Sor Clara, paz y bien en la tierra camino de la eternidad



Querida por toda Alhama y respetada por todo ser humana, era universal en practicar el amor -no olvidemos que del amor que hablamos no existe límite- que sentida por el Dios Creador, su Inmaculada Concepción, y por Santa Clara y San Francisco.




Por Andrés García Maldonado

 En la práctica totalidad de más de cinco décadas vividas directamente con sus dichas y fortunas, alegrías y penas, he sido testigo y participado en cientos de acontecimientos y casos del sentimiento elevado de todo el pueblo, de su comarca, así como otros lugares. Concretamente, en estas últimas semanas y días, la enfermedad, fallecimiento y honras fúnebres de nuestra Sor Clara, María del Carmen Vinuesa Jiménez del Barco, nos han dejado a muchos cientos de alhameños y personas de muy diverso lugares doloridos y entristecidos, cuando bien sabemos que no es lo que ella, precisamente, desea basándose en sus firmes convicciones.

 No ha sido cuestión, aunque también, de creencias y sentimientos religiosos y hasta espirituales que abarcan mucho más. No de entrañables familiares, ni de vocacionales Hermanas y queridas personas que formarán para siempre parte de su existencia -como nuestras Sor Francisca y Sor Pilar, inseparables para nosotros en nuestra vida con Sor Clara-, aunque también, como igualmente sus familiares como su inolvidables padres, hermanos y sobrinos, comenzando por mi singular maestro Manuel Vinuesa, o su sobrino Benito, y tantos otros. Como otras hermanas y monjas de muchas partes, sacerdotes, iniciando la relación por nuestro párroco don Víctor - “monja de clausura con espíritu libre”, como afirmó de la misma el joven párroco-, y, ¿Cómo no?, o mis entregadas familiares al convento por cariño y afecto como Chencha y Marina.

 Generosidad par parte de todos que jamás olvidaremos lo que hemos sido testigos. Pero lo que me ha sorprendido y sorprende, aunque mi imaginación creía alcanzar a verlo venir, es, simple y llanamente, que Sor Clara ha dedicado su vida a su Fe y a los demás, ha hacer ejemplarmente realidad el lema de las Clarisa, “Paz y Bien”, en este caso como vivencia diaria terrena sin darse cuenta que caminaba por el sendero que lleva a la Eternidad.



 Sí, camino diario y cotidiano por su sencillez y entrega, sin saber la mano izquierda lo que hacia su derecha, ayudando a todos paradójicamente donde a lo largo de toda su vida, desde que entró al convento con 21 años, jamás sobraron las posibilidades para vivir y sustentarse sus Hermanas y ella.

 Y qué generosidad con todos, absolutamente con todos. Cuando tenía noticia de algún necesitado, de una familia que estaba mal, del desprotegido, se interesaba por él y, de alguna forma, con sus oraciones y peticiones compartía las dificultades de muchos semejantes.

 Querida por toda Alhama y respetada por todo ser humana, era universal en practicar el amor -no olvidemos que del amor que hablamos no existe límite- que sentida por el Dios Creador, su Inmaculada Concepción, y por Santa Clara y San Francisco. Y Alhama la seguirá queriendo por encima del paso del tiempo, como una de las personas, o quizás la persona en concreto, que en el conjunto de todos los alhameños que hemos conocido la inmensa mayoría, ha sido y es la más buena que ha dado esta tierra, muy por encima de ideas religiosas o de cualquier otra índole. La autentica calidad humana no tiene límites preestablecidos.

 En 2012, junto con mis entrañables amigos Marina y Raúl, tuvimos el honor de organizar durante varios meses los actos conmemorativos de los Cuatrocientos Años de la Llegada de las Clarisas a nuestra tierra fue ella quien nos eligió y nosotros los que se lo agradeceremos imperecederamente mientras vivamos.

 
“1612-2012 CUATRO SIGLOS UNIDOS”



 En el año de 1612 los cabildos y habitantes de la ciudad de Alhama de Granada decidieron fundar el convento de las monjas de la regla de la gloriosa madre Santa Clara y, desde entonces, durante cuatrocientos años el Convento de la Inmaculada y Alhama han estado y están histórica, emocional y espiritualmente unidos. 12 de octubre de 2012. Patronato de Estudios Alhameños.”

 Si mi vida ha tenido la suerte, ya durante más de medio siglo, de estar con Alhama y servirla en cuanto me ha sido posible, haciéndolo con inolvidables y sensacionales amigos, antes y ahora, puedo decir que, al menos para mí la despedida terrena de Sor Clara, ha sido de los hechos más entrañables que he vivido, y eso que no me caracterizo por ser un católico prácticamente aunque si intento ser cristiano, lo que creo que es harto difícil.

 Respeto toda idea y sentimiento venga de donde venga y pretenda lo que pretenda, siempre que a su vez el mismo respete a los demás. De ahí la popular “Proclama de Alhama”, ya en 1992, hablando de concordia y convivencia entre culturas y pueblos, y personas en general. A ella le encantó cuando se la llevé. Tenía, como digo, un sentimiento universal y un amor esencial a esta tierra.

 Quería morir. En su Alhama natal. En Granada, en varios momentos, sintiendo que llegaba su partida, pedía al médico ser trasladada inmediatamente a su convento, el que estuvo abierto a todos los alhameños y no alhameños. Pero con sus peculiaridades de su historia y de esta tierra. Y ahí se despidió de esta tierra, y ahí, en espíritu estará entre nosotros. También en su amada Alhama.

 En la palabras que escribió para el programa conmemorativo del IV Centenario que preparamos comenzaba: “Dios Bendito y misericordioso y nuestra Santa Madre Inmaculada han querido que, junto con el octavo centenario de la fundación de nuestra Orden por la gloriosa Madre Santa Clara, conmemoremos los cuatro siglos de la presencia de las Hermanas Clarisas en Alhama, con la decisión de nuestro convento el octubre de 2012.” Pues bien ella ha partido casi exactamente un lustro después, dos días después, al atardecer del día 13 del corriente mes de 2019.

 A pesar de cuanto ha sufrido en estos últimos meses y años, a pesar de las dificultades que le hacían penar ante el futuro de su Convento -he aquí un reto en el que tenemos que estar unidos todos los alhameños y que fue la ciudad la que en 1849 traslado el convento al lugar que hoy ocupa,-para todos los alhameños antes y ahora , a pesar de tantas personas que lo están pasando mal, tuvo una iluminada sonrisa para despedirse y una dulzura para elevarse en el corazón de todos. Lo dicho, creo que no ha habido en Alhama una persona más querida por todos, creyentes y no creyentes, buenos y hasta menos buenos.

 Si sus viejo apogeo se decía que los conventos de clausura venían a ser como el pararrayos espiritual que protegían a las almas de los pueblos donde se encontraban, puede afirmarse que Sor Clara, como Sor Francisca y Sor Pilar, y tantas otras Hermanas de buena voluntad seguirán a lo largo de los tiempos manteniendo su amor, entrega y sacrificio por los demás y su fe con estas tres palabras: Paz y Bien. A la que pueden acogerse hasta agnósticos y ateos de buena voluntad.

 

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