Miguel el de “Miguelico”

Desde que comencé hace ya casi una año, a escribir estos relato, siempre me decía, "mañana toca el de "Miguel el de Miguelico", (mi tío Miguel).

Pero me producía un respeto tan imponente, que siempre lo dejaba para más adelante, porque pensaba que iba a defraudar su memoria y hacer también fraude a la gente que lo leyera, porque no iba a reflejar ni de lejos siquiera, parte de su vida, de su realidad.

 A pesar de todo, hoy me he decidido, y espero poder reflejar, si no toda su barroca personalidad y austera realidad, al menos un ramillete de sus virtudes y capacidades, de su filosofía de vida, de la elevada poesía que desprendía su aura, de su actitud vital ante los problemas que le presentó la vida, de su bonhomía extensa e intensa, de su capacidad de empatía con todo el mundo, de su incapacidad de odio y ausencia de sentimientos de venganza o revancha, para los que le habían hecho daño, de sus manos rotas de hacer el bien, de su bondad, de su honestidad y honradez, de su integridad a quemarropa, hasta las últimas consecuencias, hasta el último día de su vida.

 Nació Miguel Ortigosa Chica, allá por1887, hijo de Miguel Ortigosa Frías, (Miguelico Ligerete) y de Carmen Chica García. Fue otro "Miguel" en la larga tradición en la saga de los Miguelicos:hijo de Miguelico Ligerete, que fue hijo de Miguel Ligero, hijo de Miguel Escalera, vecino ya, de Alfarnate. Y que continúa la tradición en la familia: Miguelico, su hijo; Miguel el de Miguelico, su nieto; José Miguel el de Miguelico, su biznieto y no se si andará ya por ahí algún Miguel, tataranieto.

 Antiguamente, como podéis comprobar fácilmente todos, se seguía mejor el rastro de la saga familiar, por algún nombre dominante, que por los apellidos.

 Casó con Julia Romero Arrebola, una mujer buena que lo acompañó en todas las vicisitudes, alegrías y penas de la vida, posicionándose siempre juntos, fueran las que fueran las dificultades. En la paz y en la guerra.

 A su muerte temprana (relativamente joven en 1964) por una enfermedad incurable, sufrí uno de esos traumas sentimentales de juventud, de imborrable recuerdo. Aún lo visualizo en mi memoria y se me enturbian los ojos: ella, en el lecho mortuorio y él sentado junto a ella, ausente de toda la realidad del entorno, la contempla mirándola con desesperada ternura. —"¿Pero por qué me dejas?; pero si yo no necesito que me hagas nada, si tú sabes que me apaño bien sin tu ayuda... Yo sólo te quiero aquí a mi lado, para tenerte, para mirarte, para que estés conmigo, para que nos hagamos compaña... ¿Por qué te vas?" Mientras lágrimas silenciosas bajaban hasta su barbilla. Y es que que él era así desde siempre. De toda la vida, sobretodo, desde que enfermó su mujer, era un hombre que sabía cocinar, fregar, barrer, coser, planchar y hacer cualquier tarea de la casa con la misma destreza que segaba, escardaba o manejaba la yunta en las sementeras. Fue el mayor de seis hermanos, junto a Enrique Candelaria, Margarita, Julia y Emilio Ortigosa Chica, (Emiliano, mi padre) que murió prematuramente a los 48 años, dejando ocho hijos:el mayor, Emilio, de apenas 17 años y el menor, yo, con tres recién cumplidos. Desde entonces hizo de verdadero padre de todos nosotros y de protector y asesor de mi madre, viuda y con ocho hijos, a los 45 años. De ahí la especial vinculación nuestra, con "tito Miguel", que además ostentaba la representación oficial de la familia, en las solemnes ocasiones en que se le demandaba. Aún recuerdo con emocionada ternura, cuando, como patriarca de la familia, acudió con nosotros a la petición de mano de mi futura esposa, la Conchi de Juandes, elegantemente vestido con traje oscuro, impoluto y sombrero de fieltro, negro. La calidez y altura humana que le dio al acto, resultaba conmovedor. Recordarlo, se me representa como un patriarca del Antiguo Testamento.

 Durante los difíciles años de la República, sobre todo después del golpe de estado que provocó la guerra, como hombre de ideología progresista y de filiación republicana, ocupó la presidencia de Izquierda Republicana local y al inicio del conflicto, desempeñó la presidencia del Comité de Abastecimiento de Alimentos a la población. Dando aquí otra muestra de su integridad y honestidad: en el reparto de alimentos de inicios del invierno del 36 al 37, como era de justicia, asignó los correspondientes lotes a las familias de varios dirigentes de la derecha local, que habían huido a la zona nacional en los días anteriores. Esto provocó las protestas de algún grupo minoritario de izquierdistas, movilizados por agitadores provenientes de zonas tomadas por los franquistas, de Loja sobre todo. Miguel se mantuvo firme y esto llevó, a que un grupo de los exaltados, elevara un escrito al Comité de Guerra y al Centro de Mando Militar, ubicado en Ventas,con petición de fusilamiento para Miguel Ortigosa Chica, por delito de traición.

 Dado que al término de la guerra, en la farsa de juicio celebrada contra él, como represaliado rojo, sufrió asimismo la petición de pena de muerte, yo creo que fue el único, en nuestro conocimiento, en recibir dos peticiones a la pena máxima, una por los "rojos" y otra por los ,azules.

 Ante las protestas de un grupo de energúmenos que, en la puerta del Comité de Abastecimiento gritaban: "¡cuando ganemos la guerra, vamos a echar candelas de ricos, que son todos unos fascistas!", tronó la voz de Manuel Arrebola Martín, "Fantasías", recriminándolos y que, después ha sido repetida cientos de veces en ambientes izquierdistas, —"¡Sí, vamos a echar candelas de ricos, pero las vamos a prender con "probes" que están más resecos y arden mejor", en referencia a que, si bien los ricos merecían castigo por insolidarios y golpistas, algunos proletarios lo merecían también por egoístas e injustos.

 La frase fue lapidaria, rotunda, demoledora; no necesitaba de muchas explicaciones para entender la dura critica, cargada de ironía, a sectores proletarios "pancistas" e insolidarios.
 "Fantasías" al final de la guerra, fue represaliado y sufrió la condena a veinte años de cárcel, e indultado, como todos, en el 46.

 Conocí a este hombre, a finales de los cincuenta, cuando contaba ya, con ochenta años. Me pareció un buen hombre, con una personalidad acusada, diligente y con talento. Aceptó, como Félix Herrero, su marginación y resolvió su subsistencia y la de su familia, explotando como autónomo, un rebaño de cabras para leche y cría. Las más hermosas, por cierto. Murió en 1963, a los 85 años de edad.

 Pese a la petición inicial del fiscal, contra Miguel Ortigosa Chica, de pena de muerte y después cadena perpetua, la condena final se redujo a seis años. Y es justo reconocer que fue gracias a testimonios favorables de elementos señalados del nuevo régimen e incluso, miembros del clero.

 Cumplió la condena, dos años en Granada y Málaga y el resto hasta seis años, en el pais Vasco, en concreto en la cárcel de Bilbao.

 La convivencia durante cuatro años, con presos políticos de gran talla intelectual, científica y humana, fue la suerte de Miguel el de Miguelico, (mi tío Miguel) que a sus méritos personales y condición natural, unió los cursillos acelerados de formación integral de las personas, que significaron los años de relación carcelaria. ¡Y bien que los supo aprovechar!.

 Creo que ahora se puede entender mejor, que cuando digo que era un ser excepcional, no es un chauvinismo infantiloide de amor propio familiar.

 Disfruté mucho de mi tío Miguel, en su papel de padre reciclado mío y de mis hermanos. Y digo, como decía de él: "¡Y bien que lo aprovechamos!". Cuando nos acompañaba en la tradicional matanza familiar, de inicios de cada invierno, que presidía en su rango de patriarca, y en las larguísimas veladas a la lumbre de la chimenea, mientras se cocían las morcillas, en las que nos daba una charla magistral, a mis hermanos y a mí, por ejemplo, de cómo se formó el universo-mundo. Decía que la tierra era una lágrima incandescente, que salió del Sol y que se solidificó con el paso de los siglos, así como la Luna, era una lágrima que, salida de la Tierra, nos acompaña desde entonces todas las noches. Y esto, en la década de los cincuenta, cuando la astronomía y la geología aún andaban a gatas, cuando Alfred Wegener todavía no había escrito sobre la deriva continental, ni se hablaba aún de la tectónica de placas y mucho menos, del origen terrestre de la Luna.

 Otras noches o días, la conversación derivaba hacia otros derroteros totalmente distintos, pero en todos ellos, daba fe y testimonio, de una formación humanista, científica y racionalista, muy lejos del común de un hombre rural típico y tópico de la época, incluso de los que tuvieran alguna formación básica. Esto, unido a un exquisito sentido común y a una inteligencia natural e intuitiva, adornada del arte innato de buen conversador, es lo que le daba ese arrebatador atractivo, que tanto fascinaba a todo el que lo trataba. Tengo que decir aquí, que el 90% de la memoria de los relatos que he escrito, proceden directamente de él o indirectamente, a través de mi hermano Emiliano.

 No me resisto a trasladaros la respuesta que me dio en una ocasión, a la pregunta, que en mi permanente debate teológico-científico de mi primera juventud, le hice un día:—"tío, ¿qué es para ti el Cielo?". La respuesta, no tiene desperdicio: —"sobrino, si a un hombre le llega la hora de morir, y la Parca se lo encuentra con el espíritu tranquilo, porque cree que siempre actuó en conciencia y justamente confortado, muere conforme y con una leve sonrisa, como desde ese momento su estado es inmutable, disfrutará para siempre de ese cielo y esa sonrisa.

 Definitivamente, esas respuestas y tantas otras, me convencieron más que las que, desde siempre había aprendido en la escuela y en la catequesis, del catecismo de "Ripalda". ¿Influyó todo esto en cambiar con el tiempo mi fe, por el marxismo racionalista?. ¡Hoy, sólo deseo ser de mayor, como mi tío Miguel!.

 Tuvo Miguel el de Miguelico, la suerte y el enorme privilegio, de sobrevivir a su verdugo, el dictador Franco. En los años anteriores a la llegada de la democracia, Miguel, se había convertido ya en el verdadero e indiscutido icono de toda la izquierda en el pueblo. La izquierda más activa, se había organizado en torno al partido comunista, no tanto por el conocimiento a fondo de su ideología, como porque todos nos identificamos con el partido que más había luchado contra la dictadura. También Miguel Ortigosa Chica, cuya militancia en tiempos, había sido en la extinta Izquierda Republicana.

 Y llega el primer mitin de las elecciones generales de 1977, del Partido Comunista de Santiago Carrillo. En el antiguo cine, lleno a reventar, queda mucha gente en la calle que con las puertas abiertas de par en par, sigue el acto desde la vía pública. En la tribuna de honor, Miguel el de Miguelico, mi tío Miguel, con su terno oscuro e impoluto y su sombrero negro de fieltro, que toma la palabra: —"a partir de esta noche, ya puedo morir tranquilo y en paz, porque he podido comprobar que, aunque haya tenido que esperar cuarenta años, los principios que defendíamos hace tanto tiempo, eran justos y acabarán abriéndose paso en nuestro pueblo, en España y en el mundo. Sé que vais a obtener la victoria y sólo os pido mesura, prudencia y magnanimidad, para saber ejercer el poder que os otorgará el pueblo con sus votos. ¡Viva la libertad!".

 Una atronadora ovación, cerró su intervención, pero para entonces, la mitad de los asistentes, ya llorábamos a moco tendido.

 En el pueblo, arrasó la izquierda y en España, ganó la democracia. Y con la Transición, ganamos todos. Al año siguiente se proclamó la Constitución española.

 En noviembre de 1979, meses después de ver a "su izquierda" triunfar en las primeras elecciones municipales, murió tranquilo, contento y satisfecho. Cuando expiraba, le vi una sonrisa en su cara.¿Alguien puede creer que no está en su Cielo?.

Juanmiguel,Zafarraya.

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