Soledades

 Acongojado ante la imagen de una Alhama vacía de niños y poblada únicamente por fantasmas del pasado, miro por  la ventana, hacia el patio del Colegio Cervantes en el cual juegan a sus cosas los niños de primaria y me quedo algo más tranquilo.

 No obstante, para salir de dudas, tiro de buscador de internet y me hago con datos del Instituto de Estadística de Andalucía que me confirman un dato que suponía: el número de habitantes de Alhama de Granada menores de 20 años, 1279, es ligeramente superior al de los habitantes mayores de 65 años, 1149.En principio parece que aún quedan algunos años para que este poblado se despueble. Los datos están referidos al año 2009 y comprenden también a los habitantes de la Entidad Local Autónoma de Ventas de Zafarraya.

  Por otra parte esta es una tierra agraria, vivimos del campo y del turismo, lo que hace que necesariamente parte de los estudiantes que ahora cursan sus estudios en los centros de infantil, de enseñanza primaria, de enseñanza secundaría obligatoria y de bachillerato, con el tiempo y tras su paso por las diversas facultades, deban emigrar a ejercer sus profesiones  porque aquí no habrá trabajo para todos. Pero esa gente será la que con su trabajo en otros sitios engrandezca y enriquezca a esos otros lugares y también a Alhama

  Pero el peligro de una Alhama habitada únicamente por ancianos sin jóvenes que nos cuiden y mantengan (“¿Cuándo tenga 64, me seguirás alimentando?”, se preguntaban los Beatles…), el peligro, decía antes de andarme por las ramas, como siempre, parece alejado, en principio. Pero eso es algo que solo el tiempo aclarará.

  Otra cosa es que el que busque en nuestro pueblo rincones y espacios solitarios, tranquilos y retirados los puede hallar sin dificultad; y, ciertamente el alejarse un rato cada día del trasiego de trabajos, ocupaciones, negocios,  afanes y contacto con los demás es no solo recomendable sino saludable. En las soledades de los campos de Alhama, o en la de algunas de sus calles en ciertas horas del día es posible el sosiego, la reflexión, la introspección o el no menos sano y deleitable ejercicio de pensar en las musarañas o soñar despierto.

  Tampoco faltan sitios en los cuales dedicarse a ese otro pasatiempo tan nuestro y tan mediterráneo de ocuparse en mirar a los demás sentado o paseando con la vista puesta en los otros que a nuestro alrededor están. Después del silencio y la soledad apetezco el ruido de niños jugando, las idas y venidas de viejos, perros, parejas de todas las edades... La vida en definitiva.