El Tanero preparó un arroz para 700 personas, en una jornada marcada por el calor y la despedida de sus fiestas de este verano.
Uno de los días de más calor del año, el pasado domingo 17 de agosto las fiestas de Játar llegaban a su fin. El punto central del día estaba en la comida popular de mediodía, aunque todavía quedaba toda la tarde por delante para otras actividades, donde lo más apreciado y relajante serían los hinchables acuáticos, porque la temperatura llamaba a ello.
A partir de las dos de la tarde la plaza se fue llenando con la llamada musical, acorde con el ambiente, de la charanga “Llena que nos vamos”, con pasodobles, e invitando a los presentes a bailar, siendo uno de sus componentes el encargado de ir sacando entre los presentes a ir animando la pista de baile, la misma en la que, como caseta municipal, también es el centro de la fiesta y el lugar para esta comida.
En una parte del recinto la barra, llevada por Santana, en la otra la improvisada cocina en la que el Tanero, con la temperatura del día elevada por los fogones, preparaba en tres inmensas perolas el arroz, suficiente para llegar hasta las 700 raciones se suponía harían falta para calmar el apetito de los asistentes que, poco a poco conforme se acercaban las tres de la tarde, y en una improvisada pero ordenada cola, se iban situando para recibir su ración o raciones que iban sirviendo al resto de los familiares que habían conseguido coger sitio en las mesas que disponía el recinto.
Vídeo ambiente de las fiestas de Játar
La animación de la charanga no cesaba, mientras la gente degustaba el arroz, muchos de los chavales con la cara pintada por los “pintacaras” que también, previamente, hacían su trabajo en el mismo recinto, amparados por la sombra que se podía tener por la gran altura del escenario de las atracciones musicales, unos metros al lado del “comedor”, formando todo ello lo que es el recinto municipal de las fiestas.
Saludamos a caras conocidas y cercanas, mientras las música, el arroz y el calor eran los protagonistas de este último mediodía de las fiestas de nuestro vecino pueblo de Játar, en el que nadie se siente forastero.