Héroes anónimos de 1936: Jayena en los albores de la Guerra Civil Española

El relato de unos hechos que ocurrieron en estos mismos días hace 89 años.

Por Jesús Pérez Peregrina y José Gutiérrez Jiménez

 Este artículo reconstruye los hechos acontecidos en Jayena (Granada) durante los primeros compases de la Guerra Civil Española, tomando como eje documental el informe del sargento Pío Díaz Rodríguez y los expedientes judiciales relativos a Pedro Escobedo Castillo y Salvador Jiménez Cortés. Desde la proclamación del estado de guerra por parte de la Guardia Civil el 25 de julio hasta la huida de éstos el 7 de agosto, se documenta un episodio de resistencia militar, asedio miliciano y actos individuales que contravinieron la lógica bélica imperante. Este artículo contiene un documento inédito hasta ahora, fechado en febrero y marzo de 1937 que relata la resistencia armada organizada por la Guardia Civil y sectores afines al alzamiento franquista en la localidad granadina de Jayena. A través del testimonio en documento oficial,  del sargento Pío Díaz Rodríguez, se hilan los acontecimientos sucedidos entre el 23 de julio y el 9 de agosto de 1936, poniendo en contexto su valor testimonial.

 El estallido del alzamiento militar en julio de 1936 situó a numerosos municipios andaluces en una encrucijada política y militar. Jayena, una villa de la comarca alhameña, fue escenario de un episodio paradigmático de la tensión vivida entre estructuras del orden sublevado y sectores sociales leales a la República. Este articulo divulgativo se basa en fuentes primarias procedentes de archivos militares, judiciales y testimonios locales, para documentar con rigor los acontecimientos de aquel verano de 1936.

 En febrero de 1937, ya en plena consolidación del bando franquista en Andalucía, se ordenó abrir una investigación interna sobre la actuación del sargento Díaz y su grupo durante los enfrentamientos de julio y agosto del año anterior. El documento resultante, transcrito de forma íntegra más adelante, ofrece una visión subjetiva de los hechos desde la óptica del nuevo poder militar. Su valor reside, precisamente, en esa subjetividad: como testimonio directo, como narrativa de justificación, y como muestra del tipo de documentación que articuló la memoria oficial del franquismo emergente.

 En las semanas posteriores al golpe de Estado del 17-18 de julio de 1936, la fractura política y militar se tradujo en numerosos focos de violencia y resistencia por todo el país. Uno de ellos tuvo lugar en el municipio de Jayena, donde un pequeño destacamento de la Guardia Civil, al mando del sargento Pío Díaz Rodríguez, decidió no acatar una orden de traslado y, en su lugar, organizar la defensa de la Casa-Cuartel frente al avance de milicianos republicanos. 

 La manifestación del sargento comienza señalando cómo, el 23 de julio de 1936, recibió una orden firmada por el Jefe de Línea de Alhama, exigiendo su traslado junto con su unidad. El oficial, sin embargo, desconfió del contenido del documento y de los portadores del mismo, a quienes identifica como simpatizantes “marxistas”. En lugar de obedecer, se atrinchera en el cuartel junto a otros guardias y voluntarios civiles, formando un núcleo de resistencia que permanece cercado durante más de una semana:

 El valor historiográfico del texto no reside únicamente en la veracidad de sus hechos —cuya contratación exige fuentes complementarias del bando republicano—, sino en su configuración como artefacto narrativo: la manera en que se legitima la resistencia, se glorifica el sufrimiento, y se construye una versión heroica desde la marginalidad del conflicto. La experiencia de Jayena no fue única, pero representa de forma paradigmática la microhistoria de la guerra en la retaguardia andaluza.

 Recuperar y publicar estas fuentes es, por tanto, un ejercicio no solo académico, sino también cívico: un modo de reconocer que la historia se escribe en los márgenes, entre el silencio de las aldeas y la tinta de los partes militares.

 En medio de una España convulsa y al borde del abismo, tres hombres marcaron. En cierta forma, gran parte del destino de Jayena en la guerra civil, y sus consecuencias: Pedro Escobedo Castillo, el cartero del pueblo,  Salvador Jiménez Cortés, tratante de ganado, y  Pío Díaz Rodríguez, comandante del puesto de la guardia civil de la casa cuartel de Jayena-

 Cuando el 18 de julio se produjo el levantamiento militar que dio inicio a la Guerra Civil Española, Jayena no fue ajena a los vientos de conflicto. Días después, el cartero Pedro Escobedo Castillo,  recibió un telegrama: era la orden de declarar el estado de guerra, que debía de entregar al comandante de puesto de la guardia civil. Por decisión propia,  decidió no entregarlo. Ocultó el mensaje que podía encender la chispa del enfrentamiento en su pueblo.

 Pese a su intento de demorar lo inevitable, el 25 de julio el sargento Pío Díaz Rodríguez, comandante del puesto de la Guardia Civil en Jayena, declaró el estado de guerra, tras recibir ordenes personalmente en Granada del mismísimo capitán  José María  Nestares Cuellar, delegado de orden publico en aquella fecha, en la madrugada de ese mismo día. A su llegada a Jayena, aquel 25 de julio, se atrincheró junto a sus hombres y varios simpatizantes, y los guardias del Pinar de Alhama el la casa cuartel ubicada  en la Casa Grande. El edificio, convertido en una improvisada fortaleza resistió durante casi dos semanas, en condiciones límites, con mujeres y niños atrapados en el interior.

 En la tarde del 7 de agosto, cuando la situación era ya desesperada, Salvador Jiménez Cortés, un tratante de ganado, que vivía junto a la iglesia, ayudó, para que los atrincherados pudieran escapar a través de la iglesia y huir. Unos 40 hombres, mujeres y niños lograron llegar  a la localidad de Padul, en zona controlada por los sublevados. A pesar de haber salvado vidas, Salvador fue condenado tras la guerra. Su ayuda fue denunciada por aquellos mismos a quienes socorrió.

 Pedro Escobedo también fue castigado. En 1944, ocho años después de su gesto, fue condenado a veinte años de prisión por ocultar el telegrama.

Transcripción del informe del sargento Pio Rodríguez

Pagina 
INFORMACIÓN............. En Alhama a veintiocho de Febrero del año mil novecientos treinta y siete, recibí el Oficial que suscribe del Señor Primer Jefe de la Comandancia la orden escrita que obra en cabeza, para que trasladado a Jayena proceda a abrir una información en aclaración de la conducta observada durante la defensa de la Casa-Cuartel, por el Sargento D. Pío Díaz Rodríguez y fuerza a sus órdenes. Y para que conste firmo la presente en Alhama el día, mes y año indicados. 

MANIFESTACIÓN DEL SARGENTO DON PÍO DÍAZ RODRÍGUEZ
 En Jayena a dos de marzo del año mil novecientos treinta y siete, compareció ante el instructor que suscribe el Sargento anotado al margen, quien al ser preguntado por la generales de la Ley, dijo: Llamarse como queda dicho, mayor de edad, natural de Almadén (Ciudad-Real) y en la actualidad Comandante del Puesto de la Villa de Jayena. 

Preguntado: A fin de que manifieste lo acontecido en Jayena en los últimos días de julio y primeros de agosto del pasado año; dijo: que al tener conocimiento por la radio del movimiento Nacional el y las fuerzas a sus ordenes decidieron unirse al mismo con el que se encontraban identificados….. Que el día veintitrés de Julio pasado, sobre las diez y nueve horas, se le presentó una pareja del puesto de Alhama, compuesta por los Guardias segundos Rivas y Linde Árbol, que venían acompañados por unos quince individuos marxistas de aquella localidad, que le traían un oficio del Jefe de la Línea de aquella localidad, que le ordenaba se concentrase con sus guardias en Alhama, y para ello hasta les traían caballerías. Al observar el oficio notó que no estaba escrito por el Jefe en la forma acostumbrada, que en su firma había nerviosismo, y hasta sospechó había suplantación o coacción, creencia en la que se afianzó aún más al reconocer los individuos de ideas extremistas que acompañaban la pareja portadora de la orden; por todo lo cual consultados aparte los guardias de este Puesto a sus ordenes, dijeron estar dispuestos a practicar cuanto se les ordenase siempre que fuese unidos como tenían acordado con el dicente al movimiento salvador de España. Por lo cual se acordó por todos no cumplirla por las anteriores razones, que le infundieron serias sospechas, de la situación de Alhama en relación con su adhesión. Salió poniéndoles como pretexto ser de infantería y no saber su fuerza montar a caballo, que el viaje lo realizarían en un camión de los existentes en la localidad. Bajo estas condiciones logró convencerlos, y que los emisarios y acompañantes emprendiera su regreso continuando de hecho este pueblo y su fuerza unida al movimiento en espera de instrucciones de Granada. Al siguiente día veinticuatro de Julio, manifiesta que recibió otra comunicación, en la cual se le ordenaba por segunda vez se concentrase en Alhama, advirtiéndole que existían por los pueblos inmediatos ( en que por rumor conocía su predominio socialista), un ambiente hostil hacia la fuerza de este Puesto. En vista de todo ello deseando recibir instrucciones y... ( suponemos que falta una pagina mas)

Cuenta de los hechos de armas: 

Pagina 1: Cuenta de los hechos de armas: 
En cumplimiento de lo ordenado en el apartado primero del documento y la orden del Excmo. Señor General Jefe de la Zona, de fecha 12 de los corrientes, tengo el honor de participar a V. que el día 24 de julio del anterior sobre las 19 horas con el fin de recibir instrucciones y ordenes de Granada, referentes a la declaración en esta villa del estado de guerra. Salio para dicha capital el sargento que suscribe acompañado por los guardias:2º Francisco Almansa Gutiérrez,Juan Rubiño Moreno y Mariano Estevez Díaz. Teniendo que hacerlo por la sierra de las Albuñuelas, ya que la única carretera que a Granada conduce estaba por Fornes y Agrón en poder de los Rojos. Al llegar a la Ventilla del Fraile sobre las veintitrés horas fue hallada la fuerza del puesto del Pinar de Alhama al mando del Cabo Emiliano Quintana Ruiz, ordenándole el que suscribe permanecer estos en la misma hasta su regreso de la capital. Llegado a Granada y en vista de la hora tan intempestiva, tres treinta horas de la madrugada, se dirigió al Gobierno civil siendo recibido por el capitán señor Nestares, delegado de orden publico en aquella fecha, quien le ordenó su regreso, seguidamente a la vez que le daba instrucciones verbales para la declaración 

Pagina 2 (….)...del estado de guerra en Jayena y cambio de Ayuntamiento, (…) dándole como refuerzos un falangista y un requeté llamados respectivamente, Antonio Rodríguez Romera y Antonio Montavez Quesada, mas la fuerza del puesto del Pinar compuesta del expresado cabo, Guardia 2a José Pérez Oliveros, Armando? Maldonado Trigueros, José Medina López, y el aspirante a ingreso en el Cuerpo hoy guardia Antonio Molina Montes, este con una escopeta. Con la expresada fuerza, diez fusiles, a las trece treinta del día veinticinco llegó a las inmediaciones del pueblo de su residencia, logrando penetrar en él después de repeler una agresión y dura resistencia por parte de los elementos marxistas, con quienes sostuvo un vivo tiroteo por espacio de unas dos horas, cuya entrada fue protegida de una manera eficaz por el Guardia 2º Ignacio Rubiño Moreno que quedo en la casa-cuartel al encontrarse enfermo, desde la torreta de dicho edificio hizo nutrido fuego de fusil, auxiliado de una manera decidida por la esposa del que suscribe, la cual tendida en suelo le proveía de las municiones, y en cuya torreta el expresado guardia fue herido de gravedad por bala enemiga, siendo evacuado y conducido a Granada, falleciendo en el hospital militar veintiún días después. El Día seis de Agosto del año corriente; sobre las trece treinta horas, tuvo noticias que por la carretera y montañas próximas de Fornes avanzaban desplegados en guerrilla un numero considerable de fuerzas rojas( por rumor unos¿...?), que hacían repetidos disparos. Seguidamente el que suscribe ordenó la salida de toda la fuerza para hacer frente pero al observar que trataban de envolverlos, dada su superioridad numérica y elementos combativos, se llegó al interior del pueblo, muchas familias huyeron a la sierra, y las que no pudieron y eran dignas se refugiaron en la casa cuartel, donde por último tuvo la Fuerza que hacerse fuertes con nueve fusiles, para ver si los conseguíamos rechazar, seguir en sus puestos y salvar también a las mujeres y niños que en la misma habían. El guardia Manuel Medina López, por causas que se ignoran no logró penetrar en el edificio, y el cabo Emiliano Quintana Ruiz, una vez en su interior y con el pretexto de buscar a sus familiares salió él, abriéndole para ello la puerta de la casa Grande el (…) y encargado de la misma Francisco Lerma Cabrera. Con la restante fuerza se organizó la defensa de la casa cuartel, calles de acceso al mismo y plaza del pueblo, siendo colocados en la torreta los guardias Francisco Almenara Gutiérrez, Juan Rubiño Moreno, Mariano Estevez Díaz, falangis-

Pagina 3:  -ta Antonio Rodríguez Romera y Requeté Antonio Montavez Quesada, los cuales hicieron nutrido fuego de fusil contra los rojos, siendo entonces herido en el hombro derecho, y muslo del mismo lado por bala de fusil el falangista citado, localizado el sitio hubo de retirarse los restantes de dicha torreta dejando solamente un fusil para que hiciese de vigía, dado que la ametralladora que colocaron para vatir la tan repetida torreta, pasaban sus disparos los muros del mirador. La fuerza fue distribuida estratégicamente en balcones y ventanas para dominar las calles de acceso a la plaza del pueblo donde se hallaba el cuartel, consiguiendo así rechazar los repetidos asaltos que el enemigo intentaba sobre él, en los cuales se empleaban, bombas de mano, fuego de fusil, ametralladoras y líquidos inflamables, mientras el que suscribe disponía de nueve fusiles y unas ocho escopetas con pocos cartuchos para las mismas. Repetidas veces fueron invitados a la rendición con las voces de ¡rendios a las FAY, que os perdonamos la vida. Palabras que con verdadero entusiasmo eran contestadas con las de: ¡nunca! ¡viva España! ¡arriba España! En su (..) y odio prendieron fuego con liquido inflamable y gavillas a varias casas de la manzana aneja al edificio, para que este se propagase al Cuartel; en esta situación llegó el día siete de agosto, cuya mañana intentaron nuevos asaltos que se consiguieron rechazar, no cesando hasta las quince horas de dicho día, debido a que refuerzos que al enemigo venían desplegados por un monte cercano al pueblo llamado de Los Alabares lo tomó la FAY como venidos a la Fuerza sitiada de Granada y Padul, creencia en la que se afirmarían aun mas al oír las voces que el que suscribe ordenó dar al guardia Juan Rubiño Moreno de: SON LOS NUESTROS, ¡VIVA ESPAÑA! ¡ARRIBA ESPAÑA! Cesaron un momento en su asalto para acudir a su encuentro, que fue aprovechado, en vista de que las municiones se iban agotando por momentos, el fuego había hecho su presa en el cuartel y la carencia absoluta de víveres, para que, por una escalera atada a la reja de comunicación de la Casa Grande y Cuartel con la Iglesia, doblando previamente dos de sus barrotes, descendiesen a la misma todas las personas que allí se hallaban, llevando también al Falangista herido, del templo se pasó a la sacristía y desde el corral de esta a la calle y por el río Turillas, todos llegaron al Padul, en cuyo pueblo, recibieron, asistencia facultativa, el herido, el guardia Juan Rubiño Moreno de una dislocación en el pié derecho, y el que suscribe de un hematoma en el mismo pie derecho, producido al recibir un fuerte golpe durante el asedio al va- 

Pagina 4 (..) dar de sitio, por cuya causa y por orden del facultativo tuvo prescripción de guardar dos días cama en el mencionado pueblo de Padul, al cual se llegó a las once horas del día nueve de Agosto pasado. Durante el asedio y defensa de la Casa-Cuartel se distinguieron
 por su animo y espíritu patriótico excelente de la fuerza que en la misma se encontraba, y de una manera especial los guardias: Francisco Almansa Gutiérrez, Juan Rubiño Moreno, Mariano Estevez Díaz, aspirante a ingreso en el cuerpo, hoy guardia Antonio Molina Montes, , (..) hoy ingresado en el Instituto José Cobos Ruiz, el falangista Antonio Rodríguez Romera, el requeté Antonio Montavez Quesada, y los paisanos don José González López,(..) González Alguacil y Manuel Navas Fernández.

“Héroes anónimos de 1936: Pedro y Salvador” 

El silencio del cartero
Por José Gutiérrez Jiménez

 Pedro Escobedo Castillo, cartero del pueblo de Jayena, conocía bien los caminos que unían Jayena con Alhama de Granada. A lomos de su yegua, llamada Encarnita, recorría dos o tres veces por semana esas veredas que conectaban ambos pueblos.

 Pedro tenía 38 años, el temple de quien ha trabajado sin pausa y una mirada que aún guardaba ternura. Había nacido en Alhama, pero llevaba años viviendo en Jayena, en la calle Almuñécar, donde la gente lo saludaba con respeto y confianza.

 Aquella semana, en medio del sofocante verano, Pedro se dirigió, como hacía habitualmente, a Alhama para recoger la correspondencia destinada a Jayena. En la oficina de correos recibió un telegrama o notificación urgente: su destino era el puesto de la Guardia Civil de Jayena.

 El mensaje era claro y lapidario: “Procedan a declarar el estado de guerra.”Pedro comprendió de inmediato lo que aquello significaba. Lo sintió como si un puñal se le clavara en el corazón.
Sabía que, tras ese telegrama, vendrían detenciones, venganzas, muertes. Sabía que la guerra, al llegar a Jayena, no lo haría con uniformes y banderas, sino con vecinos enfrentados, con odios antiguos convertidos en sangre.

 Entonces tomó una decisión insólita: no entregó el telegrama en el cuartel de la Guardia Civil de Jayena. Lo escondió. Durante días, el mensaje oficial que debía encender la mecha de la represión quedó silenciado por el acto solidario y valiente de Pedro, el cartero.

 El 25 de julio, por otros medios, la orden llegó finalmente al comandante del puesto de la Guardia Civil del pueblo. Ese día se declaró el estado de guerra en Jayena. El comandante lo comunicó a los guardias civiles bajo su mando: Ignacio Rubiño Moreno, Juan García Rubio, Mariano Estévez Díaz y Fermín Garrido Quintana. A ellos se unieron vecinos falangistas del pueblo y algunos otros provenientes de municipios cercanos, formando una fuerza de entre cuarenta y cincuenta personas.

Atrincherados en La casa Grande

 La tarde del 25 de julio de 1936, la Guardia Civil del pueblo, encabezada por el comandante del puesto, se encerró en la Casa Grande, edificio que albergaba el cuartel y el Ayuntamiento. Junto a ellos se atrincheraron falangistas del pueblo y otros llegados de Fornes y Arenas del Rey.

 Durante días, aquel edificio se convirtió en una fortaleza improvisada, un símbolo del poder que intentaba resistir el empuje de la calle.Las calles de Jayena, normalmente tranquilas, se llenaron de barricadas improvisadas con colchones arrancados de las camas, colocados en las entradas de las calles cercanas a la Casa Grande, mientras resonaban gritos a favor de la República.

 Los republicanos del pueblo, junto a vecinos decididos a resistir el golpe de Estado que se intentaba perpetrar en España contra un gobierno legítimo y elegido democráticamente, sitiaron la Casa Grande. Desde balcones, esquinas y ventanas, apuntaban con sus escopetas viejas y remendadas hacia las rendijas de los muros, donde asomaban los mosquetones de los guardias y las escopetas de los falangistas atrincherados.

 La tensión era insoportable, y el calor del verano solo hacía más agónica aquella lucha. El mismo 25 de julio, el guardia civil Ignacio Rubiño Moreno, que vigilaba desde la azotea del cobertizo, fue herido gravemente por una bala. Se dice que fue alcanzado a las dos de la tarde, cuando protegía la entrada de refuerzos. murió días después en Granada En los expedientes abiertos sobre algunos encausados por este suceso, se aclara lo siguiente:

 “Creyendo que el guardia civil Rubiño se hirió él solo al disparársele el mosquetón, y no fue herido por elementos rojos, en primer lugar porque la bala era de fusil, arma que aún no poseían los rojos.” ( El mosquetón Mauser Modelo 1916, también conocido como Oviedo 1916, fue utilizado como arma reglamentaria, por la Guardia Civil durante la Guerra Civil española, probablemente este era que modelo que portaban los guardias civiles en Jayena).

La huida de la Casa Grande

 Los últimos días de julio y los primeros de agosto marcaron un punto de inflexión. La lucha entre republicanos y sublevados se volvió agotadora, acentuada por el calor y el paso de los días.

 En la tarde del 7 de agosto, (sobre las tres de la tarde), aprovechando un momento de relajamiento entre los sitiadores republicanos, los atrincherados decidieron huir de la Casa Grande. Lo hicieron a través de una habitación del cobertizo que daba a la iglesia, una antigua abertura (ventana), utilizada como oratorio por los nobles para asistir a misa. Por allí, un vecino, Salvador Jiménez Cortés, les tendió una escalera de madera y los ayudó a descender hacia un corral de su propiedad, colindante con la sacristía. Uno a uno, hombres, mujeres y niños salieron, deslizándose en silencio por el Callejón del Duque, hasta alcanzar la vega.

 Salvador Jiménez Cortés, gran conocedor de esas veredas de la sierra por su oficio de tratante de ganado, guió al grupo desde la vega de Jayena, conduciéndolos por senderos ocultos en dirección a Padul, ya en territorio controlado por los sublevados. ( la huida se hizo a través de una antigua senda, que transcurrir por la ribera del arroyo Turillas)

 Lo paradójico fue que Salvador Jiménez Cortés, quien aquella noche ayudó a escapar a los sublevados, poco tiempo después se vería obligado a huir él también. Tras la toma de Jayena el 25 de enero de 1937 por las tropas franquistas, y la salida del pueblo de los republicanos y simpatizantes de izquierda, Salvador escapó hacia las provincias bajo control republicano.

 Su destino final fue Murcia, donde se alistó voluntariamente en el ejército republicano, alcanzando el grado de sargento. Sin embargo, el destino le tenía reservado un giro trágico: fue capturado en el frente de Teruel el 7 de febrero de 1938 y condenado a reclusión perpetua.

 A Pedro Escobedo Castillo lo acusaron de interceptar la correspondencia de la Guardia Civil, al haber tenido en sus manos la orden enviada en julio de 1936 al cuartel de Jayena para que se declarase el estado de guerra. Sus actos le acarrearon una dura consecuencia: el 10 de marzo de 1944, fue sentenciado a veinte años de prisión por un delito de auxilio a la rebelión. Su único “delito”: intentar retrasar la llegada de la guerra a Jayena, aunque solo fuera por unos días. Trató de salvar a su pueblo desde el silencio, desde la desobediencia.

 Su gesto no cambió el curso de la historia, pero sembró una semilla de dignidad. Porque hubo un hombre en Jayena que, cuando todos se preparaban para matar o morir, optó por esconder un telegrama, como si al hacerlo pudiera esconder también la guerra misma.

 A Pedro y Salvador los unía algo más que la vecindad: los unía un profundo sentido del deber hacia su gente, hacia su pueblo. En un tiempo en que las armas hablaban más alto que las palabras, ellos eligieron la solidaridad, la valentía y el deseo de proteger vidas inocentes. Por su parte Pio Díaz Rodriguez, la otra cara de la moneda, decidió no acatar una orden de traslado y, en su lugar, organizar la defensa de la Casa-Cuartel frente al avance de milicianos republicanos, para defender en lo que creia.  

 Fueron héroes anónimos del 36, en diferentes bandos, uno vencedor, y otros vencidos, hombres sencillos que enfrentaron la barbarie unos con la fuerza de su compasión, otros con la creencía de su verdad.

Epílogo: Historia, memoria y dignidad

 Jayena fue una mínima trinchera en el vasto campo de la Guerra Civil, pero su historia encierra un drama universal: el de la elección entre obedecer o proteger, entre luchar o salvar. Pedro, Salvador y Pío tomaron decisiones opuestas, pero todas nacidas de la convicción

 El 23 julio de 1936, por parte del alférez, se ordenó la concentración en Alhama de las fuerzas de la Guardia Civil, a la que acudieron las de Ventas de Zafarraya, Zafarraya y Cacín, pero no las del Pinar de Alhama y Jayena. La orden la llevaron a cabo el guardia José Hernández Rivas y José Linde Árbol acompañados de 8 ó 10 milicianos. En Jayena, donde también estaban los guardias del Pinar, se negaron a presentarse en Alhama afirmando que “ellos no obedecían dicha orden porque el Jefe de la Línea estaba unido a los marxistas, y que ellos estaban con el Ejército Nacional”, invitando a la pareja a detener a los milicianos y entregar sus armas al personal de derechas de Jayena. Ante la negativa, los guardias y los milicianos regresaron a Alhama.(pagina 51) Antes, durante, después. Represión franquista en Alhama de Granada

 El 26 ó 27 de Julio de 1936, continúa Sánchez Benítez, el alférez pidió voluntarios para ir con las milicias para obligar a los guardias de Jayena a que se rindieran (había tenido una reunión con el Comité y decidieron que 10 guardias acompañaran a los milicianos a Jayena).(pagina 52) Antes, durante, después. Represión franquista en Alhama de Granada

 Añadir que la situación en otros núcleos cercanos era explosiva, de enfrentamiento abierto, en particular Jayena. Esta población se convirtió en el foco de la subversión en la comarca. La proclamación por parte de la Guardia Civil del bando de guerra el día 25 fue el detonante para
que acudieran voluntarios falangistas de Arenas, Játar y Fornes para apoyar a los sublevados atrincherados en el cuartel. (pagina 61) Antes, Durante, después. Represión franquista en Alhama de Granada

 En Jayena, la Guardia Civil había declarado el estado de guerra y con personal afecto se atrincheraron en el Cuartel. Fuerzas de milicianos entraron el 6 de agosto en la población, los guardias civiles escaparon dejando inermes a los paisanos que se les habían sumado en la sublevación. La propaganda franquista presenta el hecho como una resistencia heroica y la huida de los guardias como estrategia militar.(pagina 104)\ Antes, durante, después. Represión franquista en Alhama de Granada.

Salvador Jiménez Cortés

 Natural de Alhama y vecino de Jayena, 33 años, hijo de Juan y Teresa, casado con Teresa Navas Olmos, 4 hijos, campo. Huyó con su familia a la entrada de los sublevados refugiándose en Murcia. Ingresó voluntario en el Ejército Republicano, 82 BM, alcanzando el grado de sargento. Cayó prisionero el 7 de febrero de 1938 en la Sierra Palomera, durante la batalla de Teruel. El 8 de agosto de 1938 fue condenado por el delito de rebelión militar a la pena de reclusión perpetua a pesar de reconocer el tribunal que posibilitó, a través de su casa, la huida de los guardias civiles, sus familiares (mujeres y niños) y derechistas de Jayena que se habían sublevado y hecho fuertes en el cuartel de Jayena cuando el 7 de agosto de 1936 los acosaban las milicias republicanas. Ese rasgo de humanidad fue correspondido con una nueva denuncia de las personas de orden de Jayena, oponiéndose a un posible indulto que dio origen a una segunda causa en 1942 que terminó en sobreseimiento. Purgó cárcel y detención desde el día que cayó prisionero en febrero de 1938, pasando por el campo de concentración de Vitoria, Prisión de Granada y desde 1939 en la de San Miguel de los Reyes (Valencia). El 14 de agosto de 1943 le concedieron la libertad provisional instalándose lejos del pueblo. El 28 de agosto de 1945 le instruyeron expediente de responsabilidades políticas. Causa 1674/38 Causa 934/42 JTMT23 (pagina 385) Antes, durante, después. Represión franquista en Alhama de Granada

 “Al conocerse el día 24 de Julio la iniciación del movimiento salvador, el sargento de la Guardia Civil comandante del puesto se dirige a Granada  a recibir ordenes, el siguiente día  dia 25, declaró el estado de guerra y redujo los pequeños grupos de agitadores de la localidad, así como algunos que llegaron de pueblos vecinos que aún estaban en poder de los marxistas. El pueblo quedó en absoluta normalidad, pero aislado completamente de Granada y de otras localidades.

 Durante catorce días la normalidad no se perturbó lo más mínimo. El día 6 de agosto el aspecto del pueblo cambió de un modo radical. En las inmediaciones apareció una horda salvaje de individuos de la F.A.I. de Málaga, que se dedicó a asaltar y arrasar todos los cortijos que encontraban a su paso, entre ellos los de las Villas, Ochíchar, Los Frailes, La Torrecilla, etc. Terminada su obra devastadora, atacaron el pueblo de Jayena, único de aquellas inmediaciones que se había sumado al movimiento nacional.

 Ante la inmensa superioridad numérica de los atacantes, el sargento de la Guardia Civil, nueve guardias, el falangista don Antonio Rodríguez Romera y el requeté don Antonio Montávez, en unión de cuarenta mujeres y niños, se encerraron en el cuartel de la Benemérita y en la Casa Grande, propiedad de los herederos de don Fermín Garrido, y allí se hicieron fuertes contra las turbas rojas.

 Durante más de treinta horas los rojos no cesaron ni un momento de disparar sobre las casas en que estaban los elementos de orden. Esfuerzo inútil. El corazón esforzado de los defensores no desmayó ni un momento. Y bastantes de los milicianos rojos besaron el suelo abatido por certeros disparos de los que con tanto denuedo se defendían. El fuego de los sitiados impedía, más que por su importancia material, por el pánico que sembraba en las filas rojas, que las huestes del marxismo se atrevieron a dar el asalto definitivo. Ante la falta de valor, los rojos recurrieron a la traición. E incendiaron los edificios colindantes con las casas sitiadas para que el fuego se propagara a éstas y perecieran abrasados sus defensores. fragmento del libro titulado “Rojo y azul en Granada”. de Ángel Gollonet publicado en 1.937

 José Cuesta Monereo coronel E.M. del ejército, en la revista Ilustrada de las Armas y Servicios número 18, en un artículo publicado en julio de 1941, bajo el título, “En los campos de Granada”, relata como los guardias civiles del puesto del Pinar de Alhama, se unieron en el alzamiento a los guardias civiles del puesto de Jayena. Así lo relata: Todavía, y no obstante hallarse aislados, resisten Jayena y Pinar de Alhama, cuya suerte corren juntos en Jayena. La presencia de una columna roja de la F, A. I. de Málaga, de 200 hombres, les obligó a refugiarse en el cuartel con algunos paisanos, siendo asesinados 12 de éstos que no lo hicieron y marchando el resto a la sierra. La guarnición no acepta la rendición propuesta por la F.AI. y mantiene la lucha unas veinticuatro horas, hasta las once de la mañana del día 7. En esta hora, prendido fuego por el asaltante a las casas vecinas, viendo que se propagaba a la casa-cuartel y agotadas las municiones, aprovechan una pausa del combate y logran salir del edificio con todas las mujeres, niños y heridos, replegándose sobre Padul y Granada; a donde llegaron el día 9 de agosto.

 Al respecto José Gutiérrez Jiménez en su libro Jayena ayer y hoy de su historia escribe: “En los últimos días de Julio y primeros de Agosto del 36 se acaban haciendo fuertes los golpistas, durante la tarde del 7 de agosto, vecinos partidarios a la república intentan asaltar el cuartel de la Guardia Civil, esta vez con éxito, entrando en el cuartel los republicanos y ocupándolo, en esa madrugada de Agosto esos guardias civiles y sus familiares junto a falangistas de Fornes, Arenas del Rey y Jayena, que se encontraban dentro del cuartel (aproximadamente unos 40 o 50) salen por una ventana de un oratorio que tenían los nobles que se comunicaba con la iglesia del pueblo, siendo ayudados a salir por la ventana por Salvador Jiménez Cortés, poniendo una escalera de madera y sacándolos por un corral de su propiedad colindante con la sacristía de la iglesia, evaluándolos por el callejón del Duque hacia la vega y dirigiéndose todos hacia Padúl territorio en manos de los sublevados.

 Aquel 25 de julio de 1936 es una fecha señalada en el calendario de su existencia, que le marcó para toda su vida. Apenas unos días antes se había producido el golpe de estado militar, que daría inicio a la guerra civil española. “Recuerdo el primer tiro, el primer tiro que sonó en Jayena”, (impresiona escucharlo, y como recuerda al detalle los hechos, tenía apenas 9 años Federico), eran las doce de la mañana, ahí en el haza de las Eras estaban Dionisio, mi “papa” y yo. Ellos estaban haciendo guardia, la guerra ya había explotado, era el día de Santiago, el 25 de julio, y dice Dionisio, Paco un tiro, anda coño tienes los tiros ‘metíos’ en las orejas, (responde Paco, el padre de Federico), cuando de repente se lió aquel tiroteo de los civiles, habían sido los civiles los que entraron en Jayena. Yo salí corriendo para mi casa, por la orilla de la acequia, vivíamos en la vera de la acequia, yo escuchaba los silbidos de las balas, y pensaba, eso son los pajarillos, volando para la alameda, y eran las balas que silbaban. Todo el día de Santiago estuvieron los tiros por las calles de Jayena, hasta que se quedaron con el pueblo los civiles, eso fue el día de Santiago. Recuerdo que la guardia civil encerró a 22 hombres en la cárcel en el cuartel. Muchos nos fuimos a la sierra, huimos para no caer en las manos de los “civiles”. Recuerdo que el alcalde republicano se llamaba Alejandro. Luego llegó la FAI; nosotros mi padre, mi madre, mi hermana y yo estábamos refugiados en la cueva Márquez, uno que le decían Antonio Cominos, estaba en el Cerro “El Ángel”. Y le decía a mi “papa”, lo recuerdo como si lo estuviera oyendo ahora mismo, “que Jayena está ardiendo”, era la FAI que había entrado en Jayena, estuvieron tres días a tiros, creo que era el 7 de agosto cuando los guardias civiles se retiraron para el Padul. Las fechas se difuminan en el horizonte de la lejanía de la memoria de Federico. Testimonio de Federico Medina Arias. Conversaciones con Federico (I): Federico Medina Arias, historia de un luchador. Por Jesús Pérez (Alhama.com)

 Para finalizar esta extensa crónica, es justo subrayar que su realización no habría sido posible sin la generosa colaboración de Antonio Díaz, hijo del sargento de la Guardia Civil Pío Díaz Rodríguez —comandante del Puesto de la Villa de Jayena en julio de 1936, cuando estalló el alzamiento militar que dio origen a la Guerra Civil Española—. Gracias a Antonio, quien nos cedió el informe redactado por su padre sobre los hechos ocurridos entre el 23 y el 24 de julio y el 9 de agosto de aquel año, hemos podido reconstruir con rigor y detalle lo acontecido en Jayena durante aquellos días convulsos.

 Gran parte de este artículo se debe a José Gutiérrez Jiménez, vecino de la villa y apasionado de su historia, cuyo trabajo paciente y comprometido ha sido fundamental para esta investigación. Recuperar estas voces silenciadas constituye un ejercicio necesario de justicia histórica y un homenaje a quienes vivieron la guerra desde los márgenes.

Fuentes:
* Informe del sargento Pío Díaz Rodríguez (Archivo Militar)
* Expedientes de la Real Chancillería de Granada (Causas 1674/38 y 934/42)
* Gollonet, Á. (1937). *Rojo y azul en Granada*
* Cuesta Monereo, J. (1941). "En los campos de Granada". *Revista Ilustrada de las Armas y Servicios*, n.º 18
* Gutiérrez Jiménez, J. *Jayena: Ayer y hoy de su historia*
* *Antes, durante y después. Represión franquista en Alhama de Granada*
* Conversaciones con Federico Medina Arias (alhama.com).

Acceso a estos documentos originales que se han transcrito:

Radio Alhama en Internet - RAi