El histórico abrazo de Alhama

 Se odiaban hasta extremos increíbles. Eran encarnizados enemigos. Siendo los dos grandes caballeros de la Andalucía castellana, llegaron a ayudar al emir de Granada en contra del “enemigo” cristiano. La tremenda inquina les venía desde sus abuelos y a los pies de las murallas de Alhama hicieron las paces para siempre, aquel día de marzo de 1482.

 En los años de la década de los setenta del siglo XV, el reino de Granada se encontraba quizás en su mayor potencia gracias a la unidad que existía en el mismo, mientras que el reino de Castilla atravesaba por una guerra civil. El rey nazarí, Muley Hacén, contaba con abundantes riquezas y era seguido y respetado por todos. Los reyes Católicos, Isabel y Fernando, se encontraban soportando cargas económicas por la guerra y con parte de Castilla invadida por el rey de Portugal.

ALHAMA, HISTÓRICA
Andrés García Maldonado

 Pero no solo quedaba la situación ahí, a la par de esta lucha por la sucesión al trono de Castilla, continuaban dándose permanentes y duros entrenamientos entre varios señores de la Andalucía castellana, llegando a ser tan insuperables e irreconciliables que, con tal de ver derrotados y destruidos a sus contrarios, llegaban a ayudar y colaborar con el mismo rey musulmán de Granada.

 Uno de los ejemplos más importantes de esta forma de actuar, prácticamente el más sobresaliente de todos ellos, fue el que protagonizaron durante muchos años el duque de Medinasidonia y el marqués de Cádiz, los que se odiaban hasta un extremo increíble, hasta el punto que el primero de ellos, para aniquilar al segundo, ayudó a Muley Hacén a que se hiciese con la villa de Cardela que era del de Cádiz, esto sucedió en tiempos de Enrique IV. Así, cuando se decide tomar la fortaleza de Alhama por sorpresa, en febrero de 1482, la enemistad sigue siendo tal que no se cuenta con el de Medinasidonia a pesar de las importantes tropas propias con las que este contaba en la Andalucía castellana.



 Se toma Alhama por el marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León, y el asistente de Sevilla, Diego de Merlo, junto con otros varios señores y caballeros cristianos, y pronto envían una carta pidiendo socorro:

 “Señores: Sabed que a servicio de Nuestro Señor el cerco a que venimos de esta ciudad de Alhama se hizo muy bien, como cumplía al servicio de Dios y de los reyes nuestros señores, ya a nuestra honra. Que el jueves al alaba se escaló la fortaleza, y nos apoderamos en ella, y luego comenzaron algunos a salir por la villa, y como no salieron con concierto, no se pudo apoderar luego por la mañana, hasta que se ordenó la gente; y por la fortaleza salió gran parte de gente a la villa, y por un portillo que se hizo en el muro de la otra parte de la dicha fortaleza entró así gente. Y como quiera que los moros pelearon bien en las torres y barreras que habían hecho por las calles, se apoderó todavía la dicha ciudad, y murieron muchos moros, y algunos caballeros cristianos, y otra gente, y hubo heridos. Dándose orden y recaudo, como conviene, para la guarda de la ciudad. Porque convendrá hacer otras cosas, conviene mucho, señores, vuestra venida, con toda la gente y fardaje posible, así como el nuestro que allá quedó, con la gente de a pie y caballo. Y vuestra venida sea por el puerto de “Çafarraia”, porque allí nos juntemos, y tomando el puerto por vosotros avisadnos con vuestros peones por dos partes cuando estaréis en el puerto, el día y la hora, porque a aquella misma nosotros estaremos allí. Y Nuestro Señor guarde vuestras muy virtuosas personas y estados. De la ciudad de Alhama, a tres de Marzo de 82 años: El marqués de Cádiz - El Adelantado - El Conde de Miranda - Don Juan de Guzmán - Don Martín Fernández - Diego de Merlo”.

 Llegada la noticia de la toma de Alhama y, con ella, la petición de socorro, toda la Andalucía cristiana se prestó rápido a atender la demanda de los conquistadores de esta importante fortaleza musulmana. Aunque, como escribe Carriazo y bien claro ha quedado en la Historia, el honor de este socorro fue, precisamente, para el hasta entonces mayor enemigo del marqués de Cádiz, Enrique de Guzmán, duque de Medinasidonia, precisamente al único al que los sitiados no habían pedido ayuda atendiendo a los viejos y profundos resentimientos. Los historiadores de la casa de Niebla, como Barrantes Maldonado, dicen que la marquesa de Cádiz hizo la petición por su marido. Jerónimo Münzer narró que el marqués a tiempo de partir dijo a su esposa: “Sólo el duque de Sevilla, mi encarnizado enemigo, es quien me puede ayudar en mi propósito”. Ella, en oyendo que habían tomado Alhama y que los moros la habían sitiado, hizo venir al duque de Sevilla y le refirió todo esto. Entonces el duque, reuniendo el ejército, marchó en su socorro.

 Según la versión de Barrantes, la marquesa de Cádiz dirigió una carta al duque de Medinasidonia suplicándole que acudiese al socorro de su esposo, invocando para ello tanto el peligro en que se hallaban los todos los sitiados, como el deber que tenían los caballeros de socorrer a las mujeres afligidas “que con ansia y dolor se lo piden”.

 Lo cierto fue que el duque “reclutó gente a sus expensas, reunió todos sus vasallos y convocó a los demás señores fronterizos. Cerca de Antequera se reunió una lucida hueste, en la que figuraban, con los suyos, don Diego Fernández de Córdoba, conde de Cabra, junto a su eterno competidor don Alonso de Aguilar, Martín Alonso de Montemayor, Rodrigo Téllez Girón, maestre de Calatrava, con su hermano el conde de Ureña, Lope Vázquez de Acuña, adelantado de Cazorla, y otros muchos: en suma, diez mil de a caballo y treinta mil peones, según Diego de Varela; diez mil y cuarenta mil, en Barrantes; cinco mil caballos y cuarenta mil peones, en Palencia”.

 De este modo, por su parte, ya quedaba superado el odio por Enrique de Guzmán hacia Rodrigo Ponce de León. Declarada enemistad que venía ya de sus propios abuelos y padres, siendo la causa esencial de la misma el disputarse ambas familia el predominio de la ciudad de Sevilla, considerándose el señor de ésta el de Medinasidonia.



 Al tener noticia Muley Hacén de que se acercaban a Alhama importantes tropas cristianas, levantó el cerco, regresando a la capital de su reino donde, precisamente, iría tomando mayor y creciente fuerza la división de los señores del mismo, lo que tanto contribuiría a acelerar la caída del emir y de todo el reino nazarí.

 El cronista Fernando del Pulgar, con el dominio del lenguaje y la pericia que puso de manifiesto para narrar estas escenas y hechos de la guerra de Granada, escribió sobre el encuentro de Rodrigo Ponce de León y Enrique de Guzmán a los pies de las murallas de Alhama: “El marqués de Cádiz, sabido cómo el duque de Medina venía allí con tanta gente a socorrerla, informado de los gastos que hizo y diligencia que puso por venir a ayudar, llegó a él, y después de los primeros saludos le dijo:

 - Señor, el día de hoy distes fin a todos nuestros debates. Bien parece que en nuestra diferencias pasadas mi honra fuera guardada, si la fortuna me trajera a vuestras manos, pues me habéis quitado de las ajenas y crueles”.

 La respuesta a estas palabras del marqués de Cádiz, por parte del duque de Medinasidonia, nos la ofrece Barrantes Maldonado:

“- Señor, enemistad ni amistad no ha de ser parte conmigo para que no deje siempre de hacer servicio de Dios y lo que debo a mi honra y persona”.

 Igualmente, en este punto, hemos de manifestar que hicieron las paces los dos caballeros y ambas familias, y las hicieron de una forma sincera y permanente. Lo que lógicamente agradó hasta a los mismos reyes castellanos e históricamente se conoció y conoce por “El histórico abrazo de Alhama”.

 Precisamente, cuando en 1490, el rey Fernando el Católico arma caballero en el real de la Vega de Granada, junto a la Acequia Gorda, al príncipe Juan, son sus padrinos el duque de Medinasidonia y el duque de Cádiz -en 1484 los reyes elevan el marquesado a ducado-, lo que pone en evidencia tanto el reconocimiento de los mismo reyes a estos dos señores por su transcendental actuación en la guerra de Granada, así como el hecho de que, desde aquél día de Alhama de marzo de 1482, en el que hicieron las paces, éstas habían pasado a manifestarse “en actuaciones y ejemplos de buenos y respetados amigos”.

 Tanto Rodrigo Ponce de León como Enrique de Guzmán fueron dos grandes caudillos de la guerra de Granada, aunque sobresalió el primero de ellos, pero ninguno de los dos disfrutaría mucho tiempo viendo como este bello reino formaba parte de la corona de Castilla, ya que el de Medinasidonia moría el 25 de Agosto de 1492 y el de Cádiz tan sólo tres días después, el 28 de Agosto, como escribió Carriazo, haciendo referencia a varios más de los protagonistas cristianos de la guerra de Granada que también murieron prácticamente en aquél mismo año, “era toda una generación de próceres que se extinguía, cumplida su misión histórica”.


La batalla de Alhama en 1482  |  PULSA SOBRE LA IMAGEN PARA AMPLIAR

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
- CARRIAZO ARROQUIA, Juan de Mata. “La guerra de Granada”, en “Historia de España” dirigida por Ramón Menéndez Pidal, Tomo XVII, Vol. 1, Espasa-Calpe, Madrid, 1978.
- GARCÍA MALDONADO, Andrés. “Los protagonistas de los romances de Alhama”, Concejalía de Cultura, Alhama de Granada, 1999.
- GARCÍA MALDONADO, Andrés. “Don Rodrigo Ponce de León y Alhama”, Alhama Histórica-Hojas de Historia Alhameña, Rincón de la Victoria, nº 4, Marzo 1998.
- GARCÍA MALDONADO, Andrés. “Alhama Histórica-Hojas de Historia Alhameña (1998-1999), Grupo Romany-Sagama Ediciones, Málaga, 1999.
- MÜNZER, Jerónimo. “Viaje por España y Portugal”, recogido por J. García Mercadal en “Viajes de extranjeros por España y Portugal” Vol. 1, Aguilar Editores, Madrid, 1952.
Varias de la imágenes de este artículo se han extraído de la web de TVE dedicadas a la serie Isabel, los personajes de la serie y el mapa de la batalla
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