Y el que sea mi enemigo, que sea mi hermano



Desde hace unos días llevo en la muñeca derecha una banderita de la Segunda República Española, haciendo compañía a un coletero, les juro que es un coletero, rojo.

Que grite la flor
Y que se calle el cardo
Y todo aquel que sea mi enemigo
Que sea mi hermano
(Todo es de color, Lole y Manuel)

 Desde hace unos días llevo en la muñeca derecha una banderita de la Segunda República Española, haciendo compañía a un coletero, les juro que es un coletero, rojo. Lo de la banderita es como homenaje al país en el que nació mi padre. Lo del coletero es una historia demasiado larga y, para mí, emotiva como para poder contarla fácilmente. Alguna vez.

 Fuera de ese detalle sentimental no me siento totalmente identificado con ninguna bandera, que en el fondo es un símbolo de división, de enfrentamiento y de discordia. Puede tal vez unir a algunos, pero unidos frente a otros.

No negaré que soy republicano, no es la primera vez que lo afirmo aquí mismo
 No negaré que soy republicano, no es la primera vez que lo afirmo aquí mismo. Pero es un republicanismo de carácter casi platónico y se podría representar perfectamente con una bandera blanca, la suma de todos los colores o con una negra, la ausencia total de color; una para que todos se sientan a gusto, la otra para que nadie se sienta a disgusto. No es lo mismo, pero viene a ser igual.

 Será tal vez por la época en la que estamos, o tal vez porque me siento desbordado por la izquierda y por la derecha: por monárquicos y por republicanos catalanes, por defensores a ultranza del español como lengua del imperio y por los defensores del catalán. “Tranquil.litat i bons aliments”, dice el sentir popular y no le falta razón, en mi modesta y humilde opinión. Tal vez por las fechas, decía, o tal vez porque me voy haciendo viejo y sentimental, pero el caso es que tengo unas ganas inmensas de quitar banderas, ideologías, religiones y creencias absurdas y sustituirlas por un enorme abrazo. Tal vez después de la última cepa, del último brote sea posible.

 El mundo está lleno de banderas, de religiones, de ideas e ideologías para enfrentarnos los unos a los otros y muy faltos de ideales para unirnos. A fin de cuentas, todos estamos hechos de los mismos átomos, y estos de las mismas partículas sub atómicas.

Mi humilde propuesta es que el espíritu de la navidad se amplíe al resto del año
 Mi humilde propuesta es que el espíritu de la navidad se amplíe al resto del año, que durante el próximo 2022, dejemos de lado banderas y banderías, especialmente esto último y tratemos de amarnos los unos a los otros o, al menos si esto nos resulta imposible, de molestarnos lo menos posible. No es complicado, son detalles tan simples como la buena educación, la cortesía, la afabilidad y la empatía. El ser capaz de sentir lo que siente el otro, el que no es tu prójimo, aunque esté físicamente próximo.

 A fin de cuentas, somos únicamente una breve existencia entre dos nadas o la promesa de una existencia mejor, eso va en las creencias de cada uno. Mientras tanto podemos hace todo lo posible para que, como cantaba Lole “se calle el cardo y hable la flor”.

 Yo, por mi parte asumo el compromiso de dejar toda beligerancia en este rincón mío, al menos a lo largo del próximo año. Ya que mis padres se tomaron la molestia de hacerme bautizar, supongo que podré portarme como un buen cristiano, o al menos, intentarlo. Probemos a amarnos en vez de odiarnos. Puede ser divertido. Puede que valga la pena.

Lole y Manuel, todo es de color