Ecos de caracola: A Rafael León, singular referente de la cultura malagueña

Palabra en el tiempo


José Luis Estrada Segalerva, poeta malagueño e hijo de un ministro de Alfonso XIII, proyectó la creación de una revista poética durante su legislatura como alcalde de Málaga, con la idea de que fuese una edición municipal, pero al ser relevado de su cargo no pudo llevarse a cabo como tal, convirtiéndose en un proyecto privado. Se pensó en un nombre evocador de resonancias marinas: ‘Caracola’.

María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora

 La nueva revista, que desde la nostalgia resucitaba el eco de las antiguas brisas marinas de ‘Litoral’, vio la luz el 1 de noviembre de 1952 con la extraordinaria ayuda de Bernabé Fernández-Canivell que cuidó las ediciones con esa genial maestría heredada de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, impresores de su hermana mayor. ‘Caracola’, que desempeñó un importante papel en el panorama literario de la época, acogió en sus páginas los versos de los poetas españoles contemporáneos de las más diversas tendencias, generaciones y estilos, convirtiéndose en órgano de expresión de un caudal de sentimientos poéticos. Todo un muestrario de bellezas líricas convertidas en piropos para Málaga.

 En lo que al capítulo de colaboraciones se refiere, las páginas de ‘Caracola’ acogieron más de 1700 firmas. Encabezando el primer número de la revista aparecen cuatro endecasílabos que bajo el título de ‘Plegaria’ firma el ilustre dramaturgo y Premio Nobel, Jacinto Benavente. Y junto a él una destacada nómina de escritores: González Anaya, Carmen Conde, Altolaguirre, Canales, Muñoz Rojas, Estrada, Peña Hinojosa, Entrambasaguas, S. Souvirón, J. Soca, Rodríguez-Spiteri, Salas y Guirior, y aquel sencillo y casi ignorado profesor-poeta, entrañable amigo de mis años infantiles, Luis Romero Porras; para él, desde estas páginas, mi emocionado recuerdo.

 En ‘Caracola’, orgullo de Málaga, están presentes las voces más resonantes de Andalucía: Alberti, Cernuda, Aleixandre, Prados, Machado, Altolaguirre…Ese meridiano lírico pasa siempre por Andalucía. Y Juan Ramón Jiménez, desde Puerto Rico asiduo colaborador hasta su muerte, fue pasaporte hacia la revisión de nuestros valores más puros. Porque la poesía es una de las cosas que más identifican al hombre con su verdad.



 En 1957, coincidiendo con el V aniversario de la revista, se imprimió el homenaje al poeta de Moguer, el más universal de los poetas. Un andaluz genial, innovador de la lírica española del siglo XX. Guía y mentor de una forma de concebir y sentir el paisaje, al hombre y al universo…”Suspiro de la eterna melancolía de sus Jardines Lejanos…” En el citado número colaboran: Alcántara, Canales, A. Duque, Gallego Morell, García Baena, Guillén, y Pemán, entre otros…

 También la revista rindió un sentido homenaje al poeta de Benaque, nuestro paisano Salvador Rueda, coincidiendo con el centenario de su nacimiento. En este homenaje aparecen las firmas de V. Aleixandre, Altolaguirre, Cernuda, Gerardo Diego, Pemán, Unamuno, Canales, y otras más jóvenes como la de Mª Victoria Atencia, una de las voces más auténticas de nuestra poesía española.

 En el transcurso de su larga vida la revista sufrió cambios, pasando por tres etapas tipográficamente bien diferenciadas. En aquel primer Consejo de Dirección integrado por Muñoz Rojas, Peña Hinojosa, Salas y Guirior, E. Villamana, Canales, A. Rubio Argüelles, Mª A. Sanz Cuadrado,…y Bernabé Fernández-Canivell, se produjeron cambios con el paso de los años. Desde el nº 1 al 106, la revista consigue llegar al equilibrio de claras posiciones encontradas: la del editor y la del impresor. El cuidado que Bernabé puso en la revista lo hizo por su amor a la poesía y por su deseo de atraer a los poetas del exilio. José Luis a los poetas nacionales. De ahí, sus desencuentros. Por ello, el cansancio experimentado por Bernabé Fernández-Canivell, secretario de la revista y director de su tipografía, y otras circunstancias que en determinados momentos pudieron herirle, promovió su retirada y junto a ella la de Rafael León, por entonces secretario de redacción de ‘Caracola’.

 A partir del nº 107 deja de aparecer en la revista el nombre de Bernabé Fernández-Canivell. Y ‘Caracola’ irá experimentando un cambio sustancial en lo referente a su tipografía. A partir del nº 200-204, se abandona la forma artesanal para pasar a linotipia, la revista pierde en la riqueza de sus caracteres, se reduce el número de páginas, decae la calidad del papel y hasta los Índices Anuales acaban por desaparecer, comenzando a imprimirse lejos ya de la imprenta Dardo, anteriormente Sur, creada en 1925 por Prados y Altolaguirre.



 ‘Caracola’ tuvo una existencia de 23 años. Estrada, cansado, pensó que la revista perdurase sólo hasta la fecha de su jubilación como funcionario de la Administración del Estado, prevista para julio de 1976, pero por sólo unos meses no pudo llevarse a cabo la realización de su deseo. José Luis moría el 23 de febrero del mismo año a las puertas de una primavera que ya no pudo sentir, ni cantar…Y ‘Caracola’ 278 meses después de su nacimiento terminaba su andadura en diciembre de 1975. Ese número fechado dos meses antes de la muerte de su fundador, no se imprimió hasta un año después, por lo que terminaría siendo una entrega póstuma. 1976 fue el último año de la vida de una revista al servicio de una lírica con resonancias marinas. Las voces de grandes poetas prolongaron su existencia y la material de sus suscriptores (120 ptas al año).

 En abril de 1980 apareció el nº 279, lo que sería la última entrega de la revista que, como homenaje póstumo a su creador y director, le rindieron algunos de sus amigos y donde se incluye un interesante estudio de Rafael León con el título “Sobre tres épocas de Caracola”. En este último número colaborarían: Mª Victoria Atencia, Alfonso Canales, Celaya, Guillén, Rafael León, Muñoz Rojas, A. Caffarena, B. Peña Hinojosa, F. Quiñónez, C. Murciano, y las poetas-catedráticas-gloria de una época dorada de las Enseñanzas Medias-Mª Antonia Sanz Cuadrado y Elena Villamana, entre otros… Y así concluye la vida de la que fuera una de las revistas más longevas del panorama literario español, que durante 23 años llevó con prestidio el nombre de nuestra ciudad por todo el mundo especialmente el de habla hispana.

 Aún vuela por el cielo el recuerdo de aquella ‘Caracola’ con ecos de azules mediterráneos y con él, el del insigne editor y poeta Rafael León, singular referente de la cultura malagueña.