El último verdugo de la historia de España afincado en Granada y destinado en Cacín como Guardia Civil

Bernardo Sánchez Bascuñana nació en Carrión de los Céspedes (Sevilla) también estuvo en la guardería de la Confederación Hidrogáfica del Guadalquivir.

21/10/2006.- Cuenta César Girón, presidente de la Asociación Granada Histórica, en una interesante colaboración publicada en Ideal (16/10/2006) en su sección "Curiosidades Granadinas" que ésta ciudad acogió en 1971 la primera y única asamblea de Ejecutores de Jusiticia celebrada en nuestro país.  En ella participaron Vicente López Copete, Antonio López Guerra y Bernardo Sánchez Bascuñana, el "último verdugo español" que vivió en Granada, motivo por el cual tuvo lugar la singular celebración en la ciudad de la Alhambra. En la misma se aprovechó para poner en común actuaciones, vivencias,  e incluso sus críticas hacia la autoridad por la decadencia en la que estaba sumida su profesión, "tan necesaria como cualquier otra" y por "la injustificable cadena de indultos que se estaban produciendo, contraraimante a lo que debía ser", puesto que para ellos significaba una reducción  en sus ingresos. Ilustrado esta colaboración con tres fotografías adquiridas en el rastrillo por el propio Girón continua con datos inéditos teniendo en cuenta que la celebración de este "congreso" pasó desapercibido incluso para los periódicos granadinos y que ha salido a luz pública gracias al trabajo de un joven investigador, Daniel Sueiro (1931-1986) que sirvió a Martín Patino para su película "Queridísimos verdugos".

Un personaje extraño

 "De la bodega de Espinosa, en pleno corazón de la carrera del Darro, solía entrar y salir un ser un tanto misterioso, cubierto siempre, en todas las épocas, con un llamativo sombrero de ala ancha y con capa negra en invierno, que paseaba a diario, normalmente, entre su casa de la calle Zafra número 5 y Plaza Nueva, donde solía sentarse largo rato en el pretil de la embocadura del Darro. En el interior del establecimiento de la carrera eran pocos los que con él charlaban o tomaban un “chato”. No porque no fuera hablador o porque no quisiera relacionarse con los compañeros de taberna, sino porque nadie seguía su conversación. Era un personaje forzosamente solitario. Su mala fama le precedía. Ser verdugo, o “Ejecutor de Justicia” como alas de su Cuerpo les gustaba nombrarse, en una Granada de los setenta y principios de los ochenta, tan distinta a la actual, no estaba bien visto.

Bernardo (centro) con otros dos congresitas /F.A.

 El verdugo de Granada, Bernardo Sánchez Bascuñana, había nacido en la provincia de Sevilla, en Carrión de los Céspedes, en 1905. Le gustaba estudiar pero su padre no lo dejó. Prefería molerle a golpes si lo veía leer o escribir –decía-. Bernardo era el mayor de tres hermanos, dos varones y una hembra, que pasaron lo suyo desde que su madre muriera siendo niños y su padre se diera a las cartas. Quedó en Granada definitivamente desde que el golpe de estado franquista le sorprendió en nuestra ciudad adonde había venido a hacer algunos negocios. Ingresó en la Guardia Civil e hizo la guerra. Anduvo por distintos lugares del frente participando en la toma de Castellón. Finalmente, estuvo adscrito al puesto de Cacín y de Loja. Tras la conclusión de la Guerra Civil, pasó a la Guardería de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Fue proto-fundador de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y de la Virgen de las Maravillas, una de las principales de la Semana Santa de Granada. Casó en dos ocasiones, enviudando ambas. Quiso ser franciscano siendo ya viudo. Y, finalmente, el destino, como él decía, en 1949 ingresó en el Ministerio de Justicia como “ejecutor”. Fue el “ultimo verdugo que sobrevivió a la abolición de la pena de muerte en 1978. Algo que él, “no veía bien”.



 Quede para el anecdotario granadino este primer Congreso de Verdugos y la descripción de la figura del que fera el último verdugo español, Bernardo Sánchez Báscuñana, al que veía todos los días, cuando era niño, por las calles del barrio de San Pedro".

César Girón. Ideal, 16/10/2006 (Pág. 14)