Lo que este país necesita

La otra mirada


Cada vez que escucho o leo esa frase me asaltan dudas.

 Dudas, creo que más que razonables, de que lo que ha de venir a continuación sea de mi agrado. Casi siempre lo que necesita el país es disciplina, mano dura, trabajo duro y cosas de ese jaez, más propias de una dómina de bondage sado-maso que de una nación seria, como presumo que es España. Como las sombras de Grey, más o menos, para acabar de despejar qué es eso del bondage.

 Estoy muy lejos de saber “lo que este país necesita”, ni siquiera estoy seguro de entender cabalmente qué cosa pueda ser “este país” o si este ente así llamado coincide plenamente con el lugar real que habitamos y al que llamamos España o el Estado Español. Sí sé, perfectamente lo que yo necesito y quiero para España y lo puedo decir claramente y sin andarme por las ramas: Más curas como Don Camilo, más alcaldes como Peppone y más ministras como Yolanda Díaz.

 Lo que tienen en común el cura preconciliar y clerical, el alcalde comunista y la ministra española de trabajo es la capacidad de tener las ideas y los objetivos muy claros, pero, también la certeza de que no se puede obtener todo de una vez y la sabiduría, y paciencia para llegar a acuerdos que no benefician a todos, pero si a la casi totalidad.

 Don Camilo cree que Peppone es la encarnación del Diablo, en cuanto comunista, y Peppone cree que Don Camilo es un cura clerical y reaccionario, en cuanto cura. Pero son capaces de respetarse mutuamente en cuanto personas y de dejar todo de lado a la hora de hacer algo que sea necesario para el pueblo en el que ambos habitan. Estoy convencido de que la ministra española también es capaz de hacer lo mismo. Lo ha demostrado por activa y por pasiva; por lo tanto que un melón zocato del PP diga que a Yolanda no la quiere la gente cuando es la más valorada en las encuestas, sólo demuestra con qué tipo de gente se relaciona el melón en cuestión: Muy respetables empresarios, nadie lo duda, pero que en cuanto empresarios lo que necesitan es un ministro de trabajo dócil y poco renuente a aplicar a la clase trabajadora lo que ellos necesitan, es decir lo que necesitan los empresarios, que casi nunca coincide con lo que necesitan los trabajadores.

 Esa es la razón de que se levantaran de la mesa de negociación para la subida del salario mínimo. Quien está acostumbrado a imponer casi siempre su voluntad, encuentra tener que dar su brazo a torcer de lo más molesto. Pero es una de las claves para alcanzar acuerdos que, sin ser beneficiosos en todo para todos, sí que lo sean en parte para la totalidad. Que es lo que yo llamo hacer Política como lo he escrito, mayúscula. Lo demás es otra cosa que no voy a calificar. No me pide el cuerpo rebajar el tono amable, espero, de esta mirada con palabras malsonantes, que además están prohibidas por el libro de estilo de este medio, y caso de no estarlo, como en la canción “el gorila” de Georges Brassens “me lo prohibiría mi rigurosa mamá” (versión española de Sabina, claro).

 Y si he escrito sobre política, que es algo que me tenía vedado a mí mismo hace tiempo, es para dejar constancia, una vez más, de que ni todos los políticos ni todas las políticas son iguales y que un mundo mejor para todos es posible, a poco que nos pongamos a ello con ganas. Que lo llevo diciendo hace diez años, día arriba, día abajo.