A mí no me gusta la política



 Decididamente y tras unos cuantos años dedicados de lleno a leer, vivir y gozar tranquilamente de la vida, en la medida de lo posible, junto a familiares y amigos he llegado a la conclusión de que eso es lo que me gusta hacer en la vida. Vivir, sin muchas más complicaciones.

 La política es algo que no me gusta y nunca me ha gustado; pero como considero que es absolutamente imprescindible suelo ocuparme de ella en mis miradas; con la política me pasa algo parecido a lo que me pasa con la medicina, sólo acudo a los médicos cuando no me queda más remedio; de igual forma solo me interesa la política en tanto en cuanto esta interfiere en mi vida y últimamente se inmiscuye más de lo que a mí me gustaría: Son los políticos, de derecha, los que con sus políticas ultraliberales consideran que lo que para mí son derechos irrenunciables, para ellos son objeto de transacción comercial, de modo que aspectos de mi vida personal como el acceso a la educación libre y gratuito, la garantía de cobertura sanitaria o el derecho a una pensión digna, que ya digo que para mí son derechos irrenunciables, para los políticos de derechas con sus políticas de derechas son lujos que no me puedo permitir. A menos que esté dispuesto a pagarlos, en el caso de que pueda pagarlos. Esa es la gente que habla de “Papá Estado” con cierta ironía; evidentemente que hay gente para la cual el estado es algo que puede resultar molesto: Quien puede pagar educación, salud, seguridad privada y todos los lujos que desee, es lógico que piense que el estado es algo que puede resultar molesto, con su tendencia al paternalismo para con los pobres, que lo que deben hacer es joderse, voz esta que se escuchó en nuestro parlamento; que tengo yo comprobado que últimamente los políticos de derechas gustan de usar términos más bien barriobajeros que un lenguaje elegante y refinado, que, supongo yo, debe ser el propio de quienes desde la cuna han gozado de la mejor educación; pero esto es irse por las ramas. Esta gente es la que pretende que sin la intervención del estado todo fluye de modo natural, espontaneo, armónico, feliz y sosegado y que la funesta intervención del estado sólo aporta constreñimiento, falta de libertad, desasosiego y trabas al libre comercio y la libertad...

 Estoy bastante de acuerdo en que con una humanidad ideal, la utopía ácrata sería posible; pero lamentablemente tenemos la humanidad que tenemos y para defender nuestros derechos, que son los de la mayoría, porque los que no tenemos el dinero en paraísos fiscales somos más, no nos queda otra solución que confiar en los políticos, en la política y en todo ese entramado de derechos y servicios que ofrece eso que se solía llamar el “Estado del Bienestar” que antes de que esta gente al servicio de los intereses del capitalismo más salvaje se hiciese con el poder, solía dar buenos resultados, según creo recordar yo de mis propias vivencias personales y de lo que he leído por allí y oído por allá. Debemos confiar en otros políticos capaces de hacer otras políticas, porque ésta, es evidente que lejos de ofrecer soluciones, ahonda en los problemas agravándolos de forma notoria. Quiero dejar claro que el que no me guste la política no implica que no me gusten los políticos, todos los políticos como ya he escrito en otras miradas. Otras políticas más progresistas y sociales son absolutamente posibles y dentro de dos meses tenemos la oportunidad de hacer otra Europa alejada de los mercados y centrada más en los pueblos y las personas, apoyando a quienes las impulsan y rechazando, no al euro, si no a quienes nos quitan los euros de los bolsillos, que no son exactamente la misma cosa.

 Por consiguiente y aunque en el mundo que me encuentro cómodo es en el de la cultura, mientras esté en peligro, la educación, la sanidad, la vivienda, la justicia gratuita, la alimentación, la protección a los discapacitados, el derecho a cada cual a hacer con su cuerpo lo que estime conveniente y, en general todo aquello de lo que ya hemos disfrutado anteriormente; repito, mientras todo esto esté en peligro yo voy a seguir ocupándome de la política y de los políticos, aunque no me guste la política. O quizás porque lo que no me gusta son estas políticas y estos políticos que ahora sufrimos.