Son diversas las opiniones que no han hecho llegar nuestros usuarios, con respecto a la devaluación total de la Feria de Septiembre.
Las ferias y fiestas alhameñas, como las de cada pueblo y ciudad, siempre han representado un momento de esparcimiento en la vida de la gente: un espacio de encuentro, de celebración y de identidad colectiva. En el caso de Alhama, sin embargo, se percibe una creciente desafección y un sentimiento de vacío que invita a la reflexión crítica sobre el rumbo que están tomando estas celebraciones.
La falta de organización y de visión
El primer problema evidente es la ausencia de planificación y de verdadero empeño por parte de los responsables. La feria no debería improvisarse, ni mucho menos dejarse a la deriva de unos pocos eventos inconexos. El calendario festivo necesita coordinación, propuestas atractivas y una apuesta seria por convertir las fiestas en un referente cultural y turístico. Sin embargo, lo que hoy encontramos es una feria deslucida, con escasez de alternativas y la sensación de que se cumple un trámite sin alma.
El ocio reducido al consumo de alcohol
Uno de los síntomas más graves de esta crisis es que prácticamente toda la oferta gira en torno al consumo de alcohol. Para los jóvenes menores de edad, el panorama resulta aún más preocupante: sin actividades, sin talleres, sin conciertos ni espacios lúdicos adaptados, la única opción habilitada fue el conocido “botellódromo”. Una alternativa que, lejos de ser una solución, normaliza e incentiva el consumo precoz en adolescentes, desatendiendo la necesidad real de generar espacios sanos de convivencia y diversión.
Niños y familias olvidados
Otro sector claramente afectado son los niños pequeños y las familias. Las atracciones brillan por su escasez, y las pocas que se instalan llegan con precios elevados, consecuencia directa del alto coste que asumen los feriantes. El resultado es que las familias con menos recursos ven limitado el acceso de sus hijos al ocio más básico de una feria: las atracciones. Lo que debería ser un momento de ilusión infantil se convierte en un lujo al alcance de unos pocos. Además de la escasez de atracciones .
El eterno argumento de la falta de participación
Resulta llamativo que la respuesta habitual del Ayuntamiento sea culpar a la ciudadanía por no participar. Se trata de una excusa recurrente que evita asumir responsabilidades. La participación popular no surge por obligación, sino porque existen propuestas atractivas que movilizan y generan ilusión. Si la programación es pobre, repetitiva y poco diversa, es lógico que la asistencia decaiga.
Una feria como signo de identidad y motor turístico
Las fiestas de un pueblo no son un mero trámite administrativo: son el reflejo de su identidad y un motor de atracción turística. Cuando se descuida su organización, se desaprovecha una oportunidad clave para proyectar al exterior la riqueza cultural, la hospitalidad y la vitalidad de Alhama. Convertir las fiestas en una experiencia única requiere creatividad, voluntad política y la capacidad de escuchar a la ciudadanía.
Alhama necesita recuperar el sentido original de sus ferias: un espacio diverso, intergeneracional y culturalmente rico. No se trata solo de montar escenarios y atracciones, sino de ofrecer alternativas reales a jóvenes y niños, apoyar a los feriantes, cuidar la tradición y abrir la puerta a nuevas formas de ocio y cultura.
La solución no está en echar la culpa a la gente, sino en asumir la responsabilidad de organizar unas fiestas que estén a la altura de lo que la localidad merece: un verdadero signo de identidad, orgullo y proyección de futuro.
Falta de vigilancia y seguridad
Corrió como la pólvora, en el inicio de la llamada Feria de Septiembre, la correspondiente bronca de madrugada, en la que se echó en falta la seguridad y la vigilancia que en esto eventos debe haber, poniendo de manifiesto la despreocupación que hay en todos los campos y sentidos de la vida local. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores, pero el peligro siempre está al acecho y sin embargo no se tiene en cuenta.
Dos ferias mediocres o una con identidad
En los primeros años de la democracia se planteó de seguir o no con dos ferias, e incluso se puso una urna de votación, a la que acudieron masivamente los bares y establecimientos de ocio y sus familias, el resto de la población prácticamente no participó, y salió que se mantuvieran las dos, por supuesto. Pero la Alhama de hace 40 años no es la Alhama de ahora, ni en habitantes ni en bares, ni mucho menos con otras alternativas en cuanto a movilidad, digitalización, ambiente, etc.
Por eso a lo mejor es hora de volvérselo a plantear, si la de junio, que era la del ganado, o la auténtica que era la de septiembre, cuando la gente había acabado las tareas agrícolas y era cuando ya se disponía de algo de dinero para disfrutar. Por cierto lo que no se planteaba en aquella votación que se realizó era el cambio de fechas, ya que julio y agosto está saturada de diferentes fiestas y ferias en otros pueblos de alrededor, y que entonces algunos de ellos cambiaron a los meses veraniegos.
Podemos entender que esto merece una reflexión sensata sin partidismo ni crispación, y plantearse realmente que es lo mejor para la Alhama de ahora. En el aire queda.