El sosiego español

Palabra en el tiempo


La forma afirmativa de la ataraxia aparecería más bien en su clásica versión española: el sosiego.

Por María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora



 En un artículo titulado “Los nombres de la angustia” se estudia los diferentes modos de interpretarla, según se refleja en diversas denominaciones que ha recibido: angustia, congoja, tribulación, ansiedad, zozobra, desazón, desasosiego…En el primero domina la vivencia de estrechez: angustia como angostura, y de ahí opresión o falta de aire, ahogo; congoja como compresión; tribulación como la opresión ejercida activamente por algo o alguien, y padecida por el atribulado; ansiedad como la angustia permanente o duradera, en la zozobra, no hay estrechez, sino inestabilidad, fluctuación, oscilación arriba y abajo, inseguridad, incertidumbre, discordia, peligro de naufragio. Los últimos nombres, finalmente, son palabras negativas, privativas: desazón, des-asosiego: falta de sazón, inoportunidad, destiempo o contratiempo. ¿Y el desasosiego? El desasosiego es la privación o falta de sosiego; pero si el sosiego viene del verbo sosegar; parece, pues, que para tener sosiego hay que sosegarse, puesto que no es regalado. Y sosegar, de la misma raíz que sentarse, es calmar, dar asiento, firmeza, seguridad, serenidad. Entre todos los nombres de la angustia, el desasosiego es tan español, que en otras lenguas no se encuentra, salvo si fue importado de la nuestra. Es tan exacto que nos muestra que la angustia es sólo una privación, que lo propio del hombre no es ella, sino el sosiego; pero que éste, a su vez, no le es dado de balde, sino que el hombre tiene que conquistarlo y ganarlo. El hombre, aun en las situaciones más apretadas, es capaz de retraerse a sí mismo y sosegarse, acaso mediante un enérgico esfuerzo. Es siempre algo que el hombre tiene que lograr, pero cuando lo consigue no ha llegado a otra cosa, sino así mismo. Admirablemente recoge este matiz San Juan de la Cruz en la “Subida al Monte Carmelo”: “En una noche oscura/con ansias en amores inflamada, /¡oh dichosa ventura! / salí sin ser notada,/estando ya mi casa sosegada. /A oscuras, y segura/por la secreta escala disfrazada,/¡oh dichosa ventura! / a oscuras, en celada, estando ya mi casa sosegada.”



 El comentario de San Juan es revelador: “Estando ya mi casa sosegada”, es decir, la parte sensitiva que es la casa de todos los apetitos, está sosegada ya por el vencimiento de todos ellos. Porque hasta que los apetitos no se adormezcan, no conseguirá el alma la verdadera libertad para gozar de la unión de su Amado.

 Pero el pasaje clásico que ilustra el sosiego como forma de ser española en el siglo XVII es aquel de la vida de don Francisco Manuel de Melo, el portugués español, autor de la “Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña en tiempo de Felipe IV.” Melo, apenas llegado a la edad juvenil, embarca en la capitana de San Antonio, al mando del general don Manuel de Meneses, el 24 de septiembre de 1926, para marchar a Flandes. “Apenas se había separado de la costa, empezó a arreciar una tempestad que jamás había visto semejante lucha de vientos y mares. En este conflicto cerró la noche, la que pasó en confusión, votos y testamentos, sin embargo, aun no ignorando el general el sumo peligro en que se hallaba, tomó la extraña resolución de ponerse los mejores vestidos que tenía, para que, muriendo como esperaba, fuese la vistosa mortaja recomendación para una honrada sepultura. Sacó el general unos papeles que traía consigo, y abriendo uno se dirigió a don Francisco Manuel y sosegadamente le dijo: Este es un soneto de Lope de Vega, que él mismo me dio. Lo leyó, y empezó a decir su juicio de él; pero al llegar a un verso que le pareció ocioso, discurrió enseñando a nuestro autor los defectos que en él advertía; sin duda con el objeto de distraerle del peligro en que le veía.”



 Tal es el pasaje. Tempestad, borrasca, seguridad de naufragio y muerte probable; pero en medio del peligro, el general de la armada don Manuel de Meneses se pone sus mejores galas y sosegadamente, se dirige a Melo, con el soneto de Lope, disponiéndose a hacer crítica literaria en medio de la tempestad. Este es el sosiego español que Velázquez debió pintar.