La pobreza perjudica seriamente la salud



Es algo que sospechaba hace años, pero que un reciente artículo publicado en la revista de temas de medicina y salud Lancet, ha revelado recientemente.

 Naturalmente ni mi dominio, casi nulo, del idioma de Chesterton, ni mis conocimientos médicos, totalmente nulos, me permiten leer esa revista, pero mi nivel de español sí hace que pueda leer el diario El País, que se hizo eco de la noticia, con algún provecho y entendimiento. De modo que lo que yo sospechaba, que vivir mal acorta la vida y empeora la salud, mucho más que el alcohol, la hipertensión o la obesidad, resulta que ahora está científicamente confirmado.

 También de las declaraciones de una doctora que en un programa de Canal Sur dedicado a los temas de salud dijo que para una buena salud se necesita sobre todo tener garantizado una buena casa, un buen coche, un agua de calidad, adecuados. Esas fueron casi textualmente sus palabras. Es decir que la salud pública, del público en general quiero decir, está íntimamente relacionada con disfrutar de una vida decorosa incompatible con la pobreza y la exclusión social.

 Por tanto creo que es necesario que los poderes públicos trabajen desde todos los frentes posibles para mejorar la salud de los ciudadanos, de todos los ciudadanos, lo que pasa por no sólo preocuparse del peso, los hábitos tóxicos y la tensión de la ciudadanía si no también trabajar por que todos puedan disfrutar de una vida sana, total y completamente sana lo que implica además comer a diario al menos cinco veces al día ( parece ser que es mejor comer más veces y menos cantidad), tener una vida sosegada, carente de apremios económicos acuciantes y, y esto ya sería idílico, un gobierno que estuviese atento a hacer exactamente lo que se supone que han de hacer los gobiernos que es, creo, solventar los asuntos públicos que a todos afectan.

 Naturalmente que esto no exime a cada cual de su responsabilidad personal en su propia salud y una vida de excesos alimentarios, alcohólicos y sin actividad física junto al consumo de tabaco siempre va a ser más perjudicial que una vida sana con una dieta equilibrada, algo de actividad física y ausencia de hábitos tóxicos. Pero tampoco quienes deben velar por nuestra salud deben dejar de lado que hay otros factores que redundan en el estado de salud. No hablo ahora del personal sanitario que bastante tiene con hacer su trabajo con la que está cayendo, si no que hablo de que hay cosas que deben garantizar el Estado y quienes lo componen, y una de ellas es la garantía del disfrute de todos y cada uno de los derechos que la constitución contempla y, pese a algún desacuerdo puntual con la misma, estoy convencido de que los derechos a los que me refiero, (una vivienda digna, la salud, la educación, entre otros) figuran en ella y también estoy convencido de que todos los que en España vivimos estamos obligados a cumplir y hacer cumplir los deberes que implican el disfrute de esos derechos: Los cargos públicos por el juramento efectuado en la toma de posesión y los ciudadanos de a pie por que el respeto de las leyes incumbe a todos por igual.

 Es decir que el hecho de procurar a toda la ciudadanía una vida digna y decorosa que aumente su esperanza y calidad de vida es, en principio, obligación de quienes desde todos los ámbitos nos gobiernan, cada cual con sus limitaciones y, en segundo lugar, al menos desde el punto de vista moral, nos debe implicar a todos.

 La salud, es más, mucho más que quién dirige que hospitales, o quién no los dirige, es, sobre todo que quien elabora las leyes que hacen posible a todos el acceso a una alimentación adecuada, una vivienda digna, un aire y aguas saludables, por el contrario ponen trabas al acceso a esos elementos indispensables, junto a otros muchos para una salud integral.

 No quiero dejar de mencionar la receta que un personaje de la novela “La extraordinaria expedición de Gep Ganapia”, de Josep Maria Folch i Torres en la cual un doctor tras examinar atentamente los síntomas de tres náufragos extraía de su maletín el talonario de recetas y la pluma y extendía la siguiente receta:

- Un plato de sopa de fideos finos-Un cuarto de pollo asado
- Una porción de pastel
- Café y una copita de licor “Aromas del Montseny”

Dosificación: Tres veces al día.

No tenía mal ojo clínico el buen doctor.