Es conveniente vacunarse



“¡Me cago en la leche, un tonto hace un ciento!”.

 Quien de tal manera se expresaba era un profesor, entonces no los llamábamos maestros, allá por el año 77 del pasado siglo. Don Enrique, aunque sus alumnos nos referíamos a él como “Enrique el de Octavo”. Por aquello de octavo de EGB, aclaro para los más jóvenes. El mismo que repetía sus dos insultos preferidos, “tío tarugo” y “pedazo de albarda” a quienes no destacábamos en sus materias.

 Y sólo ahora, después de tanto tiempo he llegado a comprender lo acertado de esa expresión (para los que quieran insultarme un poco les ha puesto fácil decir que soy lento en pillar las cosas, de nada). Y es que empiezo a creer que, igual que hay que vacunarse contra la gripe, conviene también hacerlo contra la tontería que hoy, más que nunca y gracias al inmenso poder de las redes sociales, se contagia, precisamente, de forma viral. Y es peligrosa, muy peligrosa, tanto o más que la gripe ya que los mal informados votan igual que los bien informados. Y no estoy ahora refiriéndome a ninguna opción política de las que concurren este domingo a las urnas. Me refiero a votar dejándose llevar por el estómago, las gónadas, en vez de hacerlo con criterios racionales. ¿Qué tipo de sociedad quiero para mí y para mis conciudadanos? Qué opción de las que se presentan creo que va a representar mejor los intereses de la mayoría de los habitantes de España, con independencia de su lugar de origen, color de piel, género, o religión? Son preguntas básicas para intentar votar a quien tú quieres y no a quien te imponen las redes sociales y los medios de información no siempre veraces y creo, nunca imparciales.

 Conviene vacunarse contra la avalancha de falsedades, prejuicios y odios que nos inundan a diario, y no únicamente en época electoral. El problema es que no es nada fácil hacerlo, porque, aunque he hablado de “vacunarse” en realidad se trata de una terapia compleja y que requiere tiempo, esfuerzo y voluntad para informarse, mediante prensa, radio y televisión y, también mediante las redes sociales. Pero es que, además hace falta procesar y constatar toda esa información sobre la base de los conocimientos adquiridos a través de la lectura sosegada, el estudio y la serena reflexión. Y silencio. Se necesita aislarse, de vez en cuando y rodearse de silencio, silencio ambiental y silencio propio, que no es callar los pensamientos, todo lo contrario: Dejar que fluyan libremente ideas, recuerdos, sensaciones, imaginaciones y sueños lúcidos.

 Y el tiempo para todo eso es escaso en quien tiene el imperativo vital de ganar con qué mantenerse y mantener a sus dependientes, para quien en su escaso tiempo libre prefiere el adormecimiento que provocan la sociedad de consumo y sus trampas (publicidad, centros comerciales, deportes de masas..) a un ocio activo y creativo, a un empleo del tiempo libre que nos enriquezca interiormente y no lucre la cuenta de resultados de las grandes empresas.

 Pero aun así y hasta que se implante la renta básica, por la que ya aboga la patronal catalana Foment (acceder pulsando aquí), algo podemos hacer para no dejarnos engañar por la avalancha de mentiras, falsedades y juego sucio con el cual, por ejemplo, se hizo con la Junta de Andalucía esa derecha tricéfala. La misma que casi a diario causa estragos en la Sanidad andaluza. Es lo que tiene bajar impuestos y quitar el impuesto de sucesiones, por ejemplo, que te deja más dinero para gastar en medicina privada, que no sé si se me entiende, que yo creo que sí. Ante todo eso podemos dejarnos arrastrar por la corriente o nadar en contra de ella. Es más fácil lo primero, pero no siempre es lo mejor.

 Es necesario poner en práctica la terapia que lleva a discernir lo veraz de lo falso, lo real de lo fingido, lo limpio de lo sucio. Porque tu ignorancia, a la hora de votar hace daño a los demás y porque, ya lo decía Don Enrique, “Un tonto hace un ciento”.