Añoro al Partido

Vosotros no lo recordáis porque sois insultantemente jóvenes.

 Pero hubo un tiempo en este país en el que había dos grandes grupos políticos antagónicos; por un lado, estaba el Movimiento Nacional, que aglutinaba a todas las tendencias políticas de derechas, desde el fascismo inicial hasta la más moderada democracia cristiana, aunque, eso sí, sin que se hablara para nada de partidos políticos. Por el otro lado estaba, lo diré con el lenguaje oficial de la época “el ilegal y clandestino Partido Comunista de España”. Que, ahora que pienso, ya había ganado la pequeña victoria de ser reconocida su existencia, bien que ilegal y clandestino, porque entonces todos lo eran. No Recuerdo que nunca se detuviese a una célula subversiva del “ilegal y clandestino Partido Socialista Obrero Español”. Igual, no lo puedo saber, es que tenían más precaución. Puedes ser (modo irónico on).

 Luego llegó la, tan denostada ahora, Transición y todo lo que trajo consigo, para lo bueno y para lo malo la fecha del nueve de abril de 1977, día en el que se legalizó al Partido Comunista de España y, como militante entonces de las Juventudes Comunistas de Cataluña, lo celebré en la medida modesta de mis posibilidades: escuchando a todo volumen “El pueblo unido” de Quilapayún, Lo demás ya es historia conocida con la progresiva caída en votos y su desaparición, casi, diluido en Izquierda Unida, feliz invento del Califa Rojo y las posteriores creaciones de Podemos, Sumar y todas las variantes en las que la izquierda a la izquierda del PSOE se fragmenta.

...no tiendo a la nostalgia más que como género literario

 Cuando digo que añoro al “Partido”, no digo que añore ni mi pasado, no tiendo a la nostalgia más que como género literario. Lo que quiero decir es que, sabiendo como sé, que el PSOE es un partido mucho más moderado que yo en sus planteamientos políticos desearía un partido de izquierda fuerte y potente capaz de darle un estironcito hacia la izquierda cuando hiciese falta. Algo así como lo que hacen los partidos que sustentan el gobierno social-comunista. Que con todos los problemas que hay, que no son pocos, desde los medios de prensa que leo, que no son todos de izquierda, se reconoce que no nos va mal del todo y que los asalariados y pensionistas estamos mejor que con Rajoy, por ejemplo.

 Una situación en la cual el PSOE diera tironcitos a la moderación a un partido gobernante de izquierdas, también me cuadraría, por supuesto.

...inculcar entre los votantes la idea de que todos los males de la sociedad son culpa de los partidos políticos...

 Una de la grandes victorias del “Establishment” ha sido la de inculcar entre los votantes la idea de que todos los males de la sociedad son culpa de los partidos políticos y que el mejor gobierno posible es el de un hombre fuerte, de un hombre, o una mujer, si vamos al caso, capaz de resolver, él solo, sin llevar siquiera un cocinero según el genial poema de Bertolt Brecht, todos los problemas de una sociedad compleja, en crisis y en cambio constante, casi minuto a minuto; en manos de un sólo hombre o mujer. No lo veo yo así, ni mucho menos.

 Y con todo el descrédito que tienen los partidos políticos, alguna culpa tienen ellos, confío más en el sistema político en el que vivimos, con partidos políticos, sindicatos y asociaciones de todo tipo, con monarquía y todo, con lo republicano que yo soy, que, en una república, como la romana.

...una ciudadanía implicada en luchar por conseguir y conservar derechos y mejoras...

 Llamadme si gustáis Abuelo Cebolleta, pero creo que las izquierdas deben cumplir el papel de ser las garantes de las mejoras de la vida de las clases trabajadoras, de mono azul o camisa blanca y corbata, pero trabajadoras a fin de cuenta. Hombres y mujeres juntos por la igualdad real, por una vida digna, por una educación y una sanidad públicas de calidad.

 Y eso se puede conseguir con gobiernos de izquierda sólidos y fuertes. Pero aun así necesitarán el apoyo de la ciudadanía, de una ciudadanía implicada en luchar por conseguir y conservar derechos y mejoras, de una ciudadanía que no confíe en recetas fáciles o personas, hombres o mujeres, providenciales que vienen con la solución a todos nuestros problemas.

 Algo tendremos que hacer nosotros por nuestra cuenta para tener la vida que queremos, merecemos o creemos merecer. En palabras de mi enfermera “Yo voy a decirte lo que tienes que hacer para adelgazar veinte kilos, pero tienes que hacerlo tú”.

 Si te lo prometen sin esfuerzo, desconfía.