Zafarraya, hogar de temporada



Zafarraya duplica su población con la campaña, cuando el pueblo acoge a los temporeros y sus familias.


04/11/2007.- Casi todos los vecinos que bajan de los cuarenta años en Zafarraya son extranjeros. La temporada agrícola da sus últimos coletazos y la presencia de inmigrantes en este municipio ha ido reduciéndose, pero sigue siendo notoria. Y es que a partir de junio la población se duplica. A los dos mil vecinos que viven allí todo el año se suman otros dos mil que vienen a trabajar en el campo y en las naves de hortalizas.

 Los tomates, pimientos o lechugas de Zafarraya llegan al mercado porque cientos de africanos, americanos y europeos los recolectan en el campo y los envasan en las naves. Todo funciona como un engranaje perfecto. ¿El motivo? Tienen una larga experiencia y ya se han convertido en todo un hogar de temporada. 

Este verano se oían en la radio anuncios de municipios de Huelva o Jaén haciendo un llamamiento para que no acudieran más inmigrantes, no había más trabajo. Esa situación es la que vivieron hace ya más de una década en este pequeño pueblo del Poniente granadino, un pionero en la contratación de mano de obra extranjera. La inmigración empezó para ellos en el año 92, según nos explica Enrique, que se encarga de los distintos programas que tiene Cáritas en el pueblo. En aquellos años los vecinos tenían reticencias para alquilar los pisos y no contaban con infraestructuras para que los temporeros pudieran vivir. Muchos acampaban en la calle. Pero pronto se construiría el albergue de 80 plazas y la intermediación de esta oenegé y de Manos Unidas aceleró el acercamiento entre inmigrantes y autóctonos.

 Ahora, los que vienen a trabajar no sólo alquilan los pisos, ya hay familias que las han adquirido en propiedad y hasta arriendan las tierras para cultivarlas ellos mismos.


Albergue para inmigrantes en Zafarraya

 Cáritas tiene también una casa de acogida de mujeres, donde viven víctimas de maltrato, refugiadas o aquellas que simplemente vienen a trabajar para poder subsistir y ayudar a sus familias. Cada vez hay más contratos para ellas, y ya se está ampliando el albergue con un ala para mujeres.

 Las empresas, en Zafarraya, también han hecho sus deberes. Si hace ya una década era fácil que se contratara a trabajadores sin papeles, eso no ocurre. Y el 'efecto llamada' también sirve para extender ese mensaje. Así lo explica el alcalde del municipio, José Miguel Muñoz, que atribuye a este 'boca a boca' entre compatriotas el hecho de que el pueblo tenga a muy pocos inmigrantes desempleados. «Si hay paro, empiezan los problemas», apunta.

 Pero en Zafarraya casi cada extranjero tiene documentación en regla y contrato en vigor. Lo pudimos comprobamos en las instalaciones de Hortoventas, una de las empresas que explota el campo de esa zona con decenas de trabajadores extranjeros en nómina.


Imagen aéresa del Llano de Zafarraya

 A las tres y media empieza el turno y en la puerta de la nave 'de lechugas' espera un grupo de mujeres ataviadas con gorro para el pelo, una bata azul y los guantes con los que luego meterán las lechugas en las cajas. Las hay con rasgos sudamericanos, con rasgos árabes o españolas. Ellas manipulan las hortalizas y ellos acarrean las cajas para apilarlas en grandes columnas, que luego llenarán los camiones.

 En esas líneas de producción se ponen juntos por países, para intercambiar cada cierto tiempo alguna frase o compartir alguna sonrisa. «Entre ellos no ha habido ningún problema, nunca. Los problemas los tenemos nosotros al principio, cuando intentamos comunicarnos con ellos y todavía no hablan el idioma. Pero aprenden muy rápido». Lo explica Ignacio Sánchez, encargado de la nave de 'los tomates'. Allí, algo más de la mitad son españoles y el resto, ciudadanos del mundo. «Eso sí, los españoles sí quieren descansar los fines de semana». La diferencia es que el sueldo de los que vienen de fuera, viaja de vuelta para dar de comer a muchas más bocas. Casi siempre. (IDEAL digital)