En busca del chaquetón perdido

Creo que fue Borges el que pensaba que era triste tener apego a las cosas, porque las cosas no saben que nosotros existimos.

 Y no es que quiera enmendar la plana al argentino, pero creo que, al menos en mi caso, no me importa que mis objetos más queridos no me conozcan, basta con que los conozca yo y que cumplan su función con elegante eficacia.

 Y si además de elegantemente eficaces los objetos son muy distinguidos y con un precio, no diré que prohibitivo, pero sí reflexivo, es decir un precio que invita a reflexionar si verdaderamente queremos, necesitamos y podemos pagarlos sin excesiva quiebra de la economía doméstica, el aprecio se convierte en casi amor y la pérdida del objeto en cuestión pasa de ser un contratiempo a casi un drama. Casi, tampoco conviene que exageremos.

Se da la circunstancia de que mi amiga es bastante despistadilla y un día al llegar a casa echó en falta la prenda en cuestión

 Y eso es lo que le pasó a una amiga muy querida con el extravío de una prenda de abrigo deportiva diseñada para soportar las heladas temperaturas de las sierras granadinas y por la que pagó un dineral, según propia confesión. Se da la circunstancia de que mi amiga es bastante despistadilla y un día al llegar a casa echó en falta la prenda en cuestión. Y la dió por definitivamente perdida, considerando que la calidad y el precio de la chaqueta la hacían especialmente golosa para cualquiera interesado en andar por las sierras granadinas.

 Pero no, el chaquetón apareció cerca de donde mi amiga cree que lo perdió y además puesto en un sitio y posición que hacía casi imposible no verla, quien la encontró se aseguró de que mi amiga la viese de lejos. Era una buena persona, una persona honrada y empática que sabía que el dueño o dueña de esa prenda había pagado su buen dinero por ella.

 Cuando me lo contó, a ver si me daba para una mirada, le comenté que a mí no me extrañaba porque estoy convencido de que la gente buena y honrada es mayoría, pero es una mayoría silenciosa que acude a su trabajo o sus asuntos cotidianos con el ánimo de no incordiar a nadie, como mínimo, o directamente dispuesta a hacer todo lo posible por mejorar el día de la gente con la que coincide en su día a día. Y este es el tema de esta mirada de hoy. Y no es la primera vez que hablo de esa gente buena, de esa buena gente, de esa mucha buena gente que no consigue acallar el estruendo, de la poca gente mala, mala de verdad, de la gente que camina “y va apestando la tierra”. Y eso es porque sus maldades son noticia, pero las bondades no lo son, porque lo que vende periódicos, lo que se viraliza en las redes sociales, son las cosas que causan crispación, enojo, ira, desasosiego. La gente no sigue a quien habla sosegadamente sobre temas como la empatía, las buenas maneras, la cordialidad y el respeto. No, la gente sigue a quien con gesto agrio, tono insultante y voz estridente dice denunciar escándalos, la mayor parte de las veces ficticios que implican al gobierno o los inmigrantes, o cualquier minoría, escoja usted la que quiera. O a los que se deleitan contando los detalles más escabrosos del último chisme del famoseo patrio.

...‘putines’ y ‘netanyahus’ hay muy pocos, aunque esos pocos consigan imponerse a la mayoría con la manipulación...

 Y, precisamente por ese ruido mediático que nos confunde, enfurece y agria el carácter, cada vez los menos se hacen oír más. Porque ‘putines’ y ‘netanyahus’ hay muy pocos, aunque esos pocos consigan imponerse a la mayoría con la manipulación y la apelación a los valores más sagrados con los que intentan deshumanizar, esto es despojar de su condición de personas, de humanos a los que quieren convertir en enemigos a eliminar porque son moros o judíos o negros o gitanos o europeos. A cada extremista le toca su enemigo despersonalizado.

 Pero a pesar de todo sigo pensando en que los que son como quien puso el chaquetón de mi amiga bien visible (y todos los que pasaron al lado, lo vieron y allí lo dejaron) son más. Llamadme ingenuo si gustáis, pero yo soy de los que creen en la bondad de la gente con la que me cruzo día a día.

Nota: La imagen no es de mi amiga, está generada por IA.