Un político loco

A los 65 años y tras largos años dedicándose a la política, el 18 de febrero de 1920, Paul Eugène Deschanel fue nombrado el X Presidente de la Tercera República Francesa. 

 Un mes antes había ganado las elecciones, al frente de la Alianza Democrática, arrasando a su contrincante por una abrumadora mayoría. 

 Ya en anteriores momentos de su vida, había protagonizado algunos episodios esporádicos, que podían dar a entender que la salud mental de Deschanel no era del todo estable. Es el caso que, elegido presidente, añadió a la presión del nuevo cargo, la frustración de que se considerara una mera figura decorativa, sin poder real de acción como hubiera querido él, lo que lo llevó a una progresiva depresión que combatía atiborrándose de barbitúricos.
 
 Desde ese momento fueron numerosos los episodios cómico-esperpénticos que protagonizó. Reales unos y otros ficticios, provocaron la reacción del país: la mayoría se reía de él, más sus incondicionales lo consideraban síntoma de un espíritu superior y selecto. 

 Entre los más destacados y fehacientemente demostrados actos insólitos, se cuenta este: El 23 de Mayo de 1920, de viaje en el exclusivo Orient Express en dirección a Montbrison, donde debía inaugurar un monumento a un héroe de la Primera Guerra Mundial. Agobiado por la frustración e insatisfacción de verse convertido en mera figura decorativa, tanto sacó el cuerpo por la ventanilla para refrescar el sofocón, que su cuerpo cayó al exterior.

 Malherido y tiritando de frío (era media noche e iba en pijama) caminó un trecho por las vías y se encontró con unos campesinos que al manifestarle su identidad, se mofaron y rieron de él. No obstante, lo socorrieron y llamados los gendarmes, pudieron deshacer el entuerto.

 Aquello fue un carnaval para toda la prensa del país, que a partir de ese momento, día sí, día no, publicaban nuevos actos estrafalarios, ficticios o reales del personaje: 

 Un día subía a un árbol frondoso para hacer el mono, otro se bañaba vestido en una fuente pública, apedreaba con flores a unos escolares, o firmaba documentos con el nombre de Napoleón.

 Resentido, abatido y agotado, presentó la dimisión el 21 de Septiembre de ese mismo año…

 ¡Dios mío, por un momento creí que estaba hablando de Donald Trump! Luego reparé que eso sólo era a causa de la confusión de los tiempos, pero que la repercusión, consecuencias y desenlace que tuvo aquel episodio en la historia de Francia, demuestran palmariamente que estábamos en Europa y en un país, cuya cultura y tradiciones democráticas, hace que se reconozcan los síntomas de comportamiento de un personaje público y se distinga, se llame y se reconozca por su nombre de comportamiento: al genio, como genio; al tonto, como tonto; al loco, como loco y al depravado y pervertido, siquiera como protervo.

 Pero claro, en el país que era, al menos hasta hoy, la primera potencia de la Tierra, la democracia por antonomasia y la sociedad de la tecnología y el progreso, se les ocurre elegir para el puesto de 45-° presidente de la República Federal, al ya conocido y extrovertido personaje de Donald Trump. Y a partir de ahí, se forma el pandemónium de opiniones y atribuciones: para una mayoría de expertos de opinión en el mundo, es un inepto, que puede llevar al mundo a la quiebra y al caos; para sus incondicionales vernáculos y de la diáspora fascista, es un genio con capacidad transformadora, que va a devolver el poder económico y la hegemonía mundial a EEUU; para la mayoría, un loco con delirios de grandeza, que puede llevar al mundo, primero a la quiebra y luego a la tercera guerra mundial. Para mí, lo tengo muy claro: es un depravado hombre de negocios, amoral, sin escrúpulos ni principios ético - morales, cuyo único objetivo son los negocios privados, suyos y de un puñado de amiguetes y testaferros, que comparten su secreto: especular desde las posibilidades, prerrogativas y garantías que da el hacerlo desde el poder máximo en este atribulado mundo, como es la presidencia del país más poderoso del mundo.

 Y desde esa privilegiada posición, acomete las más disparatadas reformas, propuestas o actuaciones como la ocupación de Groenlandia, la expulsión de los emigrantes como peligrosísimos delincuentes, o la confusión interesada de la balanza comercial con el desequilibrio arancelario, con la consecuencia de la suba disparatada de aranceles de forma indiscriminada y caótica, que tienen un efecto catastrófico sobre la bolsa de valores USA y del resto del mundo y un efecto negativo total sobre los bonos del tesoro, además de generar desestabilización y desconfianza en todos los mercados del mundo, que son la base de su correcto funcionamiento en el sistema capitalista. La jugada la completa 48 horas más tarde, retirando la suba generalizada de aranceles, incluida una moderación con China, con la que había llegado a la disparatada subida arancelaria del 180 % para todos los productos. Y vuelta a especular, como en el cuento de Andersen, sobre el color y la belleza sublime de la “invisible camisa del Emperador”. Para muchos, ha demostrado con un golpe en la mesa, quién manda en el mundo. Los hay que creen literalmente lo dicho por él tan groseramente, de que los líderes del mundo se pondrán en cola para besarle el culo y negociar con él; mientras otros se reafirman en que es un peligro y se alinean para resistir sus acometidas.

 Pero hasta ahora parece que ningún analista, ningún poder, ningún grupo político serio, cae en la cuenta u observa lo más obvio, “que el emperador no tiene camisa”, que no hay detrás ninguna estrategia política, comercial o arancelaria, por disparatada que fuera, sino la vieja aspiración de un depravado negociante, que con su actual poder, zagarrea los mercados, como un vibrador mecánico avarea las aceitunas, y ahora sólo queda entrar en la finca con sus secuaces y recoger la cosecha de ganancias bursátil y de especulación con los recomprados bonos del tesoro, logrando su única vocación y aspiración de convertirse en “billonario”, como su admirado Elom Musch. Y lo mejor, es que no habrá que esperar un año para repetir la cosecha, que además ya anunció para después de ochenta días de plazo. Para más cinismo y escarnio, el mismo se alegra y vanagloria, de que éstos días, sus amigos y seguidores han tenido grandes ganancias en la bolsa, al creer en sus propuestas. Patético, como patético e increíble es que el pueblo americano, la prensa libre (¿queda aún alguna en USA?), y los partidos de la oposición no reaccionen y actúen como hace ya más de un siglo actuaron en la democracia francesa: forzando al “esperpento” a la dimisión, ya sea un loco, un tonto o un corrupto sin escrúpulos, el que se ha aupado al poder. Que así sea!

Juanmiguel, Zafarraya.

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