Una larga siesta de años, Alhama duerme



Alhama duerme (Mirada en solidaridad con la inocentada y explicación de Marchando por Alhama)

 Sestea nuestro pueblo asomado a su tajo pintoresco y sus hermosos paisajes, soñando tal vez con pasadas glorias, con épocas en la cuales fue cabeza de partido y llegó a tener casi 11000 habitantes, épocas en las que tuvo juzgado de 1ª instancia y en los atardeceres solíamos ir a al paseo, que era el centro de reunión de la muchachada, los jubilados y las edades medias. Paseábamos, como el rey moro por Granada, nos sentábamos en los bancos, hacíamos tiempo para poca cosa, porque eso es lo que se podía, y se puede, si me apuráis, hacer en Alhama, poca cosa.

 Se puede sestear, se puede ir a los bares a beber y tapear y se puede, y se debe, tal vez, festejar el carnaval, la romería del vino y la fiesta del vino, eventos que cito por orden estrictamente cronológico. Ya se ve que esta tierra que presume de ser “Tesoro de roca y agua”, a lo que tiende es más bien al vino, ya se sabe que “vino que del cielo vino /y que nace de la cepa /si es verdad que es tan divino /bebamos cuanto nos quepa”. Sestear, pasear, beber, tapear y, en los tiempos actuales ver obras inconclusas, como las de la Pila la Carrera, por ejemplo. Placeres, como se ve, sencillos y elementales.

 Alhama pasea, bebe, tapea y sestea, pase lo que pase, entre otras cosas porque nunca pasa nada. Se pierde el nombre de Comarca de Alhama ¿y qué pasa? Que no pasa nada. Paseamos, bebemos, tapeamos y vamos a nuestras ocupaciones habituales con la absoluta tranquilidad que da saber que todo va bien, vivimos en el mejor pueblo de España (si hasta tenemos un belén que es el más grande, no sé si de Andalucía o de España, que más podemos pedir.) Y somos ponientuscos, más ponientuscos que nadie, y si alguien se queja en las redes sociales o en los papeles digitales lo ignoramos. Y no pasa nada.

 Cierran negocios, se va gente de Alhama a otros sitios, como en aquellos benéficos tiempos del Generalísimo, que también conocieron el éxodo a tierras del norte de los hijos de Alhama, que hartos de sestear e ir a buscar, inútilmente, jornal, salieron a pasar la juventud para ganar con qué sostener la senectud. Y de paso dar pan a sus hijos. Tampoco pasó nada entonces, como no pasa ahora. Repito, cierran negocios, se va gente y nosotros al Nevada, a la Mae y, de vuelta, a pasear, a beber, a tapear y a sestear.

 Y en las largas siestas de la canícula, sueña Alhama con que venga un alcalde, no se sabe muy bien de dónde, a salvarnos de la apatía, de la modorra, de la indolencia, de esta maldita herencia de Castilla de tener el honrado trabajo como cosa indigna de las personas nobles, como algo que deber ser relegado a los menestrales y gente parecida. Y considerar la cultura como cosa sospechosa a la que ningún hombre viril, de pelo en pecho, de los que huelen a vino y tabaco se acercaría ni a varias varas de distancia. Es cosa de mujeres y, tal vez, de gente débil y afeminada. Piensan mis paisanos, mientras sestean y, al atardecer, van a las tabernas a beber, tapear y pasear.

 Y sueñan con ese alcalde providencial que salve a Alhama de sí misma, que obre el milagro de infundir sangre y energía donde sólo hay pereza, apatía, desánimo, desinterés, abulia y dejadez para todo aquello que no se pueda beber o comer, o suponga un esfuerzo, una ilusión o un emprendimiento para salir de esta situación en la que estamos. A tanto llegamos que a quien sueña con despertar y pone su caudal y su afán a ello, lo tachamos de loco o ingenuo, o de loca o ingenua, que mujeres han sido las emprendedoras en los últimos tiempos. Nos molesta que alguien se mueva o intente salir de la inercia de la acomodada vida del que, con quejarse de todo y no hacer nada ya ha cumplido.

 Porque ni siquiera nos gusta, porque ni siquiera bebemos, paseamos, tapeamos y sesteamos a gusto. Ni para eso valemos los alhameños que queremos no hacer nada de lo que deberíamos hacer y que vengan otros a sacarnos las castañas del fuego.

 Yo, al menos, paseo, bebo, tapeo, sesteo y me entrego a la indolencia y a la apatía con la tranquila conciencia de quien ha intentado despertar a los demás. No ha podido ser. Pero como entre siesta y siesta, entre vaso y vaso y entre tapa y tapa aún queda mucho tiempo, como aquel personaje de televisión, yo sigo, a mí a necio no me gana nadie.