Tiempo de matanzas


 Es época de matanza, antiguamente  era un rito en la que familiares y amigos colaboraban en  la matanza del cerdo y en la elaboración de los productos que posteriormente sería el sustento de toda la familia, hoy día, aunque consumimos embutidos industriales, aún se conserva dicha tradición en algunas casas, aprovechando el fresquito de esta época para curar chacinas y demás.

  Rememorando tiempos antiguos podemos contar que durante todo el año se engordaba a los cerdos con alimentos naturales: patatas, cebadas…para cuando llegara diciembre empezar las matanzas. La noche anterior, se preparaban artesas (que hoy hemos sustituido por barreños), cuchillos, cuerdas, leña…, y el día previo a la matanza no se les echaba de comer a los cerdos con el fin de que tuvieran  los intestinos  lo más limpios posibles, ya que estos servirían para embutir el salchichón, chorizo, morcilla...

 El día de la matanza y posteriores comenzaba con una copita de anís y unos dulces típicos de la época(mantecados, roscos..) para poder sobrellevar el frío y tener energías  para sujetar al cerdo.

 A la hora de sacrificarlo o bien se le introducía una cuerda en la boca y en la parte superior del hocico con nudo escurridizo para sujetarlo o se utilizaba un gancho con pico que se clavaba en la parte inferior del  hocico, unos se agarraban de las orejas, otros del rabo y otro conducía al cerco al banco de sacrificio con el gancho.

 Una vez el  cerdo en el banco, y sujetado por varios hombres, el matador procedía al sacrificio del animal, mientras las mujeres posando un barreño debajo de la cabeza del cerdo, movían  la sangre para que no coagulara, que posteriormente serviría para hacer morcilla. Después se pasaba al pelado que se solía hacerse con agua caliente y cuchillo, una vez pelado, se colgaba el cerdo de una escalera de madera pegada a una pared y se abría en canal, sacándole los intestinos y riñones.

 Se dejaba  colgada en la escalera toda una noche para que las carnes quedaran lo suficiente frías para trocearlas.

 Al día siguiente, tras separar carnes y proceder  al picado y elaboración de las chacinas, a media mañana era típico asar en las brasas un trozo de solomillo o lomo, todo un verdadero manjar.

 Tras la elaboración de los embutidos se procedía al secado de éstas, buscando siempre un lugar frío y seco, una habitación orientada al norte.

 Pasados 30 ó 40 días (incluso hasta menos), dependiendo del gusto del consumidor, los embutidos estaban listos para comer, con un delicioso sabor inigualable.