Caribe: Aruba, una isla feliz



Es el lema que por doquier se encuentra por esta pequeña isla, la más occidental del grupo de Sotavento, tiene 193 km² y unos cien mil habitantes dispersados en torno a la capital Oranjestad, a unos 30 kilómetros de las costas de Venezuela [concretamente de la península de Paraguaná].




 Pasa por tener una de las más grandes refinerías de petróleo de todo el orbe en la parte industrial cercana a San Nicolás. Hasta 1986 formaba parte de las Antillas Holandesas, ahora es [de hecho] independiente del territorio holandés, tiene su propia cámara legislativa o Parlamento ubicado casi al lado de su Terminal de pasajeros, poco antes de llegar al aeropuerto insular. Cerca de la Terminal marítima arranca un trolley que, en línea recta, nos da una buena panorámica sobre toda la parte histórica de la capital; un barrio lleva el nombre de Barcelona.

 Esta pequeña porción de tierra no deja de ser el punto de mira de norteamericanos y canadienses, sobre todo cuando azota el frío en el norte. De hecho en este viaje compartíamos mesa con varias parejas de Montreal y todas se quejaban de sus más de 30 grados bajo cero; es evidente que vienen aquí a disfrutar del sol, de las playas, de las compras y de las bebidas [de otra cosa es algo más difícil], aunque también, y sin desearlo, serán obsequiados por el viento que a veces hace imposible caminar si es que el viajero se atreve a desafiar al dios Eolo y al inmisericorde astro rey que parece lanzarnos su malhumor como si fuéramos el destino del lanzallamas, menos mal que la suave brisa marina atempera la sensación de sofoco aunque su escasa vegetación no será nuestra aliada en esa desigual lucha contra los elementos naturales.

 Como tantas otras tierras de la región Cristóbal Colón fue el que las puso en el mapa de la Europa de su tiempo. En 1499 Alonso de Ojeda desembarcaba allí y encontró a los indios arawaks una tribu, que desde Brasil, prácticamente colonizó todo el Caribe a pesar de la belicosa oposición de los caribes que habían llegado antes, estos intentaron, en numerosos y sangrientos enfrentamientos, evitar que se asentaran allí.



 Restos arqueológicos y petroglifos indican que la presencia humana en la zona está justificada desde hace varios milenios. Eran pueblos que mayoritariamente vivían de la pesca [todavía es así ante el escaso éxito de la agricultura en un lugar donde la lluvia escasea y el agua se obtiene por desalinización]. Dicen las crónicas que hacia 1515 todos los habitantes fueron desplazados a La Española; España la colonizaría en 1527, pero Aruba, Bonaire y Curaçao, junto a otras islas menores en torno a las Vírgenes, acabarían siendo explotadas por las compañías holandesas que las mantuvieron hasta finales del siglo XX.

 Su población vive hoy en un extraño sincretismo y un microcosmos que no dejará de sorprender al viajero que se pierde por estos pagos frente a las costas continentales de Venezuela, esa riqueza se refleja con inusitada policromía no sólo en sus casas, sino en sus vestimentas, piel y comidas: todo un festival gastronómico donde el pescado, lógicamente, suele ser el rey de la mesa. No hay que olvidar que prácticamente todo debe ser importado, pero, a pesar de esa circunstancia, sus gentes te harán sentir que estás como en casa y el mestizaje cultural ha dado lugar también a la lengua que suelen emplear en sus conversaciones: el papiamento que casi medio siglo después comencé a recordar gracias a las lecciones prácticas que me dio mi amiga de correspondencia Josephine Pinto.

 Es increíble que uno no se acuerde de donde acaba de dejar las llaves de casa y, sin embargo, se remonte a medio siglo y casi de manera inmediata comienzan a fluir los saludos, los buenos deseos, etc., que hacen milagros en esa plática que se entabla con los lugareños. En una mayoría de casos no encontré dificultad para descifrar los elementales mensajes que el viajero suele encontrar mientras circula por la isla. Una ocasión especialmente divertida para el viajero es la época del carnaval cuando prácticamente toda la población se vuelca en esas jornadas de jolgorio colectivo, cuando los disfraces y las comparsas, que a mí me recordaban mis tiempos de estancia en Cádiz, sin proponérselo, atrapan hasta al más aburrido de los humanos que pueblan este maltratado planeta.



 Deambulando por su orografía uno se encontrará toponimia que le hará pensar que está en su tierra, por ejemplo, el fastuoso Casino Alhambra pasa por ser uno de los más concurridos de sus playas, tiene unos jardines muy bien cuidados en la zona donde se ubica la famosa granja de mariposas que puede servir para invertir unas horas en este entorno que no dejará de sorprender al neófito igual que atrapa a los aficionados y estudiosos de este peculiar mundo de los insectos.

 Oranjestad pasa por ser la gran urbe de Aruba, es cierto que hasta honrar a la monarquía holandesa [La casa de Orange, también fue el nombre de la emisora clandestina de radio de la resistencia holandesa durante la segunda guerra mundial], con su topónimo más duradero. La ciudad tuvo varios nombres e inquilinos, inicialmente Puerto de los Caballos, luego Playa y, en 1824, este que ha llegado hasta nuestros días y que pronto celebrará el bicentenario. Los primeros colonos holandeses llegaron en 1754 y el primer fuerte se levantaba en 1796, casi un siglo después se le añadiría, en 1868, la torre del rey Guillermo III a la que se le colocó el reloj, luego sería faro; en la actualidad ese lugar está acondicionado como museo. Hay otro par de ellos que pueden resultar interesantes, todo depende de los intereses culturales y/o profesionales del viajero, evidentemente yo me atrevo a recomendar el dedicado a la numismática [recordemos que tiene su propio Banco Central, por lo tanto circula una moneda exclusiva de la isla aunque el dólar sea el rey por antonomasia en toda la región o simplemente la tarjeta de crédito si uno no desea llenarse los bolsillos de monedillas que luego no sabes donde dejarlas] y el dedicado a la arqueología, que se encuentra casi tocando la famosa iglesia de San Francisco, ofrece detallados paneles y artefactos fechados entre el 2500 AC y el siglo XIX, hay construido un refugio o cabaña a escala real correspondiente al período de los indios Caiquetio y nos permite, con un poco de imaginación, hacernos una idea de la vida en aquellos lejanos tiempos.



 Hay otros lugares para poder visitar y no difíciles de localizar ante la profusión de indicadores. Lo aconsejable es alquilar un auto o bien tomar un taxi con precio cerrado; en unas horas se habrá visto lo más interesante, desde el Parque Nacional Arikok [que tiene una treintena de kilómetros de senderos debidamente balizados y en donde está prohibido el tránsito de vehículos para preservar la escasa flora y fauna de la zona] donde los buenos observadores encontrarán numerosas especies aunque los arbustos espinosos y los cactus, junto al resistente “divi-divi”, arbolito que es una de las especies predominantes.

 Aquí los amantes de la espeleología podrán disfrutar de las numerosas cuevas entre las que destacan Guadirikiri, Fontein –con pinturas de los arawaks en sus paredes- o la sorprendente de Hulila que popularmente se conoce como el Túnel del Amor, gracias a su peculiar entrada en forma de corazón; y por esa parte están las célebres piscinas naturales y los puentes que el agua del mar ha ido excavando en la zona rocosa bañada por las olas.

 Casi en los límites del parque tenemos el santuario de los burros, justo tras dejar atrás Santa Cruz y poco antes de Pos Chiquito, yo creía haber regresado a mi infancia feliz cuando, camino del cortijo, pasábamos por el Cortijillo Ponche y si no habían salido a vender, nos llevábamos el asno que luego regresaría a casa cargado de hierba fresca para aquellos prolíficos conejos que tan gustosos quedaban en la fritada con pimientos, tomates y cebollas.


 Quizá se sorprenderá de la simpatía con la que te proponen que visites la Capilla de Alto Vista donde los lugareños fueron convertidos al cristianismo, ésta sobresale en el horizonte insular gracias a su emplazamiento en una pequeña colina cuya única vegetación son los espinos y cactus que resisten al viento y la alta salinidad que transportan, desde allí prácticamente consigues divisar casi la totalidad del perímetro arubano. La Capilla fue levantada por el misionero español Domingo Antonio Silvestre en el ya lejano 1750, el camino, sus curvas y su Vía Crucis invitan al recogimiento en estos solitarios parajes que parecen más concurridos que cualquiera de nuestras calles cuando llega el carnaval. Ese es el gran prodigio de los cruceristas que por unas horas se hacen los dueños y señores de la isla e inyectan dólares a una economía que los espera con los brazos abiertos. Digamos que el edificio religioso está impecable y la brisa es sumamente agradable cuando llegas, jadeando, hasta la puerta.

 Otra escapada adicional puede ser la abandonada zona minera de la que antaño se extraía oro, de camino pasaríamos por Casibari [por aquello de darnos un paseo por unas rocas que, en cierta medida, me recuerdan a las australianas de Ayers Rock y que han sido cerradas al turismo]. Aruba podría convertirse, por mimetismo, casi en el gran sustituto mientras no se prohíba su acceso, aunque uno se pregunta si todavía está ágil como para gatear por esos peñascos y tener que contorsionarse como si estuviera accediendo a la famosa Cueva Siete Pisos de Marianico Pérez en la Alhama de mi infancia.
Desde el pequeño alto rocoso uno puede permitirse tener una visión completa de toda la isla y tener la oportunidad de hidratarse en cualquiera de los lugares que hay al pie del peñasco antes de reanudar la marcha. Lo peor es cuando concluyen una decena de taxis colectivos que descargan medio millar de personas al mismo tiempo y no queda espacio ni para realizar las necesidades básicas. Increíble cómo el bípedo se empeña en algo imposible como es querer inmortalizar el momento sin que nadie te moleste; vaya que parece que no has estado en un lugar si no lo cuelgas, de manera inmediata, en el Twitter de marras. ¡Qué pesadez!



Por suerte la siguiente parada fue mucho más tranquila y permitió disfrutarla con relativa tranquilidad e incluso observar el proceso de fabricación y envasado para ser distribuido el producto a nivel planetario. Me estoy refiriendo al aloe que aquí lleva casi dos centurias produciéndose y, de paso, dando trabajo a gente de la zona. Gracias al gota a gota, estas plantas grasas siguen deparando ingresos para los que un día decidieron apostar por sus propiedades en el siglo XIX, se trata de una planta sumamente peculiar para la piel humana. Un par de horas en ese recoleto rincón arubano dan más que suficiente para interiorizar, no sólo la plantación, al aire libre y sin alambradas, sino de cómo se realiza la extracción del famoso gel, posterior visita a la planta de empaquetado –no apta para sillas de ruedas puesto que hay que superar unos tramos de empinadas escaleras- gracias al sistema de atalaya acristalada que permite seguir el proceso sin interrumpir el trabajo de los operarios. La compra del producto es opcional y las mujeres se vuelven histéricas al creer que las propiedades regeneradoras les devolverá el esplendor perdido, allí las féminas que compraban lo hacían mayoritariamente porque el coste era un tercio que lo que pagan en sus países de origen. O sea, que haces números y dependiendo de lo que consumas en estas cremas casi te sale más económico irte un par de semanas a la isla, disfrutar de su tranquilidad y de paso regresar con la maleta llena y amortizas el viaje.




Para evitar la tentación de creerme el mensaje y luego no saber donde meter la compra, cada vez viajo con menos equipaje porque luego tienes que transportarlo por interminables pasillos de aeropuertos o estaciones de todo tipo. Opté por emplear el cuarto de hora de espera para meterme en el coqueto museo donde el viaje es más apasionante gracias a los diferentes paneles informativos y las distintas herramientas o recipientes que se han venido utilizando desde que el producto comenzó a comercializarse; otro tanto podríamos decir de otra planta similar que se cultiva con pasión en determinadas partes de México y que da también excelentes dividendos a su industria: el agave del que se acaba elaborando el tequila.

 Otra sugerencia viajera es intentar llegar al islote de Palm, aunque privado, hay operadores turísticos que te ofrecen esa escapada, se llega a él tras cruzar Laguna Española, generalmente es el lugar para hacer buceo y disfrutar de la fauna marina, algo que también se realiza desde la célebre Catalina Bay.

 Otro punto de interés puede ser una escapada a la zona del Faro California, inaugurado en 1916 y que honra al vapor homónimo que se hundió en esta zona en 1891, es una parte muy castigada por el viento, un sol sofocante y una incansable hilera de visitantes que, dejados casi al mismo tiempo, no permiten grandes cosas, pero uno se las ingenia como puede y, en mi caso, me pasé el tiempo con los loros y los papagayos, ambos especimenes me hicieron pasar unos minutos hilarantes con las aves que repetían no sólo el silbido, sino las palabras que les ibas dejando caer. ¡Habían perdido la vergüenza y lanzaron algunos piropos para regocijo de la concurrencia!

El calendario festivo de Alhama en Aruba
Hasta Aruba llegó el calendario festivo de Alhama, de la mano de nuestro compañero viajero Juan Franco.