Lo de menos es que salga Trump



Se va a ir, parece ser, el presidente más imbécil, posiblemente, de los últimos años. Pero no el más letal.

 Pero el problema no era él, sino más bien esa ola de pensamiento supremacista, racista, aporófobo, machista y xenófobo, que como un inmenso maremoto (tsunami para los más modernos) arrasó hace tiempo con el pensamiento racional, para sustituirlo simplemente por lo que cada hijo de vecino piensa que es la verdad. Y la verdad, todo el mundo lo sabe, es que todos los políticos son todos iguales, que los extranjeros nos quitan el trabajo, las viviendas, las ayudas públicas y todo lo que nos es más querido; que los políticos de izquierda quieren romper España y que todos los que no trabajan es porque son vagos y quieren vivir de las ayudas públicas, esa “paguita”, feliz definición empleada por el partido, el único partido, que yo sepa, que comulga abiertamente con las excreciones que expele el señor Trump y todos los que como él excretan. Me niego a llamar pensamiento, ideología o idea política a lo que esa gente escupe cuando habla.


El odio al que no es como tú no es una forma lícita de ejercer la política, y eso es tan válido para algunas derechas, como para algunas izquierdas.
 El odio al que no es como tú no es una forma lícita de ejercer la política, y eso es tan válido para algunas derechas, como para algunas izquierdas. Y eso es lo que ha hecho que el trumpismo como excreción maloliente haya alcanzado las muchas cotas de poder que ha alcanzado, y no únicamente en los Estados Unidos. El odio y el miedo. Dos formas de manejar mentes, conciencias y actitudes. Miedo a perder mi trabajo, miedo a no poder jubilarme con una pensión digna, miedo a que si me voy de vacaciones cuando regrese mi vivienda esté “okupada”, miedo a todo lo que no conozco. Miedo a lo que imagino. Y me defiendo de ese miedo con el odio a quienes han perturbado mi cómoda existencia de ciudadano de clase media y han hecho que haya perdido mis derechos y privilegios. El privilegio de sentirme blanco, protestante y anglosajón. O español, español y español.

 De nada va a servir, insisto, que se vaya el señor Trump si seguimos empeñados en creer todo aquello que refuerza nuestros odios y miedos, independientemente de que sea falso. De nada sirve mientras el Partido Popular siga gobernando con gente que fomenta las secreciones perniciosas del ultraconservadurismo más reaccionario, del odio a quien piensa distinto. No, yo no caigo en lo que critico. No odio a quien piensa que los extranjeros, las mujeres, los gitanos, los moros, los “maricones” (así los llaman ellos), son inferiores. Simplemente considero que esa forma de sentir, que no pensar, es dañina para el conjunto de la ciudadanía y por eso me dedico machacona e infructuosamente a resaltar aquello que veo que es maligno para la convivencia. Tampoco odio la nicotina y, sin embargo, después de haber sido consciente de sus peligros me alejé de ella.


Diversidad, pluralidad, mestizaje, solidaridad, libertad creo que constituyen buenos principios para crear un mundo mejor. Y, por supuesto: También responsabilidad para asumir las consecuencias de nuestros actos.
 Y eso es lo que aconsejo a los que “piensan” que un mundo poblado exclusivamente por gente como ellos sería el mejor de los mundos posibles. Aquí sí que sigo el sentir de Groucho Marx que dijo, o dicen que dijo al ser invitado a ser socio de un club: “Jamás aceptaría formar parte de un club que acepta a tipos como yo”.

 Diversidad, pluralidad, mestizaje, solidaridad, libertad creo que constituyen buenos principios para crear un mundo mejor. Y, por supuesto: También responsabilidad para asumir las consecuencias de nuestros actos.

 Desde ese punto de vista casi estoy por dar la bienvenida al señor Biden, a ver si esa denuncia de un sector del Vaticano de una conspiración entre Biden y Francisco para imponer un nuevo orden mundial, fuese verdad. https://www.elplural.com/politica/internacional/trumpistas-conspiranoicos-vaticano-denuncian-alianza-biden-papa-hacerse_256704102. Porque la verdad es que el viejo orden mundial satisface las expectativas y las necesidades básicas de una minoría muy minoritaria a cambio de condenar a la gran mayoría a algo que se parece muy poco a una vida digna.

-No tienes arreglo, ayer mismo decías que no ibas a volver a escribir de política.
-Efectivamente, eso dije.