijo nacido heredó el nombre del perdido. Cuando en 1934 vino al mundo el siguiente lo bautizaron como Manuel.

 Manuel Reyes Maldonado duda, al igual que tantos andaluces casi centenarios, del día exacto de su nacimiento. Era costumbre esperar algunos días para asentarlos, bien por la escasa confianza en la supervivencia, por dejadez o por las excesivas ocupaciones del padre. Sea cual fuere la razón, siempre se debatió entre el 16 o el 18 de julio como la fecha de su cumpleaños.

 El que con el correr del tiempo expandiría su nombre, unido al de Córdoba, por todos los rincones del mundo, dejó su pueblo, junto a su familia, a los 10 años de edad. Eran los 40, cuando los campos de Jayena vivían una batalla entre las partidas de maquis y la Guardia Civil.

 Manuel y Evangelina se instalaron en Córdoba en 1944 con sus tres hijos, jóvenes aún pero adultos para ayudar económicamente a la familia. Pronto el mayor de ellos, Miguel, trabajó junto al padre en el aserradero de La Forestal, situado a la entrada de Ronda del Marrubial por Ollerías. No tardó el hombre en ocupar el puesto de encargado e ir fraguando junto a la plaza de Séneca, en la calle Marqués del Villar, el hogar que habían perdido en su pueblo de Granada. Mientras tanto, el pequeño Manuel hacía de recadero a profesionales liberales y empresarios.

 No recuerda Manuel Reyes cómo, ni de dónde, le vino la pasión por la guitarra. Sabe que siendo casi un crío pasaba horas pegado a los cristales de las tiendas de música, mirándolas; que quiso aprender a tocarla y que una buena samaritana, llamada Carmen, le prestó aquel viejo instrumento que tenía arrumbado y roto en su casa. El niño intentó arreglarlo sin mucho éxito; pero le sirvió para acercar sus manos por primera vez a esa caja de música mágica para él y tomar unas mínimas clases de guitarra antes de devolverlo a su dueña. El sueño de Manuel era entonces tener la suya propia, sin embargo ni la economía familiar ni los prejuicios de su padre para con el mundo del flamenco lo permitieron. Aquella negativa no le hizo desistir en su empeño. Unas tablas viejas, las cuatro herramientas que había en la casa y otras tantas que pidió prestadas, sirvieron de base para la primera guitarra del gran maestro. Una vez terminada, el golpe decisivo sobre la madera, dictamen de la percusión, no fue favorable y la pieza fue destrozada por él mismo, al igual que la segunda, hecha con idéntico material y con ayuda de las mismas herramientas.

 Entrado ya en la adolescencia, el trabajo en La Forestal junto a su padre y su hermano sólo logró incrementar el interés por aquellas maderas, que aún no doblegaban sus manos. Fue cuando fabricó, por fin, una guitarra que le mereció el privilegio de no acabar hecha astillas. Detrás vino otra, y otra, y muchos días, y muchas noches, para hacer de cada una de ellas esa obra tan especial que acabaría despertando la avaricia de tenerla a infinidad de amantes del flamenco, desde EEUU a Australia, pasando por Europa y Asia, siempre con el sello de Córdoba en el remite. Pero mucho antes de que el nombre de Manuel Reyes fuera descubierto como emblema internacional, su don corrió -como dice él- "de boca en boca". Los amigos y conocidos fueron los primeros en solicitar estas obras de arte, aún cuando él las fabricaba por puro placer y sin fines comerciales. Los encargos fueron creciendo a la par que su afán por perfeccionarse, ejercicio que hacía a solas, ya que su relación con otros guitarreros cordobeses no llegó nunca a ser la de maestro a alumno, si bien cultivó la amistad y la charla de taberna con grandes artesanos como Rodríguez, que tuvo su taller en la calle Alfaros.

 En torno a 1954 escuchó una guitarra de Marcelo Barbero en el Coliseo San Andrés y se enamoró. La tocaba Pepe Martínez, quien le puso en contacto con el afamado guitarrero de Madrid. Dos años más tarde, viajó hasta allí para conocerlo, con una fotografía de sus tres guitarras hechas en Córdoba.

 Barbero le preguntó de quién había copiado las plantillas, y al comprobar que eran originales, le ofreció trabajo en su taller. Pero el amor a la madre y a la tierra le hicieron quedarse en Córdoba. Aquí había conocido a finales de los 40 a una muchacha del Campo de la Verdad, Carmen Flores, su mujer y madre de Inmaculada, Manuela y Manuel.

 El taller de Manuel Reyes fabricó la guitarra con la que Juan Serrano marca las horas de Córdoba desde Las Tendillas. Estuvo primero en la casa familiar del Marqués del Villar y luego en San Pedro, San Francisco, la Plaza del Potro y la calle Armas, en donde su hijo Manuel recogió y mantiene vivos e intactos la pasión y el prestigio que ha heredado de este hombre autodidacta, sin más escuela que esa capacidad innata para crear Arte, que la naturaleza sólo otorga a unos cuantos.

 Tal vez por eso, las piezas de su taller tiene listas de espera y gente que las sigue aguardando desde Jerez a Bahrein, Corea del Norte o Japón.

En la imagen: Manuel Reyes, en la Plaza del Potro en una imagen de juventud. (Origen de la noticia).