Billetes verdes


 “Billetes, billetes verdes, pero qué bonitos son," sonaba el estribillo de una rumba de mi infancia, allá por los últimos sesenta. Aludía, cómo no, a los billetes de mil pesetas, por la época los de más valor.

 Siempre supimos los españoles que las pesetas eran monedas de escaso valor y preferíamos el duro para expresarnos, así veinte duros, cien duros o mil duros, curiosamente al billete de mil pesetas llamábamos talego en vez de doscientos duros . En cualquier caso, uno de los cambios más evidentes que hemos experimentado los alhameños, como todos los europeos es la pérdida de nuestras pesetillas de toda la vida que tuviésemos a la espalda en el año 2002 y su cambio por el euro de nuestros sudores, los que cuesta ganarlo y dolores de cabeza, los que cuesta administrarlo y llegar a fin de mes con un mediano pasar.

 Tampoco conviene pesar de nostálgico y achacar a la nueva moneda el origen de todos nuestros males; es cierto, y no seré yo quien lo niegue, que con mil duros se podía comparar en un supermercado, pongo por caso, bastante más que con cincuenta euros ahora, que son ocho mil pesetas y pico; lo que habría que ver es si esas cinco mil de hace diez años, serían hoy suficientes para comprar hoy todo lo que en su tiempo. Tengo edad y memoria suficiente para recordar domingos de a poco más de veinte duros que años después pasaron a domingos de mil pesetas.

 A pesar de todo, estoy convencido de que la entrada en Europa y en el Euro nos ha traído más beneficios que perjuicios y que los problemas de crisis, recortes y penurias que sufrimos los españoles con las pesetas hubiesen sido aún peores. 

 España, Andalucía y Alhama se han beneficiado de todo tipo de ayudas europeas que han servido para crear riqueza e infraestructuras imprescindibles y, ciertamente el euro no es culpable de la mala gestión en que hayan podido incurrir los políticos de todos los países de la zona euro, como tampoco el dólar es culpable de que en los Estados Unidos no levanten cabeza.

 Alguna vez saldremos de este laberinto en el que estamos metidos; para cuando eso ocurra, bueno será que los responsables tomen nota de la salida. Por si se repite, que nunca se sabe.