Es el resultado de escribir con uno de los signos en portugués para la “s”, la “c“ con cedilla, esta: “ç”.
Hace unos años, una simpática joven, descendiente de emigrantes españoles a Sudamérica, sus ancestros concretamente emigraron a Brasil, a Sao Paulo, vino a España y a nuestro pueblo, buscando sus raíces familiares, ilusionada con la posibilidad de encontrar parientes vivos y poder festejarlo con ellos. La chica de apellido Bueno, después de aportar todos los datos históricos que pudo reunir de sus antepasados hasta l cuarta generación, nos participaba de una duda surgida sobre su apellido, allá en Brasil. Consideraba inexplicable, como en Sao Paulo, unos figuraban en los empadronamientos locales con el apellido “Bueno”, y otros, que incluso le constaban que eran de la misma familia, figuraban como “Güenos”, y a ella esto le resultaba incomprensible. Nosotros, conocedores del “paño” de nuestra peculiar forma de hablar, encontramos la explicación más corta y elemental: -”Andrea (que así se llamaba), los que emigraban a América a aquellas alturas del siglo XX (en sus inicios), o eran analfabetos totales, mayoría, o conocían algunas letras, algunos. Llegada la hora del empadronamiento, atendidos por funcionarios que hablaban lógicamente portugués, éstos transcribían literalmente lo que le dictaba el empadronado. Lógicamente los más versados, al decir su apellido dirían “Bueno”, apellido muy abundante en nuestro pueblo y los más analfabetos, lo nombrarían lógicamente, como lo habían hecho toda la vida, “Güeno”. Con lo que, en las oficinas del censo, quedaron plasmados dos apellidos, desde uno y para todos sus descendientes: Bueno y Güeno. Andrea, ante tan elemental y rotunda explicación, se partía de risa, viendo tan de golpe resuelto, su dilema de toda una vida.
Pero hete aquí, como dice nuestro refrán, “que donde las dan las toman”, y hace unos días me contaron otro caso de nuestros inmigrantes a Brasil, con un suceso similar, pero con una resolución totalmente a la inversa. Está vez, la versión correcta la daba un emigrante nuestro en Río de Janeiro, Brasil también, y el gazapo lo metieron en este caso los expertos lingüistas vernáculos. Muchas veces nos preguntamos con curiosidad, cual será el origen de tantos apodos geniales y aparentemente inexplicables de difícil indagación, sobre todo de algunos que se pierden en la noche de los tiempos. ¿Que significan apodos, motes o alias, tan usados en El Llano, como desconocidos en su origen, como “Caenas”, “Mindoyas”, “Pollicos”, “Zamarras”, “Millones”, “Cholas”, “Coles”, “Cachicuernos”, “Pinzos”, “Garrapatas”, “Carlotos”, “Matacanes”, “Cais”, “Pulligones”, “Porteños”, “Mau Pedros”, “Ciriacos”, “Coloraos”, “Casacos”, “Juanzorros”, “Gallinas”, “Rinranes”, “Mochuelos”, ”Pájaros” “Rorros” “Riblancos”, “Capullos”, “Tartaas”, “Luceros”, “Antequeras”, y muchos más que hoy siempre habrá quien pueda darnos “norte” de su origen, pero que pasada está generación, será mucho más difícil descifrar su significado. Yo hoy me voy a ocupar de uno muy conocido en Zafarraya y en El Llano y que según me contaron hace unos días, proviene de una auténtica curiosidad, cuyo origen, nunca hubiera imaginado, cuando una vez conocida, resulta aplastantemente clara. Este alias o apodo es el de “Reculta”. Este hombre, de nombre Miguel, fue uno de tantos emigrantes de nuestros pueblos a América, a Brasil, siendo aún muy joven y en el primer tercio del siglo. De Sao Paulo, pasó a Argentina, donde casó con una nativa, con la que tuvo dos hijos. Allí enviudó y volvió a casarse con una española, emigrantes también en Argentina, de la que tuvo otros dos hijos, Miguel y Maricrmen. Volvió a España en los inicios de los cincuenta. Vivió a su vuelta en la plaza de la Iglesia, en la casa donde hoy se ubica el bar de Antoñito. Lo conocíamos desde niños como “El Americano” y a la mujer, simplemente apelábamos a ella, como “Señora mía” y nunca supe el porqué ni su verdadero nombre. Miguel, cuyo apodo “Reculta”, creo que lo traía ya importado de su aventura americana, adquirió a su vuelta una magnífica yunta de vacas, un carro y los aperos de sementera, para realizar “obradas” de yunta en las tareas agrícolas del Llano, arando, sembrando, barcinando y cosechando para los más pudientes de Zafarraya y del Llano. Montó el primer almacén de material de construcción, en una nave situada en lo que hoy ocupa la tienda de Antonio Sofío, en la esquina de la misma plaza de la iglesia, frente a su casa, que luego vendió a Narciso el de Manuel Plata, con un solar adyacente en la finca contigua a la plaza, de José Frasquito, (el maestro herrador) en lo que hoy ocupan las casas de Juanito Dominguito, también como almacén de material y cuadra de las vacas y almacén de aperos. Posteriormente compraría el cortijo de Huerto de Navas, donde los dos hijos de su mujer argentina, que no se adaptaban a las tareas del campo, vuelve a La Argentina, reclamados por su abuela materna. Fue el fundador de la zaga de “Recultas” en la zona y sus dos hijos de su segundo matrimonio, continuarán la dinastía en El Llano. Su hija Maricarmen, casa con uno de los hermanos Antequeranos, (conocidos así, aunque su origen era Colmenar) que después de una larga estancia en El Llano Dona, como arrendatarios, compraron sendos cortijos en El Llano de de Zafarraya, en la zona de Los Redevuelos y Las Alcaicerías. Este Antequerano fue el padre de nuestro Miguel el Antequerano, Pepi Molina y Mariví. Su hijo Miguel, hombre de fuerte carácter, un tanto rústico, decidido y basto, casó con la Mercedes de La Parrala, continuando en Las Ventas, la opción comercial de su padre, almacén y venta de material de construcción, frente a la gasolinera, con casa y almacén posterior, que después transfirió a “Curro el de los materiales”, abriendo él, un gran almacén en Torre del Mar, con sus hijos Miguel y José, mientras compraba un cortijo con tierras de regadío en la zona de “Los Revuelos”, en la parte sureste del Llano, mientras se iniciaba como empresario constructor en los inicios del “boom” de la construcción en la costa.
De su ímpetu, apariencia rústica y comportamiento impulsivo, puede dar cuenta una sabrosa anécdota que me han contado en más de una ocasión, pero que yo, la verdad, no me la creo: cuentan que en unos de sus innumerables viajes desde Torre del Mar al cortijo de “ Los Revuelos”, al llegar a éste, advirtió que dos visitantes, posiblemente gitanos, estaban haciendo su agosto en su ausencia, y cargaban un pequeño furgón de sandías y melones, recolectados en la finca. Impulsado por el vehemente deseo de cogerlos con las manos en la masa, frenó su Land Robert en seco, y salió salió como un arrollador resorte, en busca de los cacos, sin reparar que no había desabrochado el cinturón de seguridad que lo mantenía férreamente sujeto al asiento del coche, por lo que con el fuerte impulso al salir, cargó con el pesado Land sobre su espalda, cual si fuera un caracol que carga con su concha y aunque dicen que dio varios pasos hacia los ladrones, al final,cayó abatido y de espaldas, encima del coche, mientras éstos escapaban. Digo, que así me lo han contado en varias ocasiones, pero la verdad, es que nunca los creí. Simplemente, porque es un disparate pensar, que el cinturón de seguridad que lo sujetaba al asiento, pudiese aguantar el peso del Land Robert, hasta el punto de iniciar la carrera con él ¡a cuestas!
Pero a lo que íbamos, que era a descifrar el apodo que “El Americano” ya traía puesto de su aventura americana. Como digo, según me han contado, era Miguel (el padre) un hombre con un cierto nivel de instrucción, que escribía a su familia unas cartas muy correctas, en las que mezclaba signos y vocablos españoles y portugueses con un latiguillo muy usado entonces y ahora por mucha gente: “resulta”. Resulta que, de resultas, a resultas de, resulta ya, etc., sólo que el bueno de Miguel, lo escribía con uno de los signos en portugués para la “s”, la “c“ con cedilla, esta: “ç”, y aquí, como decíamos, está vez es el traductor el que falla, traduciendo todos los “reçulta” (resulta), por mal entendidos “reculta” ignorando la verdadera pronunciación de la“ç” portuguesa. Y así, reculta, y “Reculta” se le quedó para siempre. Como verificación de que está anécdota debe de ser verdadera, está el que entre la gente mayor, siempre escuché a algunos, que lo llamaban “Resulta”, en vez del equívoco “Reculta”, como si hubieran captado el error de la mayoría y lo corrigieran.
Espero que este apodo inicie la actividad de todos, para colaborar a la recuperación de desconocidos alias de nuestros vecinos de ahora y los de nuestros ancestros.
Juanmiguel, Zafarraya.