Tornadizo en aquél tiempo, en concreto, era el que abandonaba su creencia y, con ello, la nación a la que pertenecía, y se integraba activamente en otra que, por lo general, era adversaria y hasta enemiga de la primera.
“Matastes los Bencerrajes, / que eran la flor de Granada; / cogiste los tornadizos / de Córdoba la nombrada”...
Sí, moros viejos y alfaquíes presagiaron que, la perdida de Alhama por los musulmanes, traería la ruina total del hermoso reino de Granada:
“…La respuesta que me han dado / es que mi hija es cristina / y por nombre le habían puesto / doña María de Alhama. / El nombre que ella tenía / mora Fátima se llama”.


Sí, “las cartas echó al fuego y al mensajero matara”. Naturalmente las cartas venidas de que Alhama era ganada por los cristianos nada habían de agradar a Muley Hacén, pero la vieja injusticia de despreciar y hasta dar muerte a quien traía las malas noticias quedó consagrada por los siglos junto con la pérdida de Alhama por los musulmanes, más en la leyenda que en la historia, en el maravilloso romance. Mientras que los portadores de buenas nuevas, como el mensajero Alfonso Muñiz que portó la buena nueva de la conquista de Alhama a Sevilla, eran tan gratamente agasajados, recibiendo tan importantes gratificaciones, “albricias”.

El culto e ilustre personaje Andrés Navagero, hábil político y embajador de la Serenísima República de Venecia, que vivió en Granada en 1526, hubo de visitar Alhama, de la que habla en sus escritos destacándola por sus hermosos y saludables baños.

El viajero y médico egipcio Abd al-Basit, que llegó a Alhama a finales de 1465, dejó escrito de la misma que era “uno de los países (lugares) más amenos y bellos”, lo que, una vez más, y estamos a la altura del siglo XV, nuestro pueblo atraía y agrada a cuantos a él llegaban.

Viajó durante veinticinco años y recorrió unos ciento diez mil kilómetros. Desde Fez, antes de retirarse definitivamente a su Tánger natal, visito Alhama, en el año 1349, hablando de los Baños y una mezquita muy bien situada y construida.