Nacionalismos



 No creo que exista ninguna idea noble, concepto elevado o hermosa palabra que no haya sido corrompida por el uso inadecuado.


 Uso inadecuado o, simplemente homicida. Justicia, libertad, fraternidad, incluso amor, son conceptos que han sido empleados como pretexto para guerras, persecuciones y toda clase de violencias y mezquindades. También el concepto de patria, de nación, las fronteras, en definitiva se emplean como banderín de enganche para inducir a unos humanos a pelear contra otros, como si el hecho de nacer en uno u otro rincón de este planeta azul en su apariencia y rojo, de sangre, en su interior, fuese algo más que fruto del azar. El azar quiso que viniese a nacer en esta parte del mundo que los romanos llamaron Hispania y eso no me hace ni mejor ni peor que quienes en otras zonas del mundo han nacido. Me otorga algunas ventajas frente a otras gentes que nacieron en zonas del planeta en las cuales la presencia de europeos causaron devastación, pero eso no es algo de lo que tenga que enorgullecerme.

 Soy español y me siento español, porque así lo ha querido el azar y porque creo que la historia compartida con el resto de personas que este país conformamos está presente en mis genes, en mi biografía e incluso en las distintas formas de comunicarme en que me manejo, castellano cuando escribo y, lo llamare dialecto, andaluz oriental cuando hablo. Cervantes y Quevedo, los dos Machados, Miguel Hernández y Miguel Delibes, son algunos ejemplos de gente con los que comparto geografía, pero esta lista que se podría ampliar casi hasta el infinito, no implica que mi forma de expresarme, por escrito o de palabra, sean mejores o peores, que quienes lo hacen en el idioma de Newton , en el de Boccacio o en el de Dumas, los dos Dumas, por citar personas a las que por geografía podemos llamar “vecinos”. Ni me hace mejor o peor en modo alguno, y lo dicho a la lengua se puede extrapolar a todas las facetas de la vida.

 Me siento español pero no me siento españolista, si por españolismo entendemos, pretender que, como en el pasodoble, “lo que vale es lo español”, de igual forma por el tiempo vivido en Barcelona, por la familia y amigos que allí tengo y por otras razones ,me puedo sentir catalán, pero nunca catalanista, si entendemos por catalanismo el pretender que “lo que vale es lo catalán”. Entiendo que el exaltamiento de lo propio es natural hasta cierto punto, pero también considero que si a este normal apego por la tierra de uno se añade el desprecio de todo lo demás, el odio al que no es de donde yo soy y no es como yo, ahí ya entramos en algo que en su versión más grave se llama fascismo.

 Por otra parte también considero que el sentirse de un lugar u otro es algo que debe nacer de dentro y no debe ser impuesto a nadie a la fuerza, otra cosa es que se haga y, por tanto entiendo el deseo de algunos catalanes de crear una república catalana, deseo que sería mucho más legítimo si fuese compartido por la mayoría de quienes en Cataluña viven y no por una minoría, amplia pero no deja de ser una minoría, que está compuesta además de representantes de la burguesía más tradicional y conservadora y representantes de posiciones de izquierda más radical que ya han dejado claro que no van a dejar que Mas sea presidente si no rompe con el estado español y proclama la república catalana, y una república más en consonancia con la Bolivariana que con la que pueda tener en mente Artur Mas.

 Por otra parte esa ruptura con el estado español es fácil, basta con asomarse al balcón de la sede de la presidencia de la Generalitat y proclamarlo a los cuatro vientos en catalán y en inglés ( en mi última visita vi letreros en estos dos idiomas pero casi ninguno en español). Lo difícil va a ser convencer a la Unión Europea, el resto de las naciones y las naciones unidas de que reconozcan esta República Catalana. Eso sin contar otras dificultades añadidas que supongo que los impulsores del reto soberanista tendrán en cuenta o lo habrán tenido a la hora de lanzar la idea.
 Eso contando con que la idea de” tirar pa lante” no haya sido una huida hacia adelante de un Mas agobiado por los problemas de toda índole que atraviesa Cataluña y que no creo yo que sean todos achacables al estado español.

 Pero la historia aún está por escribir y quien debe escribirla es el pueblo español que a fin de cuentas es el representante de la soberanía; pero antes de eso han de ponerse de acuerdo los catalanes representantes de las dos sensibilidades, la soberanista y la que se siente cómoda dentro de España, con todos los problemas que ser español conlleva, pero esa es otra historia.