Independentismo catalán o la fuerza del sinsentido



Con este artículo, publicado en el periódico Comarca de Alhama, de septiembre de 2017, Antonio Adolfo González Rivera, que ya fuera colaborador de ‘Radio Alhama’, se incorpora a las páginas de opinión en la tirada de papel.

Independentismo catalán o la fuerza del sinsentido

 Una buena política se basa en la actitud de sus demandas, la honestidad de sus líderes y una planificación con sentido común. Pues bien, digamos que me sigue sorprendiendo su falsa actitud, me duele y me molesta su falta de honestidad y autoritarismo de este último «cataluñazo», al pretender que el resto de españoles tengamos que sufrir a una escasa quinta parte de la población catalana que planea a voces, líderes antidemocráticos, actitudes vandálicas y escasos argumentos, separarnos de un todo constitucionalmente español. Por supuesto no me refiero al hecho de que quieran la independencia, faltaría más que no pudiéramos decir aquello que pensamos. Me refiero a que el vandalismo democrático es el argumento de los que no tienen argumento.

 Me sorprende porque, como la mayoría de españoles, sentimos que estamos hechos con un poco de cada comunidad, o genealógica o culturalmente todos nos sentimos un poco de todo, nos sentimos europeos y ciudadanos del mundo, … Nos gusta y nos ha gustado explorar desde siempre. Yo, por ejemplo, he vivido y trabajado muchos años en Irlanda y me siento un poco irlandés (mi hijo vive allí), también en Italia y parte de mí es italiana, pero también me gusta el marisco gallego, el cocido madrileño, la butifarra y el Barça (yo difiero en lo del Barça pero otros amigos no), el Mediterráneo, las sevillanas, el Rivera del Duero o mi Aranzada Sauvignon, mi Alhambra, América que no Trump, ... Me siento un poco de todo porque, ese todo es nuestro mundo; viajar dentro o fuera de España abre la mente y nos hace libres.

 Desde pequeño me han enseñado a amar mi país como un todo, y no a odiarlo y a reforzar las pocas diferencias que, según Puigdemont, Tardà, Rahola o Junqueras, son tan insalvables que necesitan construir una frontera entre ellos y nosotros. Sigan siendo del Barça pero recuerden, el Barça no juega solo y la única manera de demostrar su juego es jugar con otro grande. España o Cataluña divididas se hunden en la vulgaridad de un localismo amurallado.

 Me duele porque no quiero que me obliguen a tener que presentar el pasaporte la próxima vez que visite Barcelona, solo porque unos descamisados «o no» han encontrado en este tema su siguiente excusa para justificar su violencia y odio infundado, sean catalanes «o no». Perdonen sus mercedes con rastas «o sin ellas», Cataluña es un crisol de culturas y hablar catalán debería ser motivo de orgullo, no motivo de discordia. La xenofobia lingüística es una patraña inconsciente, es un pataleo caprichoso, es, como dice Carlos Herrera, «otro cataluñazo».

 Y me molesta, porque los inmaduros de las CUP o los pablo-iglesias de voces y calle, quieren romper la dinámica europea de unión entre países y de movilidad futura, de una España y Europa unidas. Siendo de izquierdas están potenciando la ultra derecha con comportamientos afines. Señores, ¿quieren dejar de ser españoles y seguir siendo europeos? ¿Ustedes que hablan inglés o francés en los medios extranjeros y catalán con el resto de España, pero hablan de nuevo español si visitan Sudamérica? Hmmm, no tiene mucho sentido. Ustedes son simplemente unos «piratillas de pseudo-política infundada». Hasta Jack Sparrow diría: «That doesn’t make any sense at all». Perdona, ¿me pongo en tu línea y te pido el pasaporte la próxima vez que vayas a ver a jugar al Barça a Madrid?, ¿O cuando te visite tu novia de Sevilla? ¿La vas a obligar a sacarse un visado para visitarte, o te lo vas a pensar si cuesta dinero? Recuerda, la pela es la pela. Personalmente les daba la «independencia en casa» a estos pocos, y les pedía el pasaporte y pagar un visado al salir de ella. Pero afortunadamente, estos no representan la totalidad de Cataluña.

 En Andalucía y en muchas comunidades españolas también podemos encontrar trazas de historia que buscaron la independencia, como Blas Infante y su «El Ideal Andaluz». Trágico, pero no es coherente volver al pasado. No es razonable avivar la llama de las diferencias políticas para promover la violencia. Lo que tiene sentido es luchar con el diálogo por hacer más transparente y equilibrado cualquier proceso político que reduzca el índice de paro y no haga que el resto de ciudadanos tengamos que costear vuestros absurdos. España tiene hambre. La división, la independencia, trae rencor y fraccionamiento, conlleva debilidad y un futuro comprometido. Implica miseria, sangre y destrucción. Nos recuerda el pasado negro de Europa. ¿Volvemos al pasado y decimos que España es solo Asturias y el resto territorio reconquistado? ¿Qué Europa sea de nuevo francesa o romana o visigoda?

 La xenofobia independentista tal y como yo la veo es un sentimiento histórico rencoroso, infundado y una excusa retrógrada que se basa en la educación del odio a España y Europa. ¿Qué tu vida no tiene sentido si tu pasaporte no pone que eres catalán y eso que tus abuelos eran andaluces? ¿Que entonces tus motivos son económicos? Citando a Jaume Viñas, los catalanes pagan más impuestos que el resto de españoles. Pero es normal que así lo hagáis si vuestra tasa de paro es más baja y vuestro PIB más alto y de acuerdo a vuestro juramento político expongáis vuestros motivos en un ambiente acorde con un gobierno democrático cuyas leyes acatasteis.

 Espero que este sinsentido independentista sea una moda pasajera y que reine el sentido común y el diálogo sin tener que romper la armonía del código legal ni la solidez que brinda nuestra constitución. Espero que esta discordia no cree mártires sino líderes y mejore la comunicación política para encontrar soluciones coherentes.