Cuando estrenábamos piezas de teatro

Sé que la inmensa mayoría de vosotros no tenéis ni el más mínimo conocimiento de que mis primeros escritos literarios, a parte de los periodísticas y los artículos divulgativos de nuestra historia, fueron los de piezas de teatro.

 Todo ello desde 1965 hasta 1970 especialmente. Dicho de otra forma hasta la misma mili en la que escribí la última como ya os narraré. No pretendo hacer reseña de escritor y menos de dramaturgo, pero como son “obras teatrales” escritas por un alhameño y representadas por muchos y entrañables  paisanos, chicos y chicas, y en Alhama, es también algo a recordar más que por mí, por todos ellos.

 Por ello lo traigo aquí,  a esta sección de “Volver al ayer”, la que viene acogiendo cualquier hecho o recuerdo de nuestro pasado, sea de hace unos años o de muchos siglos, hasta milenios, con un sentido divulgativo para los que les apetezca leerlo y sin pretensión alguna más, salvo la de recordar, sentir y agradecer -si ello es justo-, a personas que se entregaron por Alhama o tuvimos la suerte de tener por amigos alhameños como va a ser el caso que nos ocupa.

 No dejemos de ser conocedores y, por lo tanto, agradecidos de cuanto sabemos y vivimos y, si es posible, de recogerlo aquí para siempre, aunque parezca exagerada esta pretensión, al menos, durante algunos años de ese en el que tomaremos el camino que lleva a la otra vida. l

 Encajan estos recuerdos de mis primeros pinitos e introducciones literario-teatrales hoy en el sentido expuesto. Sobre todo porque en las mismas participaron amigos inolvidables que no puedo, ni quiero, dejar en mi olvido en este orden de cosas. Varios no volveremos a vernos más y otros muchos no nos vemos desde hace ya muchos años y que nos vimos unidos, hace ya cincuenta y seis años, por aquellas inquietudes literarias y artísticas, por aquella buena voluntad y esfuerzo que hicieron posible el montaje de estas representaciones teatrales con verdadero éxito, como años antes había pasado con los jóvenes de generaciones anteriores a la nuestra, de lo que también cuando concretemos todo el material fotográfico que poseemos les dedicaremos unas secciones de “Volver al ayer”.

Portada de mano que preparamos  para el I Festival Músico Teatral de Alhama

 Para hacer posible aquellas primeras actividades teatrales por nuestra parte, lo primero que hice con el apoyo de todos fue crear la Agrupación Artística del Carmen, a finales de 1965, que, a su vez, ponía en marcha un Festival Músico Teatral, que entrado ya 1966 decidía preparar tres piezas de teatro mías a estrenar el Domingo de Resurrección de aquel año que caía en el día 10 de abril. Tras  esto, lo siguiente era obtener el consentimiento parroquial para poder llevarlo a cabo, allí donde no nos costaba alquiler alguno y prácticamente estaba preparado como lugar apropiado al efecto, la “iglesia” del Carmen, desde hacía años parte de ella convertida en almacén de maquinaria destinada a molinos de harina. Sin la más mínima pega, se nos autorizó la celebración de aquel Festival Músico Teatral.

 Entre otras, la gran ventaja del Carmen era que tenia montado el buen escenario que años antes utilizaron los jóvenes mayores que nosotros, a finales de los años cincuenta y primeros de los sesenta, como ya iremos recordando, representando con gran éxito obras como autos sacramentales de Pedro Calderón de la Barca, u obras teatrales clásicas, como “El condenado por desconfiado” de Tirso de Molina, todo ello con excelente acierto y calidad artística en todos los órdenes.

Relación del programa de piezas teatrales de este Festival de la casi recién creada Agrupación Artística del Carmen

 Por nuestra parte, llegado el momento de todo ello, los ensayos y preparativos lo hacíamos en la denominada  casa sacerdotal del Carmen, lugar que había sido la sede de las entonces Juventudes de Acción Católica que, en algo, competían con los jóvenes de la OJE (Organización Juvenil Española, del llamado Movimiento)  en contar con los más jóvenes del pueblos, de las que fui el último presidente  -de las Católicas, claro está-, desempeñando los últimos años el cargo prácticamente durante los periodos de vacaciones y uno que otro fin de semana de tiempo en tiempo. Por esta casa se daba y da entrada al coro de la “iglesia” amplio,  aunque no muy seguras sus barandas protectoras, donde efectuamos los ensayos de las representaciones teatrales previstas.

 Los ensayos sábados tarde y algún domingo por la mañana y no insistiendo, ni dedicándole mucho tiempo hasta cuando faltaban dos o tres semanas para el estreno, es decir hasta pasados mediados de marzo de aquel año.

 Representación de “La balada de Avelino” con Juan Quesada y nuestro querido Guti, con once años recién cumplidos

 Llegado el día del denominado Festival Músico Teatral,  que habíamos decidido dedicárselo a la entonces Tuna de Alhama, se inició con la intervención de ésta que interpretó varias canciones con la buena calidad que lo hacían los muchos jóvenes que la constituían, chicas y chicos, bajo la dirección del constante y sacrificado por esta gran labor  y siempre por la promoción de la buena música en Alhama, Federico Ramos Peña, verdadero maestro e inigualable instrumentista de la bandurria.  Acto seguido se eligió a la madrina de la Tuna y, tras ello, comenzó la representación de las piezas teatrales de las que era autor.

 La primera de ellas fue la breve denominada  “La balada de Avelino”,  dirigida e interpretada por el entonces seminarista Juan Quesada, muy bien llevado a cabo ambas cosas, y como  actor especial -el más joven de cuantos actuaron aquel día- un muy espabilado e inteligente niño de once años recién cumplidos, que fue muy calurosamente aplaudido por su desparpajo y acertada interpretación artística, José Gutiérrez, nuestro querido y apreciado desde la infancia “Guti”. Se trataba de un escribiente de cartas a analfabetos y pobres en general al que el menor va a pedirle una carta para su madre, porque no puede despertarla, llevando dormida desde el día anterior, no habiendo nadie en su casa y no teniendo nada para desayunar. Esta pieza, tres años después, se convertiría en mi obrita “Frio de Navidad” que, además de publicarse se represento nuevamente en distintos lugares y especialmente en Málaga en la Navidad de 1969, por el prestigioso Grupo de Teatro Experimental del Aula de Cultura.

Antonio Ramos y Conchi Castillo en una de las escenas de “Amores contra amores”

 La segunda de las representaciones  fue “En la sala de espera” que dirigió e igualmente representó Antonio Ramos Espejo, ambas cosas con la enorme calidad que le distinguía sobre todos, contando además con tres interpretes realmente sensacionales, en especial, los dos primeros Paco Pérez (Francisco de Paula Pérez Morales) de grato e imperecedero recuerdo; Michael Ramos (Miguel Ramos Espejo), estos dos magníficos a la hora de actuar y compenetrarse al hacer cualquier parodia que, en este caso, contaron con  Kike Larios (Juan Miguel Larios) que tampoco lo hacía nada mal. Sólo se trataba de los comentarios y expresiones de unos “doloridos” enfermos: uno con muchísima imaginación tremendamente asustado por lo que el médico le puede descubrir  como mortal, otro que iba a pasar el rato junto a su amigo el anterior enfermo quejándose también de dolencias inexistentes y, en vez de aliviar al amigo de lo que le espera, lo preocupa cada vez más exagerando sobre lo que podía padecer,  y el tercero, que estaba allí por confusión,  pero un verdadero “cabroncete” , no pierde oportunidad  para hacerles ver a los otros que estamos en esta vida de paso, todo ello en el tiempo que va transcurriendo mientras el médico los recibe, no observando ninguno que la cita no era para ese día y, una vez sentados en esa sala de espera o no dejando de ir de una parte a otra de la misma todo nerviosos, el tiempo claramente se les hace interminable. Una delicia para echar un buen rato cuantas asistimos observando, más que el guión de la obra que había escrito, las improvisaciones, sobre todas las de Michael Ramos y Paco Pérez, realmente geniales y que fueron merecedoras de aplausos constantes y carcajadas interminables.

 A  continuación se interpretó un sainete que , en plan jocoso y de carácter popular, en un sólo acto, había preparado Antonio Ramos Espejo  bajo la denominación “Poema de Blas Mantecas”, donde relataba anécdotas reales y jocosas de la vida alhameña, por lo que no se puso quien era el autor de aquella relación de simpáticos acontecimientos a vecinos de Alhama que lo mismo hacían referencia a “gente de arriba como a la de abajo”, algo así como cuando en nuestro Carnaval te hacían y hacen mención a unos hechos que, con toda probabilidad,  no les agrada nada a los protagonistas de los mismos. Afortunadamente no hubo ni la más mínima queja por persona alguna.

Manoli Cerezo y Antonio Ramos, en otra escena de “Amores contra amores”

 Y como cierra mi drama “”Amores contra amores”, que dirigió bastante acertadamente Paco Castillo Zamora, persona a la que le encantaba la Literatura y el Teatro sobre todo, con una gran preparación y cultura literaria. Mi obra era eso, un autentico “drama”, no por lo bien escrito, más bien porque allí pasaba de todo y no se libraba nadie en cuestiones de amoríos y lealtades, todo planteado por un joven que lo escribió con diecisiete años -que era yo- y tenía muy vaga idea de “estas cosas” -como venía siendo casi plenamente normal en aquellos años entre todos los jóvenes de esas edades- pero sí mucha imaginación para liarlo y complicarlo todo en un drama con sus tres actos. Lo curioso es que gustó, entre otras cosas y sobre todo porque la interpretación fue muy buena por parte de todos sus actores.

 Aquí la interpretación de los distintos personajes la efectuaron, además del mismo Antonio Ramos Espejo, como gran protagonista;  Conchi Castillo Zamora, a la que se le daba muy bien el trabajo de actriz; como pasaba igualmente con Manoli Cerezo Retamero, también en uno de los papeles protagonistas con nuestro siempre recordado Álvaro Molina Jiménez, que se tomó en serio su misión artística, como sucedió con Ichi Velasco Martel y Ana López Cortés, en su excelentes interpretaciones.

Álvaro Molina Jiménez y Manoli Cerezo, en otra escena de “Amores contra amores”

 Claro, como en cualquier montaje teatral, contamos con esa gran serie de personas que están tras las bambalinas o los telones y decorados laterales y de fondo.  Como mi buen amigo Francisco Castillo López (Paco del Molino), quien, como siempre, por su conocimiento y acierto, se encargaba de las instalaciones eléctricas y dirigía en este caso la decoración; la selección musical corrió a cargo de A. C. Vinuesa; José Luis Fernández Villegas colaboraba con el montaje conjuntamente con Francisco Castillo Serrano que también atendía “la labor de apunte”, la peluquería nos la atendió sin cobrar una gorda Maruchi, con peluquería abierta en Alhama. Compréndase que representar cuatro piezas teatrales tras la actuación de la Tuna, tenía sus complicaciones y sobre todo el mobiliario que había que mover. Pues todo se llevó bien a cabo, intentando una decoración que de alguna forma no hubiese que modificar en su totalidad de una obra a otra.

 La música de la Tuna y las piezas teatrales, especialmente  el “dramón” entretuvieron y gustaron, creo que más porque  todos éramos de Alhama  -así allí estaban muchos familiares de cada uno de nosotros  así como de los componentes de la Tuna-  que por la calidad literaria de las obras, por supuesto; los actores lo bordaron, como los encargados de montajes y colaboradores en general, y el autor salió igualmente satisfecho pues veía estrenas obras de teatro suyas, en mi pueblo y con “la sala de butacas” -sillas prestadas”-  totalmente repleta, hasta el punto de haber público de pie.

Álvaro Molina Jiménez e Ichi Velasco en “Amores contra amores”

 En definitiva se trató de un entretenimiento de varias semanas, entre ensayos y día cumbre, de un grupo de jóvenes, entre diecisiete y veinte tantos  año, salvo el caso del querido amigo “Guti”, con sus once años recién cumplidos, como he adelantado. Personas que entre nosotros no nos hemos olvidado, ni vivos ni muertos. A todos ellos dedico muy especialmente este “Volver al ayer” para tenerlos siempre en el presente y el futuro que nos quede por vivir: Va en especial  este homenaje de sincero recuerdo y afecto a  Álvaro Molina Jiménez, Francisco de Paula Pérez Morales, Paco Castillo Zamora,  Juan Miguel Larios y Maruchi, sin olvidar a Federico Ramos Peña, director de la Tuna, y a los tunos de aquellos años que en estos años han partido ya para la Eternidad. 

Ani López y Antonio Ramos en otra escena de “Amores contra amores”
Los protagonistas de “Amores contra amores” recibiendo un caluroso aplauso del numeroso público asistente, se izquierda a derecha mirando la foto: Ichi Velasco, Álvaro Molina Jiménez, Manoli Cerezo, Antonio Ramos y Conchi Castillo
Michael Ramos y Paco Pérez, siempre sensacionales y entrañables