'Bonilla El Pecas', una fuente de aprendizaje sobre formas de vida rurales y léxico desaparecido

Luis Hinojosa presentó, especialmente para los centros docentes, este libro vocabulario en su pueblo natal, Santa Cruz del Comercio.

 Pepe Horcajadas, en nombre de la alcaldesa de Santa Cruz del Comercio, Ángeles Jiménez, fue el encargado de dar la bienvenida a los asistentes a la presentación del libro 'Bonilla El Pecas' al tiempo que felicitaba a su autor, Luis Hinojosa, por su incansable lucha por la cultura. Al acto que tuvo lugar en el salón de actos del ayuntamiento, se invitó a los diez centros educativos de la Comarca, aunque solo asistieron cuatro.

Pepe Horcajadas Robles, dio la bienvenida a los asistentes en nombre de la alcaldesa

 En primer lugar, intervino Pilar Núñez, profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada. Esta profesora indicó que ella estaba en el acto por el contenido del libro y por «esa necesidad de reconocernos en el pasado, de mantener los afectos, de conservar lo que nos une y nos sirve para hacer comunidad, es decir, yo estoy aquí por cariño». Más concretamente, porque heredó de su madre que un cariño enorme tanto a Luis como a su hermano. Así mismo, destacó el «trayecto vital y profesional de Luis, una persona jubilada tras realizar su trabajo con calidad y honestidad durante muchos años y que sigue estando presente en la actividad cultural dado su amor a la música, el teatro y la escritura».

 Otro motivo que justificaba su presencia es que cuando recibió el libro le gustó mucho pues las cosas narradas por Luis le son conocidas y volver al mundo que está en sus páginas «era volver al paraíso que evoca Luis» que, además, con su vena de maestro convierte en una fuente de aprendizaje sobre las formas de vida y vocabulario. A continuación, dio paso a la lectura del texto en el que expresa el valor que tiene esta obra como persona, como profesora de Lengua y Literatura y como ciudadana de esta sociedad tecnológica que está cambiando con tanta rapidez y en la que Luis Hinojosa realiza «una bella evocación de su infancia». En su opinión, es un libro «que se lee fluidamente con agrado y con nostalgia». Así mismo, lo considera «una obra de inestimable valor en las aulas por dar a conocer nuestra historia más reciente y por poner ante nuestros ojos nuestra relación con la tierra, así como por transmitir en la escuela el respeto y el cuidado por el agua, las plantas y la naturaleza y por nuestra propia alimentación». A esto añade el esfuerzo del autor por conservar el lenguaje asociado a esa vida de la España rural. 

Un pequeño gran libro

 Seguidamente Maribel Hinojosa pasó a dar lectura al texto redactado por Antonio Robles, que comienza con las primeras palabras del Quijote y otros fragmentos de la segunda parte traídas a colación al tratarse de palabras que apenas nadie conoce y que para conocer su significado es imprescindible el uso de diccionarios especializados «pues las realidades que significan dejaron de existir», tal y como está ocurriendo con muchas palabras relacionadas con las faenas agrícolas de apenas hace medio siglo. Para Antonio Robles, 'Bonilla El Pecas', es «un pequeño gran libro» pues su autor ha tenido la inteligencia de mostrárnoslo de la mano de un escolar campesino, con abundante información sobre los sistemas de peso y medidas al uso, así como tradiciones prácticamente desaparecidas. «Aunque trasnochado ese vocabulario es testigo de las vidas de sus padres, sus abuelos y demás antepasados. El libro está muy bien redactado y la presencia de ilustraciones lo hace de fácil y amena lectura para todos. 'Bonilla, El Pecas', junto con 'Volver la vista atrás' constituye un documento de gran valor para el estudio de la antropología de nuestro pueblo y de cualquier comunidad rural de hace medio siglo», concluye.

 A continuación, tomó la palabra Luis para agradecer al Ayuntamiento y a la Diputación el sacar a la luz este trabajo, así como a Pilar y a Antonio Robles por sus palabras, al departamento del IES Alhama por haber aceptado y hacer uso de esta obra como recurso didáctico, al firmante de este texto y a Juan Cabezas por la labor de difusión y al público asistente por su presencia. Seguidamente justificó la redacción de la obra presentada que ya estaba señalada en la contracubierta de su primer libro publicado tras su jubilación hace ya 15 años, 'La historia de la familia Hinojosa Arias' del que solo se imprimieron cuatro ejemplares donde decía: «En los paisajes de nuestro propio entorno, las personas más cercanas a nosotros protagonizan la historia que más nos importa y que a veces nos es tan desconocida. Esa es la razón última de esta pequeña obra que hoy presentamos». 

Interés por lo cercano

 Después pasó a explicar las motivaciones que le llevaron a preocuparse por lo más cercano incluso llevando ese interés a sus alumnos a los que pidió buscasen en sus hogares aperos de labranza y se informasen acerca de su utilidad preguntando a sus familiares para acabar elaborando su particular vocabulario agrícola. También hizo referencia a la oportunidad brindada por Juan Cabezas de publicar en ALHAMA COMUNICACIÓN donde apareció su protagonista, Bonilla El Pecas, ideado para sacar a la luz este léxico poco conocido. También expuso la estructura de la obra que consta de una doble y breve introducción, pasa a presentar al personaje principal y su familia, así como las vivencias que transcurren a lo largo de un curso escolar, iniciándose con la feria a mediados de septiembre en la que el progenitor compra tierra que se mide en fanegas, cuartillas y celemines. Después de las vacaciones navideñas Bonilla guardará en su pañuelo las gordas, las perrillas y los reales. Se prepararán para la matanza pesando el cerdo en arrobas, libras y cuarterones. Y así continua la historia con vivencias que son muy conocidas por Luis, desde la siembra hasta las labores estivales, que en numerosas ocasiones realizó el autor hasta que la mecanización del campo con el tractor y la cosechadora hicieron desaparecer estas duras tareas.

 En la segunda y tercera parte del libro se dedica a explica este vocabulario agrícola, así como los aperos agrícolas con sus partes. Termina con una justificación de lo que puede suponer esta obra a las nuevas generaciones de escolares que a través de ella podrá conocer «nuestra historia más cercana en el tiempo y en el espacio». Un modesto texto fruto de sus 38 años de docencia y de sus vivencias personales pues a sus 11 años en que ingresó en el seminario «ya había pintado garbanzos recogido aceitunas, faltando temporalmente a la escuela para ir con mi padre a ganar un jornal y en verano trillé, abaleé, quité granzas, y a medida que fui creciendo fui ascendiendo de categoría profesional y fue segador, arrancador, carrero y gañán como Bonilla». Para terminar, se procedió a la entrega gratuita de cinco ejemplares para cada centro educativo a los que se puede añadir otro lote de unos quince ejemplares para los colegios que decidan trabajarlos en clase.

Luis reparte ejemplares a los directores y representantes de los centros docentes
La representación del instituto de Alhama obsequió a Luis con una pluma
Con el libro "calentito" en las manos
Luis con su mujer y dos de sus hijos
 

Intervención de Pilar Núñez Delgado

Profesora de Didáctica de Lengua y Literatura en la facultad de Ciencias de la Educación de la UGR

 Luis Hinojosa ha escrito en Bonilla “el pecas” una bella evocación de su infancia, pero también un canto de amor a la vida de esos años en lo que España era un país muy diferente al de hoy. Era un país agrícola y, además, pobre, pero la alegría de los niños estaba presente en las calles y en las casas, una alegría que residía en las pequeñas cosas: un baño en la alberca, sentirse mayor ayudando a la familia, disfrutar aprendiendo a conocer el mundo.

 Este libro se lee fluidamente, con agrado y con nostalgia. Está plagado del encanto de las cosas sencillas y de un lirismo contenido pero muy fructífero por las emociones y las sensaciones que evoca, al menos a quienes conocimos esa vida y ese tiempo.

 Además de por esta lectura amena, es un material de inestimable valor en las aulas. En primer lugar, por dar a conocer ese mundo que es nuestro, nuestra historia más reciente, y que conviene conocer y valorar. Fuimos inmigrantes no hace mucho, aunque hoy rechazamos a quienes emigran a nuestro país. En segundo lugar, la vida de Bonilla pone ante nuestros ojos nuestra relación con la tierra, lo que cuesta cultivarla, de dónde vienen los alimentos que tomamos. Transmitir en la escuela el respeto y el cuidado por el agua, las plantas, la naturaleza y por nuestra propia alimentación…se está convirtiendo en una auténtica urgencia porque esta vida del siglo pasado cada vez se nos olvida más rápidamente y eso nos desconecta de nuestra esencia. El tercer valor del libro es el esfuerzo por conservar el lenguaje asociado a esa vida de la España hoy “vaciada”: objetos, tareas, medidas… El enriquecimiento del lenguaje es esencial en el desarrollo de las personas y a eso también contribuye, y mucho, esta obra deliciosa. No menos importante es el reto para el profesorado de ayudar al alumnado a captar ese lirismo de lo sencillo al que acabamos de aludir, familiarizándolo con el lenguaje literario para avanzar en el gusto por la lectura, silenciosa y disfrutada en soledad con uno mismo, cosa también muy necesaria en esta sociedad tecnológica tan rápida y, a veces, tan superficial.

 Así pues, el valor del libro de Luis Hinojosa reside en sus muchas posibilidades para, desde una perspectiva interdisciplinar, abordar múltiples dimensiones de la educación en valores de los ciudadanos del siglo XXI.

 Hay que destacar también el empeño del autor en su constancia perenne de maestro porque, pese a llevar tiempo jubilado, sigue aportan en todo lo que está en su mano: música, cultura, sensibilidad y recuerdos.

 

 

 

Texto de Antonio Robles

En la voz de Maribel Hinojosa

 1.-“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…. El resto della (de su hacienda) concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas…, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino”. (El Quijote, I parte, cap. 1)

2.— “…que el pan vale a real, y la carne —la libra—, a treinta maravedís…”

—“Envío a vuestra alteza hasta medio celemín (de bellotas)”    

—“… porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero”    

—“…mandóle …el Concejo pintar las armas de su Majestad sobre las puertas del ayuntamiento, pidió (el pintor) dos ducados, diéronselos adelantados…”  (II parte, cap. 52)

 Son fragmentos del Quijote y los he traído a propósito porque en ellos aparecen palabras que poca o ninguna gente conoce ya. Nadie habla hoy de adarga, velarte, calzas de velludo, o vellorí; y tampoco de real, libra, maravedí, ducados o celemín. Para saber su significado, hay que consultar diccionarios especializados porque en los usuales, estos términos no tienen entrada. ¿Por qué? Porque las realidades que significan dejaron de existir.

 Eso mismo está ocurriendo ya, a una rapidez vertiginosa, con un montón de palabras sobre la vida rural de hace 40 y 50 años, palabras especialmente relacionadas con las faenas agrícolas que eran las que, casi exclusivamente, ocupaban el quehacer cotidiano de los campesinos.

 Los que hemos vivido esos tiempos las conocemos porque las realidades que significan han sido parte de nuestra vida y nos hacen recordar a personas queridas que ya no están, lugares hoy en ruinas, faenas superadas y tradiciones perdidas.ç

 ¡Cuántas veces, al subir a las cámaras en mi casa, la posada, y ver aperos de labranza —ramales, cribas, la media cuartilla, hoces y bieldos; o el arado, el “ubio” y la trilla en un rincón del pajar—, he revivido aquel tiempo que fue el nuestro, y me he emocionado, pues,  esos aperos fueron inseparables de mis seres queridos, igualmente fulminados por el tiempo!

 Pero, cuando las generaciones de hoy y las futuras lean este “pequeño GRAN libro” que es BONILLA “EL PECAS”, aprenderán el significado de esas palabras en vivo; porque el autor —que sabe de campo como el que más (pregúntenle por qué)— ha tenido la inteligencia de mostrárnoslas de la mano de un escolar campesino, Bonilla “El Pecas”, que va describiendo con detalle cada una de las tareas por ellas significadas, desde la compra de la tierra y su labranza (arar, abonar, sembrar…), hasta la conclusión de las faenas con “el pez”, limpio de polvo y paja, en la era; y todo ello, con abundante información sobre los sistemas de peso y medidas al uso, la personalidad de los operarios, la variedad y función de los aperos, el papel de las bestias de tiro y carga, sus arreos… Y esos futuros lectores también se documentarán sobre costumbres y tradiciones hoy en desuso o casi, como la matanza, los “tocaores” y el “aguilando” por navidad; o la feria, en septiembre, repartida entre el ganado y la diversión; y la escuela, una institución elogiable pero pospuesta siempre a las exigencias del campo porque del campo dependía comer o pasar hambre, y al campo había que dedicarle los 365 días de un calendario sin domingos ni fiestas ni vacaciones.

 Todo eso aprenderán con la lectura de BONILLA “EL PECAS, los que no vivieron nuestros tiempos y sientan curiosidad por saber cómo fueron. Y si de esta forma se cumple el objetivo de su autor —apartar del olvido un vocabulario algo trasnochado—, tanto mejor.  Porque, aunque “trasnochado”, ese vocabulario es testigo de la vida de sus padres, sus abuelos y demás antepasados.

 El librito está muy bien redactado y la presencia de ilustraciones lo hace de fácil y amena lectura para todos.  

 BONILLA “EL PECAS”, junto con AL VOLVER LA VISTA ATRÁS, constituye un documento de gran valor para el estudio de la antropología de nuestro pueblo y de cualquier comunidad rural de hace medio siglo.

Gracias, amigo Luis.  

 

 

 

Intervención de Luis Hinojosa, autor de Bonilla "El Pecas"

SALUDOS y AGRADECIMIENTOS:

. Ayuntamiento de Santa Cruz y Diputación provincial, por sacar a la luz este trabajo.

. A Pilar Núñez y Antonio Robles (representado hoy por Maribel), por su lectura previa, por su benévola y constructiva crítica y por acompañarme hoy en esta mesa.

. Al departamento de Lengua del IES Alhama por haber aceptado y hacer uso ya de esta obra como recurso didáctico.

. A Antonio Arenas y Juan Cabezas, por su labor de difusión.

. Y a todos los presentes, por aceptar nuestra invitación y por hacerme sentir que, después de quince años de jubilación, aún puedo aportar algo a este apasionante mundo de la educación de niños y jóvenes.

 En la contracubierta del primer libro que yo escribí tras mi jubilación, “Historia de la familia Hinojosa Arias” y del cual se imprimieron solo cuatro ejemplares, dice: “En los paisajes de nuestro propio entorno, las personas más cercanas a nosotros, protagonizan la historia que más nos importa y que, a veces, nos es tan desconocida”.

 Esa es la razón última de esta pequeña obra que hoy presentamos. Por la ayuda que uno de mis hijos me pedía en cierta ocasión para un trabajo de clase, pude descubrir, avergonzado y con sentimiento de culpa, que yo, que podía haberle dado cuenta de la genealogía de la familia real remontándome siglos atrás, desconocía, sin embargo, el nombre completo de antepasados tan próximos como mis abuelos maternos. Excusa: mi familia materna era de Agrón y yo vivía en Santa Cruz, mi madre murió cuando yo solo tenía once años… Y el propósito: a partir de ahora, tanto en mi aprendizaje como en la docencia, lo más cercano será lo más importante.

 Consecuente con esas ideas, modifiqué ciertos procedimientos en mis clases. Así, pedía a mis alumnos en ocasiones que buscasen en el antiguo pajar o desván de su casa herramientas, aperos de labranza o aparejos de bestias y se informasen sobre su nombre y utilidad preguntando a padres o abuelos. Elaborábamos así nuestro particular vocabulario agrícola. Del mismo modo, el estudio de cada época histórica terminaba en las calles o alrededores del pueblo buscando nuestro propio legado.

 Por supuesto, lo que nunca pensé es que estas actividades escolares pudiesen dar lugar con el tiempo a escribir un libro. Pero sí que me propuse escribir uno en cuanto me jubilase: la historia de nuestra propia familia, que sería, pensaba yo, un valioso legado para mis hijos que compensase su escasa herencia material.

 Aunque nunca lo preví, a este trabajo de historia familiar siguieron otros, animado, sobre todo, por la oportunidad que me ofreció mi amigo Juan Cabezas de publicar en Alhama Comunicación. Y aquí apareció un día BONILLA “EL PECAS”, personaje infantil que ideé para, mediante una serie de relatos, sacar a la luz este vocabulario, algo trasnochado y poco conocido por los niños y jóvenes de hoy.

 ¿Cómo está estructurada esta obra? Pues bien: tras una doble, aunque breve, introducción (la que escribí para imprimir ocho o diez ejemplares para mis hijos y algunos amigos, y la que he escrito para ponerla a vuestra disposición), presento al protagonista, Bonilla, y a su familia; y con ellos nos adentramos en una serie de vivencias que transcurren a lo largo de un curso escolar.

 Comienza su padre, aprovechando los días de feria (18, 19 y 20 de septiembre), para comprar tierra. Tierra que se mide en fanegas, cuartillas y celemines. Al llegar las ansiadas vacaciones navideñas, Bonilla guardará celosamente en su pañuelo las gordas, perrillas y reales, el “aguilando” (no aguinaldo) recibido de sus parientes. Ayudará, enganchando la honda de la romana, a pesar un cerdo que venden (hay que pagar trampas). El peso se hará en arrobas, libras y cuarterones; y hay que ajustar la cuenta a razón de 28 duros la arroba. Disfrutará mucho cuando la familia haga su propia matanza casera y también escuchando a los “tocaores” del pueblo, que estos días suelen salir a la calle. Lo que menos le gusta es la recogida de aceitunas porque siempre le tocan las ‘salteras`.

 Nada más comenzar el segundo trimestre, la familia de Bonilla prepara el aceite para todo el año. Lo compra por arrobas: la arroba es también medida de capacidad. Y a finales de febrero Bonilla tendrá que dejar temporalmente la escuela para ir con su padre a pintar garbanzos; y, cuando terminen, irá con algún otro labrador que le pagará (a su padre, no a él) seis o siete duros por estar todo el día con su cebero colgado del brazo, andando tras una yunta que anda más de lo que él desearía.

 Por fin, las vacaciones de verano. Bonilla ayuda a su padre a preparar lo necesario para empezar la siega: madejas de ramales, hoz, “deíles” y las ceñideras. Y, aunque es pequeño, ayuda mucho en la era, sobre todo en la trilla: él solo pone los anterrollos a las bestias, engancha los tiros y, látigo en mano, comienza la faena. Tendrá aún que crecer un poco para poder aventar, ahechar, envasar y cargarse un costal hasta las cámaras.

 La adquisición de un carro de lanza y unas guarniciones de segunda mano, con sus estacas para la barcina y su red para la paja, serán una ayuda inestimable que abreviará sin duda las tareas veraniegas. Pero el cambio irreversible llegará con el tractor y la cosechadora.

 En cada una de estas historias encontraremos varias palabras destacadas en negrita: son las que forman parte de este vocabulario agrícola. Vocabulario que encontramos en la segunda parte del libro agrupado en medidas de superficie, de peso, de capacidad, tareas agrícolas y aperos y accesorios de labranza. Y, cuando alguno de estos esté formado por diversas piezas, el nombre de estas irá debajo precedido de un punto. Ejemplo: a la palabra ‘arado` siguen, precedidas de punto, las palabras ejero, llave, mancera, punto, tambor, ‘tiraera’ y reja.

 Consciente de que este vocabulario puede resultar poco familiar tanto a alumnos como a maestros tan jóvenes como vosotros, hay una tercera parte que es eso, un pequeño diccionario al que podéis acudir.

 Me parecía presuntuoso sugerir actividades después de quince años desconectado de la docencia y, sobre todo, a profesionales que habéis recibido en la universidad una formación mucho más completa que la que a mí me pudo dar la antigua Normal en mi breve paso por ella. No obstante, al final podéis encontrar unas páginas en las que insisto en que esta pequeña obra no es solo un vocabulario agrícola desfasado. Está claro que hallar el valor de la tierra que compró el padre de Bonilla, transformar esas fanegas en hectáreas, o averiguar cuántos euros supondría la venta del marrano nos lleva al mundo de las matemáticas. Pero hay algo aún más importante: a través de estos relatos vamos a conocer nuestra historia más cercana en el tiempo y en el espacio. Tan cercana y tan distinta. En blanco y negro, dicen mis hijos.

 Y termino. Tengo que terminar reconociendo humildemente que lo que hoy pongo a vuestra disposición es algo insignificante. No soy una autoridad ni en lingüística ni en didáctica. Nunca obtuve un doctorado ni siquiera una licenciatura. Como decía una compañera del Tendilla, solo somos maestros de la ma, me, mi, mo, mu. Lo único que puedo aportar como aval son 38 años de docencia y, sobre todo, mis vivencias personales de todo cuanto narro. Al igual que Bonilla, antes de mi ingreso en el Seminario a los once años, yo ya había pintado garbanzos y cogido aceitunas, faltando, incluso, temporalmente a la escuela. Y en verano trillé, abaleé, cribé granzas… Y, a medida que fui creciendo, fui ascendiendo de categoría profesional. Y fui segador, arrancador, carrero y gañán. Como Bonilla. Muchísimas gracias.

Santa Cruz, septiembre 2022