La inmigración en el Llano de Zafarraya

En el Llano, donde el porcentaje de trabajadores foráneos es muy superior al de las otras zonas, en plena campaña, duplica a la población autóctona.

 En El Llano de Zafarraya, donde la inmigración extranjera, (sobre todo del norte de África) se inició a mediados de los años ochenta- principio de los noventa, presenta unas características diferenciales, cualitativas y cuantitativas, que lo hacen único y peculiar como zona de recepción de mano de obra extranjera, en el territorio nacional. Porque, efectivamente, las otras zonas de acogida temporal de esta fuerza migrante, como Huelva, con la fresa, Almería con los invernaderos, Córdoba y Jaén, con la aceituna, La Mancha con la vendimia o Lérida, con la fruta, son en exclusiva mano de obra temporera, o sea, trabajadores por cuenta ajena, sujetos a las bases y normas que se deduzcan de las leyes laborales y el convenio del campo.

 En el Llano, donde el porcentaje de trabajadores foráneos es muy superior al de las otras zonas, en plena campaña, duplica a la población autóctona. (siete mil, para una población de tres mil quinientos, en El Llano).

 Pero, sobre todo, es que aquí presenta, como decimos, la peculiaridad, de que la mayoría de esta fuerza de trabajo, son trabajadores por cuenta propia del sector de la horticultura, con tierras en arrendamiento, para su explotación como autopatrones y mano de obra de origen familiar, o mediante la contratación de mano de obra ajena al ámbito familiar, igual que cualquier empresario local.

 Y esta especificidad, peculiaridad y excepcionalidad, sólo se da en El Llano de Zafarraya, porque en las otras zonas de inmigración masiva, como la costa, el olivar o la vendimia, lo hacen como mano de obra exclusivamente, o como mucho, en algún caso, en régimen de aparcería, (a medias) pero nunca como titular de la explotación.

 Esto va a tener unas consecuencias (positivas y negativas) para la percepción del fenómeno de la inmigración y la reacción más o menos positiva a la problemática que genera, como intentaré ir desarrollando en este trabajo.

 La masificación por fuerza de trabajo inmigrante, de las tierras de riego en El Llano, que hoy ronda ya entre el 60 y el 70% del total de regadío, se produce por unas circunstancias muy concretas y provoca unas consecuencias muy específicas.

 Y en todo ello, es absolutamente necesario que sepamos, cómo y porqué se producen y visualizar también los efectos positivos, para no caer en los tópicos fáciles de la xenofobia y el racismo más o menos encubierto.

 Primero, ¿qué causas motivaron esta circunstancia? Estaremos todos de acuerdo, en que, si los inmigrantes siembran casi el 70% de las tierras de riego en El Llano, es porque nos ha interesado a los propietarios autóctonos.

 Después de unos años (décadas de los ochenta y noventa) de inversiones fuertes, con reconversión total de la superficie de riego en caballón, a riego por goteo, y de la creación de costosas comunidades de regantes, para la explotación de recursos hídricos profundos y la continuidad de excelentes campañas hortícolas, propiciaron que la mayoría de los hijos de los empresarios agrícolas nativos, que además tenían la posibilidad de costearse sus estudios, al compaginarse la campaña hortícola con su período vacacional, pudieran graduarse en la universidad, y buscarse con el tiempo una salida profesional en la ciudad, más satisfactoria que el campo. En aquellos años prósperos en la huerta, en los que la Educación Secundaria todavía no era rigurosamente obligatoria, los niño/as del Llano, pasaban de la primaria al Instituto de Secundaria, en el 95% de los casos y se matriculaban luego en la universidad, el 70%.

 Las tierras de regadío, con una cuota elevada de costes fijos, en la Comunidad de Regantes, no pueden estar ociosas, por lo que la solución es el arrendamiento a los inmigrantes, que como sube rápidamente la demanda, suben los precios de arrendamiento por fanega de riego, que hoy se sitúa entre los 2500€ a los 3500€ de media por fanega de tierra.

 Esto tendrá fuertes repercusiones en El Llano, positivas y negativas: por un lado, se convierte en la única posibilidad de que El Llano conserve su alta productividad. Aporta recursos económicos importantes a los propietarios locales de las tierras (más de seis millones de euros de rentas) y como resultado del exponencial aumento de producción, se garantiza la mano de obra autóctona, en las empresas y cooperativas de comercialización, para selección y manipulación de los productos. Hoy podemos afirmar que el 95% de la mano de obra (hombres y mujeres) en las tareas de elaboración y manipulación, son nativas, mientras que el noventa y cinco por ciento de la mano de obra en las tareas de cultivo en el campo, son de inmigrantes. Y esto es casi escandalosamente positivo para los autóctonos.

 Como aspectos negativos, los empresarios nativos, argumentan competencia desleal, porque, dicen, el nuevo empresariado migrante, no respeta las normas laborales y abusa del pago a la baja de los jornales, aprovechando la misma situación de irregularidad de sus compatriotas.

 Puede que haya algo de cierto en todo esto. Nosotros también tardamos años en aprender a respetar las normas y ellos también tendrán que aprender a respetarlas: las inspecciones de trabajo, sanidad o hacienda, pese a lo que se diga, vienen para todos. (En la última inspección, de diecisiete sancionados, tres eran autóctonos y catorce inmigrantes). Más temprano que tarde, todos tendremos que aprender a respetar esas normas y entonces ya no habrá ellos y nosotros, sino que todos juntos, aprenderemos a luchar por un objetivo común: la defensa de precios en origen.

 El otro efecto masivo positivo, de este nuevo empresariado, es que, al elevar espectacularmente la producción, garantiza la actividad de las empresas y cooperativas de comercialización, así como la actividad económica de semilleros, talleres y otras empresas del sector. Parece obvio que, con la tercera parte de la producción actual, que es lo que garantizaríamos los empresarios autóctonos, no sería viable la actividad.

 El otro gran problema que la masificación de la llegada de emigrantes al Llano ha provocado, consiste en falta absoluta de vivienda o de cualquier otra solución habitacional, lo que provoca el hacinamiento humano en las pocas viviendas de alquiler, en cortijos, casetas y chabolas, montadas en pleno campo y donde el albergue, construido por la Junta de Andalucía, de cien plazas, no llega ni a cubrir simbólicamente las necesidades de los más de siete mil migrantes que El Llano soporta por campaña.

 Y en esta impotencia nos movemos todos: empresarios, ayuntamientos, cooperativas, inmigrantes… Los titulares sensacionalistas de algunos medios de comunicación, que, sin ningún deseo de profundizar en el problema, sólo atinan a decir que los inmigrantes viven hacinados en condiciones infrahumanas, sin las mínimas condiciones sanitarias. Y las inspecciones sancionan e inhabilitan la solución habitacional de cortijos, casillas y casetas de aperos adaptadas como vivienda provisional, que de inmediato consiguen que sustituyan esta resolución habitacional, por la de dormir en los coches, chabolas de plástico, montadas en medio del campo, o bajo las copas de los árboles.

 Pero, ¿quién pone las viviendas necesarias para este tan masivo contingente humano?: La Junta, los ayuntamientos, los patronos. Hablando desde el lado de los contratantes de mano de obra, el pequeño empresariado local, pienso que efectivamente, el dinero para el alquiler de viviendas, debe ponerlo el empresario, pero el construir las casas o el crear una bolsa de vivienda de alquiler, creo que escapa totalmente a las posibilidades y competencias del mismo. El Llano tiene una necesidad de un parque de viviendas de alquiler de unas mil viviendas. La oferta privada cubre menos de una tercera parte. ¿De dónde sacamos el resto?.

 Y por último, otro problema añadido, y que desde aquí también queremos visualizar, es el de los llamados "menas". Los menores no acompañados, liberados de los centros de acogida, cuando cumplen la edad y que mantienen en un limbo legal, pues ni regulan su situación, otorgándoles papeles ni ni los deportan a su país. No pueden ser contratados, pero ellos tienen que comer, vestir y vivir todos los días, cuando se tienen nada menos que dieciocho o veinte años y en disposición de retar al mundo, si el mundo los reta a ellos.

 Por todo ello, en El Llano vamos a convivir con el fenómeno- problema de la inmigración masiva, que lo tenemos ahí, que no hay soluciones mágicas y menos, soluciones populistas y demagógicas y que no es un problema de "buenos y de malos", sino de inteligencia, concienciación y convivencia. Cuanto antes optemos por esta vía, antes empezarán a solucionarse los problemas de convivencia.

 Mientras tanto, debemos ir rechazando los argumentos más absurdos, nefastos, populistas y dañinos: "vienen a quitarnos el trabajo", "ellos no aportan nada", "reciben más ayudas que los españoles", "quieren violar a nuestras mujeres"...

 Todas estas mentiras y fake news en las redes, no aportan solución alguna, pero agravan el problema.

 En cuanto a su aportación económica a la comunidad del Llano, vamos a visualizar algunas cifras incontestables, que quizás nos ayuden a observar el problema desde otra óptica:

 La primera, fácilmente constatable, es que la alta demanda de tierras en arrendamiento por parte de la comunidad inmigrante, van a tener sendos efectos inmediatos sobre el valor de mercado de las tierras en El Llano. De un lado, la revalorización de los arrendamientos en la zona y de otro, y provocado por esta revalorización, y por el aumento de demanda de compra de tierra por el mismo colectivo, el aumento continuado del valor de venta de las mismas. Y esto, es difícil de cuantificar, pero se deduce fácilmente, que una disminución drástica de la demanda de arrendamientos, debilitaría gravemente el valor de venta de la tierra.

Y otros conceptos como:
- Por el pago de rentas de tierra a los arrendadores, seis millones de euros.
- Por alquiler de casas o pisos, a los propietarios, dos millones y medio de euros.
- Por el 10% de comercialización de productos, tres millones de euros.
- Por cuotas a la seguridad social, cuatro millones de euros.
- Por pago de IVA al consumo, dos millones de euros.
- Facturación en semilleros y fitosanitarios en empresas del Llano, cinco millones de euros.
- Por conceptos varios, dos millones de euros.

 Estos conceptos tirando muy a la baja, suponen veinticinco millones de euros, la aportación a la economía del Llano, más los imponderables, aunque supuestamente sólidos, de la repercusión directa del efecto migrante sobre la revalorización del mercado de la tierra, sobre sus beneficios netos, parte de los cuales es lo que teóricamente revertirían a su país. Así que, al menos cuando escuchemos aquello de "es que ellos no aportan nada", sepamos al menos de qué va.

 Nadie ha dicho que la integración será fácil, y que no exista una problemática difícil de resolver. Pero no busquemos la solución en propuestas populistas, demagógicas, incendiarias o interesadas, sino basadas en el sentido común, la unidad, el esfuerzo, la sensatez y la ley. Lo fácil es echarle la culpa a los demás: a los "solidarios", al ayuntamiento, a las fuerzas del orden, al gobierno... o "al sunsum corda", en lugar de plantear la acción conjunta de todos los agentes implicados. Y exigir, eso sí, que cada administración apeche con su responsabilidad. Pero partiendo de que estamos en un estado de derecho y no se puede actuar caprichosamente contra nadie, pero que nadie olvide que la ley nos obliga a todos por igual. También a los que llegan de fuera. Y no porque sea lo ahora tan denostado por algún sector social e ideológico, "políticamente correcto", sino porque es lo "correcto políticamente". Por el futuro y la felicidad de nuestros hijos y las generaciones futuras, "todos" debemos poner todo nuestro empeño.

Juan Miguel Ortigosa, Zafarraya.