Érase una vez en el oeste

 La magnífica película, del no menos magnífico Sergio Leone, por estos pagos se conoce como “Hasta que llegó su hora”.
 
 Supongo que todos saben más o menos de que va, pero lo que a mí me interesa de esa película en esta mirada es, ese tren que como elemento recurrente recorre el paisaje, siempre desolado, del viejo poniente de los Estados Unidos. El resto, las interpretaciones de sus actores principales, uno de los mejores trabajos de Charles Bronson y un Henry Fonda en un registro poco habitual en él y la excelente banda sonora de Morricone, ¿y cual no lo es? , darían para una mirada cinematográfica, pero no para una reivindicativa, que es la que me he propuesto antes de sentarme a los mandos de la máquina de escribir miradas y otras cosas.
 
 Todos los personajes, menos los que ya van en él, esperan ese tren, que no llega hasta el final y todos los granadinos esperamos ese tren, ese AVE, que ponga fin al aislamiento ferroviario que padecemos los de esta provincia que si en otras cosas es ubérrima, en cuestiones de trenes, hoy por hoy, es paupérrima, con todo lo que ello conlleva en los aspectos no ya sólo turísticos, sino de todo tipo.
 
 Toda persona que desee venir a Granada desde las tierras del norte sabe que debe ir primero hasta Málaga, concretamente hasta Antequera, desde ahí subir a un autobús hasta Granada y si el destino es cualquier pueblo de nuestra comarca, aún en Granada habrá de ir a la estación de autobuses y coger la “Alsina” que la traslade al destino apetecido. Si ya leerlo resulta fatigoso y tedioso, imagine el lector lo que supone tener que hacerlo. Quienes lo han vivido en sus carnes, lo saben.
 
 Y a todo esto, parece ser que según lo leído en prensa, el problema que afecta a esa demora de la llegada del tren a Granada, en otras zonas de este país se ha resuelto satisfactoriamente, con lo cual las razones que tenemos los granadinos para estar bastante insatisfechos (note el lector sagaz que ese “bastante insatisfechos es un eufemismo por “hasta la misma...”) de que el poder central ningunee y castigue a Andalucía, no sé por qué razón, puedo suponerla, pero el mero suponer no me autoriza a denunciar la que yo creo que es la razón de ese castigo evidente que a los andaluces viajeros o no viajeros se nos hace además indiscriminadamente, sea el votante de un partido o sea de otro o no sea votante de ninguno, todos afectados por el parón ferroviario. Si bien, las autoridades, en este caso el Ministerio de Fomento, reciben con sumo gusto a cargos del PP y no reciben de ninguna manera a instituciones en manos del PSOE o a cualquier otro tipo de colectivo que pueda resultar incómodo y pretendan plantear temas ferroviarios. Se ve que no toca o no está en la agenda.
 
 Nada tengo en contra de Málaga, nada en tampoco contra Antequera, pero una cosa es llegar desde Granada en tu tren y otra el largo proceso que antes he descrito y que ahora ahorro al lector, pero que sigue siendo igual de fatigoso.
 
 Por estas tierras del oeste de Granada también necesitamos, de cuando en cando, salir a otros horizontes más septentrionales, aunque sea para vez a la familia o porque nos apetezca disfrutar de otros amaneceres distintos a los habituales y para ello o afronta el viajero las muchas horas que todavía nos separan por carretera o se acoge a ese tren de Alta Velocidad que es de esperar que algún día llegue hasta Granada, que es a donde debe llegar y no quedarse en Antequera.
 
 Como en tantas otras cuestiones que nos afectan y afrentan, de cerca o de lejos, a los granadinos el silencio es siempre cómplice y la desidia y la pereza en hacer valer derechos y poner de manifiesto necesidades, actitud que claramente se puede llamar tirar piedras sobre nuestro tejado.
 
 Érase una vez en el oeste, de Granada.