¡Vive, Marchán, vive!

Estas palabras ponía yo en boca de tu querida Alhama, río Marchán, y lágrimas amargas brotaban de sus ojos de “niña mimada” de aquel rey moro de Granada.
 
“… porque, si llega ese día 
en que no corran tus aguas, 
mi vida se irá contigo, 
tu Alhama no será Alhama”.
 
 Fue hace muchos años, en una de las salidas por el pueblo y sus alrededores con un grupo de alumnos de mi colegio del Callejón. En mi retina aún guardaba yo la idílica imagen de un río limpio y caudaloso donde tantas veces me bañé; donde tantas veces me había abastecido de agua cuando en Santa Cruz aún no disfrutábamos de la comodidad de los grifos en las casas; donde había pescado, donde había gozado el placer de pasear por sus orillas…. un río lleno de vida.
 
 Esa idílica imagen fue arrancada bruscamente de mi retina en aquel paseo escolar. Y comprendí que tu salud, querido Marchán, estaba más deteriorada de lo que yo podía imaginar. Tu caudal era escaso y sucio. Tus orillas estaban mancilladas por la basura que nuestra dejadez o nuestro incívico comportamiento había ido acumulando en ellas. Ya no había niños bañándose en tus aguas, ni tímidas mozuelas que buscasen el rincón más escondido para zambullirse en ellas, ocultas a las miradas de los mozos.
 
“Llanto de Alhama por su río”
 
 Fue entonces cuando escribí aquel triste romance, “Llanto de Alhama por su río”. Romance al que me atreví a poner música y que la Coral Ciudad de Alhama ha interpretado en varias ocasiones. En él reflexionaba sobre las causas de tus males. Hablaba de “climas adversos”: son una realidad evidente, pero ¿son los únicos o principales culpables de tu maltrecha salud? Tú y yo sabemos que no. Aparte de nuestros incívicos comportamientos, el romance habla de “ambición desmesurada”. ¿No es verdad que están sobreexplotados los acuíferos del subsuelo? Y en tu corazón de agua sé que una espina clavada te atormenta día y noche: ¿cómo pudimos permitir, quienes junto a ti formábamos parte de este enclave natural, que tus aguas fuesen desviadas de ese cauce por el que durante milenios habían discurrido?
 
 Siempre tuve la esperanza de que los humanos que junto a ti habitamos, y que tanto dependemos de ti, reflexionaríamos sobre nuestra errática conducta y tú volverías a ser el río que en mi niñez conocí. Lo que nunca imaginé es que tu frágil salud aún podría empeorar. Pero una imagen colgada en Facebook hace unos días, la imagen que encabeza este escrito, vino a herir mis ojos y mi alma con esta cruel realidad: tu cauce aparecía totalmente seco. ¿Cómo no lo había advertido? Con frecuencia cruzo el bonito puente peatonal que me lleva hasta el camino de la alameda para pasear en las tardes de verano. Pero la imagen engañosa del remanso donde nadan los patos habría sido, tal vez, la causa de no darme cuenta de la triste realidad que tenía unos metros más abajo.
 
 
 Fui en cuanto pude a comprobar por mí mismo lo que, en el fondo, no quería creer. Caminando junto a tu cauce buscaba algún resquicio entre la maleza con la esperanza de ver correr, aunque fuese un pequeño regato. Y recordé con nostalgia mis paseos de otros tiempos ya lejanos. Era un placer ver y oír tu hermoso y limpio caudal discurrir entre zarzamoras y mimbres. Contemplar los peces que, juguetones, intentaban atrapar cualquier migaja de comida que se les lanzaba. Ver un grupo de niños zambulléndose en un ‘romance’, unas mujeres llenando sus cántaros en el ‘romaniente’…. Nada de esto encontré. Pero sí pude observar cómo los álamos se desprendían ya de su follaje y un manto amarillo cubría el suelo: la típica estampa de un paisaje otoñal.
 
 Por cierto, viejo amigo, me costó mucho descubrir tu cauce, oculto entre tanta maleza. ¿Es esto necesario? No soy experto en la materia, pero ¿no se debe controlar la naturaleza ni siquiera para embellecerla? En fin, son males menores. Pero a mí me gustaba más caminar viendo correr tus aguas.
 
 Creo, por último, que, en nombre de quienes habitamos tus orillas y que tanto te debemos, hoy toca pedirte perdón. Y aún más: me atrevería a pedirte que tu alma de río se rebelase contra nuestra absurda insensatez para poner fin a este incesante maltrato a que has sido sometido durante tanto tiempo. Despierta de tu comatoso estado y rompe, destroza, haz lo que creas conveniente. Pero no mueras. ¡Vive, Marchán, vive!
 
Santa Cruz, agosto 2023
Luis Hinojosa D.