En busca de la partida de Enrique Robles


 En estas últimos días se han llevado a cabo en el  cementerio de Alhama, en el lugar que ocupaba aquel denominado y tapiado “cementerio civil”- espacio que nos estaba vedado a los niños casi como  algo maldito, y sin casi-, actuaciones técnicas de catas del terreno en busca de encontrar donde fueron sepultados, allá por septiembre de 1945, los seis componentes de la denominada “Partida de Robles”.

 
Foto de 'La Partida de Robles'. En el centro, con la gorra más oscura, Fernando Béjar, cuyos restos intenta recuperar la familia en el cementerio de Alhama. 

“El mayor amigo de la verdad es el tiempo; su más encarnizado enemigo, el prejuicio; y su constante compañero, la humildad”, decía Charles Colton. La auténtica historia ha de ser, ante todo, la verdad, la que, antes o después, vencerá la cobardía que impone el prejuicio a personas y pueblos. Y se impondrá haciéndolo con humildad para que lo que debe ser, lo justo, llegue antes o después. Ello sin olvidar jamás que a los vivos se les debe respeto, mientras se lo merezcan, y a los muertos, siempre, nada más que verdad, les sea o no favorable.

Por  Andrés García Maldonado

 Hoy no voy a entrar, como debemos hacer ya de una vez por todas buscando el verdadero y riguroso sentido histórico,  si se trataba de bandoleros, de guerrilleros antifascistas, maquis, gente de la sierra, o como cada uno quiere o tenga conocimiento o, simplemente, haya  oído hablar de ello, o llegue a conducirle su legítima opción política. Por mi parte creo que hubo de todo y en abundancia, pero sobre todo y muy por encima de los demás, como en el caso que nos ocupa, guerrilla de resistencia antifranquista durante la posguerra civil española que fue deteriorándose. Cuando hace referencia a la palabra maquis el diccionario de la Lengua Española, se refiere a la guerrilla antifranquista. Lo que no quita, mi muchos menos, que se diese el bandolerismo también con numerosas situaciones y abundantes hechos espeluznantes.

 No es decir ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Es la realidad de lo que sucedió, eso sí, vista desde los medios que hasta ahora hemos tenido a nuestro alcance y los testimonios que nos han dejado personas, sobre todo familiares y amigos, que vivieron todo aquello y sobre lo que aún parece haber un cierto temor, resquemor en algunos casos,  en profundizar para acercarnos más a la realidad.

 Avalamos lo que decimos, en el sentido de que de todo hubo, por ejemplo, el que ya en retirada los nazis en Francia, y decidida la potenciación del maquis en España, en una reunión en Argelia, cuando se comienzan a enviar nuevas partidas guerrilleras a las costas del Sur de Andalucía, se concreta por los mismos grupos guerrilleros: “su propósito es ampliar el reducido grupo de guerrilleros que había e incrementar sus actuaciones, dotándoles de una mayor conciencia política y eliminando algunos casos de bandolerismo que se habían producido”.

 En primer lugar, ateniéndonos a la noticia que motiva este escrito, como periodistas, esta es muy simple: un nieto de uno de los seis componentes muertos de la partida, concretamente de  Fernando Béjar Gorriarán (en la imagen, cedida por su nieto Emilio Béjar), haciendo uso del derecho que por ley le asiste -las leyes nos gustaran mucho o poco y hasta nada, pero mientras estén lo están para ser cumplidas-, hace unos dos años, solicitó a la Asociación de la Memoria Democrática la búsqueda de los restos de su abuelo en lo que  fue el “cementerio civil” de Alhama, donde, según coinciden todas las fuentes consultadas fue sepultado junto con sus cinco compañeros de partida el  23 de septiembre de 1945.

 Cumplidos los correspondientes trámites al efectos, incluidos los preceptivos permisos de cuantas Administraciones los tienen que facilitar y contándose con el apoyo de la Junta de Andalucía, que es la que sufraga los gastos económicos de estas actuaciones en cumplimiento de la ley, especialistas designados por la referida asociación iniciaron el pasado 11 de agosto en el cementerio de Alhama los trabajos para llevar a cabo las correspondientes catas en el lugar donde se encontraba el indicado “cementerio civil”.

 Como manifestó a Alhama Comunicación Javier Moreno, del grupo investigador, dado el movimiento de tierras que se ha producido en el lugar concreto en el transcurso del tiempo,  la construcción de nichos en el mismo, las circunstancias propias del terreno, los sesenta y nueve años del enterramiento y, además, que estas seis personas no fueron sepultadas en ataúdes de tipo alguno, ni probablemente envueltas en mantas, las condiciones pueden considerarse caóticas, en palabras del responsable del equipo que está actuando, para el trabajo a realizar, “aunque, a pesar de las dificultades presentadas, no dudamos en que podemos dar con los restos de los seis. Así como con algo más”.

 Tras cuatro días de trabajos, ha resultado que así ha sido, que las referidas catas no han dado resultados positivos y hacen que, en su momento, continúen las actuaciones para obtener el resultado buscado de encontrar los miembros de la partida de Enrique Robles y, con ello, al abuelo del peticionario de la actuación, el miembro de la misma Fernando Béjar.

 Ahora, como historiadores, como obligación moral que está muy por encima de posturas o actitudes personales o convenientes o no para quienes la escriben, ante la respuesta de quienes no comparten un criterio concreto  o no desean que la verdad sea lo que se resplandezca por encima de todo, sea más o menos agradable la misma para unos y otros, o hasta para nadie, vamos a introducirnos en los hechos que sucedieron, ateniéndonos a la documentación con la que contamos al efecto. Dándose el caso, para bien de quien analiza y transcribe lo sucedido, que  la narración de los hechos, en este caso por parte de personas de muy distintas tendencias políticas, son prácticamente coincidentes, aunque en algunos de sus puntos no coinciden en la precisión que desearíamos, aunque sí en lo sustancial.

 El exilio de los españoles republicanos en el Norte de África, puede decirse que fue el más duro y dramático de todos. En el que no se ha profundizado como se debe, aunque se tiene conocimiento de la terrible realidad de los campos de concentración en Argelia y Marruecos. Tan sólo en el Camp Morand, al sur de Argelia, ya en pleno desierto, en una desolada llanura a más de 50º, llegaron a recluirse hasta a cinco mil refugiados españoles, obligándoles a trabajar  en la realización del ferrocarril  “Mediterráneo-Níger” de más de 250 kilómetros de longitud,  como se ha escrito “un infernal proyecto, rescatado del olvido por algún sádico”, en el que dejaron su vida o salud miles de españoles como mano de obra “semiesclava”-se les pagaba medio franco al día- hasta la liberación del Norte de África por parte de las tropas norteamericanas.

 Cuando los aliados llegaron, los republicanos españoles desfilaron por la calles de Orán, noviembre de 1942, con la tricolor de la República Española y la comunista con la hoz y el martillo. Durante los meses posteriores se preparan, hasta crean escuelas para una mínima enseñanza primaria de los republicanos refugiados.

La “Operación Reconquista de España”, supuso la operación más importante del maquis español en territorio español

 Ya en agosto de 1944, se modifica totalmente la situación con la presencia de Santiago Carrillo, “En Argelia se puso al frente de la organización comunista española, rompiendo las relaciones con los militares norteamericanos y conteniendo los contactos con la Península. Con sus camaradas realizó entrenamientos en los montes cercanos a Orán, con idea de efectuar nuevos desembarcos en las costas malagueñas, estando prevista la participación de Carrillo en uno de ellos para su incorporación a la guerrilla”.

 Carrillo recibe la orden de acudir al Sur de Francia, donde se llevaba a cabo la “Operación Reconquista de España”, la que supuso la operación más importante del maquis español en territorio español. La entrada de casi siete mil guerrilleros por el Valle de Arán y otras zonas del Pirineo, bien equipados y con armamento pesado, el 19 de octubre de 1944. Lo que en pocos días se convirtió en todo un fracaso tanto por la resistencia que encontraron por parte de las tropas franquistas como al obligárseles de algún modo a volver a territorio francés y no prestársele el apoyo que se esperaba seguir recibiendo. Ya a los aliados, como escribe con acierto Antonio Gordo, les iba interesando que Franco siguiese en el poder, antes de que España pudiese convirtiese en una República de izquierdas y, peor aún, con importante participación comunista.

 Pero antes de esto, como escribe Rafael Ortigosa Camacho, en su magnífico libro inédito “Otra memoria histórica”, “…el nuevo gobierno francés ayudaba, y si no ayudaba alentaba y hacía la vista gorda cuando los exiliados españoles intervenían en España con partidas armadas con objeto de derribar a Franco y restablecer nuevamente la República. Tanto por el Norte, donde el general Riquelme entró con gente armada como por el Sur, procedentes de Argelia, se desplazaban en embarcaciones partidas bien armadas que desembarcaban en las costas de Motril, Almuñécar y Almería. Lo hacían de noche, y una vez desembarcados se introducían en los cañaverales, y de estos se corrían a las diferentes sierras y a los lugares previstos anticipadamente”.

 Al mando de Enrique Robles Rochina, bien conocido y constantemente desprestigiado hasta la saciedad por el Ministerio de Asuntos Exteriores Español del momento –lo que pone en evidencia lo que preocupaba esta persona a los franquista-, ocho personas más, concretamente José Alonso López, Fernando Béjar Garriarán, José Chicano Camacho, Andrés Diéguez Iniesta, Alfonso Dueñas Márquez, Francisco Jiménez Corbacho, Antonio Garrido Noble y José Lara Díaz, pasan a España desde Argelia el día 21 de agosto de 1945, a bordo de una barca que denominan “Pasionaria”.

 No se da el más mínimo contratiempo y logran desembarcar en Castell de Ferro, según unos historiadores y, en la playa almeriense de Guardia Viejas, según otros,  siendo el objetivo previsto llegar a lo alto de Sierra Tejeda. Lo cierto es que ya en la provincia de Granada, el 31 de agosto de aquel año, en el término de Órgiva se enfrentan con la Guardia Civil y muere uno de los guerrilleros, concretamente José Alonso López.

 Los otros siete continúan hacia Sierre Tejeda y, como nos dice Rafael Ortigosa, “Creo que estas personas venían equivocadas desde el principio, y pensaban que las facilidades que habían tenido en Francia luchando contra los nazis, las iban a tener en España. Grave error, que pagaron con sus vidas. Bien sabido era que los habitantes de las granjas y del medio rural, en su gran mayoría, ayudaban y auxiliaban a los maquis, y creerían que en nuestro país pasaría lo mismo. Parece ser que los primero que hicieron fue tomar contacto con personas que tenían su ganado y apriscos por aquellos terrenos, preguntándoles lo que a ellos le interesaba, hasta que hicieron amistad con uno que le decían “El Cabrero”, el cual era confidente del comandante. El cabrero recibía las órdenes del mismo y guiaba a los maquis por donde le interesaba, hasta que llegó el día que cayeron en la trampa”.

Era curioso el maquis español en su lucha contra los nazis era heroico, mientras en España eran todos considerados bandoleros

 El comandante era Antonio Díaz Carmona, el que utilizó el sistema de tierra quemada para acabar con la gente de la Sierra, acudiendo a toda clase de medidas y artimañas, y llegando a extremos realmente inhumanos. Eso sí, realmente fue el que acabó con la gente de la sierra y llegó a escribir un libro, siendo ya coronel, que se publicó en 1969, en el que mantenía  que todo el que se echó al monte o colaboró con los que ya estaban eran parte del “bandolerismo contemporáneo”, aunque aceptaba que había alguna persona honrada pero engañada. Era curioso el maquis español en su lucha contra los nazis era heroico, mientras en España eran todos bandoleros, lo que indudablemente se trataba de una resignificación ideológica del maquis en el discurso cultural franquista, como bien ha expuesto el profesor Arroyo-Rodríguez.

 En la narración de estos hechos Juan Gutiérrez Arenas indica que “los guerrilleros tenían necesidad de alguna cosa y se encontraron a un pastor que guiaba una piara de cabras y le dijeron al cabrero si podía socorrerles pagándole con creces. El cabrero que también era joven les dijo que sí, pero en vez de hacer lo que les prometió fue y se lo comunicó al amo del cortijo, entonces el dueño avisó a la Guardia Civil”.

 Los datos más contractados que tenemos son que el 21  de septiembre de 1945,  hacia las tres de la tarde el comandante de la Guardia Civil en Alhama recibe la noticia de la presencia de la partida compuesta por siete hombres en Sierra Tejeda, más concretamente, en las inmediaciones de “Los aguaderos”. Se comunica con la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga para que participe en la operación por la parte de la sierra de la provincia vecina, dispone las tropas del Regimiento de Regulares Alhucemas que se encontraban asentadas en Alhama para este fin de lucha contra “los bandoleros” -concretamente tenían su cuartel en el Pósito de la Plaza de los Presos- y con las propias de la Guardia Civil destinadas en Alhama bajo su mando, dispone y lleva a efecto el cerco al grupo guerrillero, lo que logran sobre las seis de la tarde.

 Establecido el cerco, la fuerza de Málaga y los Regulares comienzan a cerrarlo obligando a los guerrilleros a marchar hacia atrás, los que rompen el fuego contra las fuerzas que avanzaban. Mientras retroceden encuentran a su espalda a las fuerzas de la Guardia Civil de Alhama que les esperaban y acaban con tres de ellos. Mientras otros tres mueren por la acción realizada por la fuerza de Málaga, logrando uno de ellos escapar.

 Concretamente, Juan Gutiérrez nos narra así como salvó la vida este séptimo: “Hubo uno que se quedó herido según se supo más tarde, y se subió a u arbusto de los que hay por allí que se llama enebro y pincha mucho. Esta planta tiene un color verde oscuro, un poco parecido al pino pero más espeso, algo así como el ciprés. Lo cierto es que el herido se pudo subir al enebro y esconderse sobre su copa. Allí pasó todo el día sin ser visto y al anochecer se marchó como pudo y se puso a salvo”.

 Concluida la operación por parte de las fuerzas de la Guardia Civil de Alhama y Málaga y los Regulares, los seis cadáveres, que no portaban documentación alguna que los identificara a alguno de ellos, fueron situados en un carro y, como era norma, “mostrados” por toda la ciudad, especialmente por los barrios donde vivían los obreros, para que sirviera de advertencia y escarmiento para posibles colaboradores con los bandoleros o gente de la sierra. Y a su vez para que familiares, amigos o conocidos los identificasen. En esta caso no hubo identificación alguna y, al final “del macabro paseo”, los cadáveres fueron depositados en el mismísimo portal del Ayuntamiento.

 Curiosamente, como nos dice Rafael Ortigosa, “…llevaban los relojes en el antebrazo, tapados con la manga de la camisa con objeto de que no diesen reflejos y así no poder ser detectados desde lejos, además tenían bolsas de aseo muy completas con su jabón, brochas de afeitas, cepillo y pasta de dientes y hasta cortaúñas”.

 Tras no poder conseguirse identificación alguna de los muertos, en la mañana del 23 de septiembre de 1945, fueron sepultados en una fosa común para ellos en el “cementerio civil” de Alhama, enviándose el correspondiente escrito a la autoridad competente de Granada por parte del Ayuntamiento, obligación establecida tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial y para mostrar cierta “seriedad” ante las posibles actuaciones de los aliados en relación al régimen dictatorial de España.

El delator recibió una recompensa de unas 37.000 pesetas de la época

 El miembro de la partida que logró salvar la vida en aquel momento fue José Chicano Camacho, “Aurelio”, veleño de 1914, estuvo considerado como el jefe de los guerrilleros de los Montes de Málaga, muriendo en un encuentro con la Guardia Civil el 23 de junio de 1947.

 Tras esto, se cuenta, en este caso además de por Juan Gutiérrez por otros conocedores de estos hechos, aunque el alhameño lo sitúa tan sólo semanas después, que tiempo después, un día al anochecer, se presentaron en el cortijo para el que trabaja el pastor conocido como “El Cabrero” -el que no era de Alhama-, unos cien maquis buscándolo, pero éste, a raíz de su delación, había abandono el cortijo, situación que se hacía inmediatamente posible cuando pasaba un caso como este, llegándose en variados casos a ingresar “el informador” en el mismo Cuerpo de la Guardia Civil, además de recibir, en el caso que nos ocupa, hasta una recompensa económica por cada uno de los muertos. Unas 37.000 pesetas de la época en total, en lo que a “El Cabrero” se refirió.

 Se afirma que entonces, encontrándose tan sólo el dueño del cortijo al que, considerándolo también “culpable” del chivatazo, lo ahorcaron colgándolo en la enorme chaparra que existía en la misma puerta de su cortijo, donde no lo encontraron hasta el día siguiente.

 Jorge Marcos en su libro “Guerrilleros y vencidos” recoge que el indicado dueño del cortijo, F. M. N., fue objeto de un “juicio” por parte de la guerrilla “dictando contra él pena de muerte”, llevándose  a cabo como hemos indicado, y situándole en uno de los bolsillos del pantalón un escrito que decía “El ajusticiamiento de este individuo ovedese a la eliminación del grupo de guerrilleros venidos del hecilio”,  teniendo lugar este hecho en febrero de 1949.

 DATOS Y REFERENCIAS: Archivo de la Capitanía General de Granada, Archivo Histórico del Partido Comunista de España, “Otra memoria histórica” de Rafael Ortigosa Camacho, "Los hijos de Lucas Gutiérrez" de Juan Gutiérrez Arenas, “Bandolerismo contemporáneo” de Antonio Díaz Carmona,  “Hijos de una guerra. Los hermanos Quero y la resistencia antifranquista” de Jorge Marco, “El último frente” y de Julio Arostegui y Jorge Marco, “La resistencia armada antifranquista en España 1939-1952” de Julio Arostegui y Jorge Marco, “Guerrillas españolas” (1939-1960) de Eduard Pons Padres, escritos y testimonios de Baldomero Ortiz y otros.

Imágenes de las catas realizadas










RG; Juan Cabezas.