Un poquito de humildad nos iría bien



A todos, a los de izquierdas, a los de derechas.

 Y si hubiese en España un partido, o varios, situado en eso que se da en llamar el centro, también a ellos les iría bien. Humildad para reconocer que no podemos saberlo todo, para no tener empacho en advertir nuestros errores y ver los aciertos de los que no coinciden con nuestra forma de pensar.

 Los oyes hablar de España y tienes la sensación de que nuestro país es una finca privada o una empresa. La finca para disfrute único, para su solaz, para cazas, monterías, corridas, becerradas y toda suerte de cosas que se puedan hacer en una finca de recreo. La empresa, en la cual ellos, y sólo ellos deberían ser los administradores. únicamente ellos conocen los resortes y mecanismos que hacen funcionar la economía y todo lo demás es desastre, crujir de dientes, pobreza, que digo pobreza, miseria directamente. España como finca o como empresa personal.

 Y entre nosotros, los de izquierda, grupo en el cual me incluyo, nos oyes hablar y diríase que comemos cada día con el Pueblo, así, con mayúsculas, que sólo nosotros sabemos bien lo que le conviene, ya no a España, si no al pueblo soberano. Aquello tantas veces repetido de que no hay nada más tonto que un obrero de derechas. Como si trabajar con las manos no fuese compatible con pensar de forma conservadora, o respetar la propiedad privada o creer que no hay mejor solidaridad que la que empieza con uno mismo y ver en los extranjeros, que ya se sabe que cobran menos, un peligro real. Estoy convencido de que las políticas de los partidos liberales, económicamente liberales, son lesivas para la clase trabajadora. Pero esa es una opinión personal mía. Y creo, insisto en lo de “creo”, que contrastada con la realidad.

 Todos vemos la naranja desde nuestro lado (aquí no uso el termino naranja para referirme al color del partido Ciudadanos, si no como el fruto del naranjo). Ya lo dijo el filósofo español José Ortega y Gasset, precisamente con una naranja en la mano. Podemos ver un lado de la naranja, pero el lado opuesto lo ve quien delante de nosotros está. Creo recordar, y para refrescar la memoria lo he consultado, que a eso lo llamó perspectivismo. Sólo podemos conocer la realidad, desde nuestro punto de vista, que es, lógicamente limitado.

 No pueden los supuestos dueños de la finca llamada España, situarse con un pie en Vizcaya, pongo por caso, y el otro en Málaga y desde esa perspectiva contemplar España entera. Como tampoco nosotros podemos hablar cada día con todos y cada uno de los componentes de eso que damos en llamar el pueblo para conocer su opinión. Ni siquiera los sondeos electorales pueden hacerlo. Por eso se equivocan mucho o aciertan poco.

 Un poco de humildad por tanto y, de momento dejar que el gobierno se forme, se tomen posesión de los cargos y ministerios y se empiece a hacer lo que se nos ha prometido a los votantes, que es conformar un gobierno de progreso que, por mucho que se ampare en fuerzas a las que la monarquía y el Estado español no les son especialmente gratos, se nos ha dicho que tendrá siempre como marco la legalidad, como no puede ser de otra manera.

 ¿Cómo se va a conseguir esto? Pues estoy seguro de que fácil no va a ser y si cada uno de los interlocutores se encastilla en estar en posesión de la verdad, será imposible, de modo que ese poquito de humillad se lo recomiendo a los representantes tanto del Estado Español como a los que hablan en nombre de formaciones partidarias de la independencia de ese estado. Seguramente si las cosas se hacen medianamente bien, ninguno va a estar totalmente de acuerdo con lo conseguido. Pero todos sí, razonablemente de acuerdo. Más o menos eso pasó con la redacción de la Constitución, de la cual, por cierto, uno de los padres fue el comunista catalán Jordi Solé Tura, compañero mío, por cierto, durante algún tiempo, él en el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) y yo en la Juventud Comunista de Cataluña (JCC). El dato no aporta nada al artículo, pero estoy seguro de que a mis lectores más fieles les gustará saberlo.

 Un poquito de humildad, Pedro, te lo pido por favor, que todo irá mejor. Y, por supuesto, un poco de humildad, y valeriana mucha valeriana, a los partidos a los cuales el voto soberano del pueblo español, que habla en las urnas, ha puesto en la oposición, pero no les ha encomendado liderar una operación de acoso y derribo a un gobierno que aún ni siquiera está constituido. Hasta llegar al cortijo no hablemos de los perros.