Segunda transición

La otra mirada


He leído recientemente un artículo de Enric Juliana en la Vanguardia, acerca de lo que en su momento se llamó los Pactos de la Moncloa.

 Creo que es interesante leerlo, sobre todo para los anticomunistas de salón, para que entiendan lo que todos debemos al Partido Comunista de España y a Santiago Carillo, y a todos los partidos políticos que en aquella época supieron estar a la altura de las circunstancias. Que, básicamente, fueron todos.

 Pero no voy a abogar por otros Pactos de la Moncloa, si no por una segunda Transición, cuando acabe la cuarentena, y nos tomemos unos días para disfrutar de lo cotidiano (eso que ahora todos echamos de menos). Entonces será el momento de reflexionar muy seriamente de la necesidad de cambiar totalmente nuestra forma de ver y entender la realidad, y, sobre todo, de vivir, de consumir, de estar en el mundo, en definitiva.

 Nos vamos a enfrentar a una crisis económica, a otra crisis más (en el artículo de Juliana se habla de la crisis de 1973, que creo que fue la madre de todas las crisis). Nos vamos a enfrentar a la necesaria reconstrucción de la estructura sanitaria de nuestro país. Hablo de invertir más, mucho más en sanidad. Hablo de que bienvenida sea la solidaridad privada, de la que los alhameños podemos estar orgullosos, por cierto; pero esta solidaridad no puede sustituir a la acción del Estado, de nada valen los equipos de protección sin personal sanitario que los vista. Sanidad púbica con medios suficientes para hacer lo cotidiano y lo inesperado, lo posible y lo imposible o casi imposible.

 Como en la primera transición apelo a una amplia amnistía política. De nada nos va a valer acusar a quienes recortaron en sanidad, a a quienes no supieron ver lo que se avecinaba. A los muertos ya les da lo mismo. Espero que ya que ahora ni gobiernos ni oposiciones, ningún gobierno ni oposición de ningún país, están acertando mucho, cuando se pueda reflexionar sosegadamente sobre todo lo que ha pasado, no se busquen culpables, si no soluciones.

 Y, sobre todo, advierto de que no podemos esperar que todo sea igual, ni siquiera creo que sea bueno que todo sea igual. Espero un cambio profundo, espero que despertemos y nos demos cuenta de que nuestros ídolos deportivos son perfectamente prescindibles. Pero necesitamos personal de limpieza, auxiliares, enfermeros, médicos, científicos e investigadores. Necesitamos a todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, necesitamos autónomos y pequeñas y medianas empresas que resuelvan las necesidades del día a día.

 Nos esperan día de ajustes, días duros, y espero que esta vez no seamos los de siempre los que nos ajustemos: Trabajadores, autónomos, pensionistas, pequeñas empresas, espero que esta vez y por solidaridad, más que por ley, los que hasta ahora no han conocido más recortes que los de la corteza de los jamones de bellota cien por cien, entiendan que si no colaboran de buena fe, tendrán que hacerlo por obligación y de que tú y yo y todos tendremos que apoyar más impuestos, incluido el de sucesión, sin dejarnos manipular como hasta ahora nos hemos dejado.

 Será esencial que los partidos, todos los partidos, hagan tabla rasa de sus ideas preconcebidas y empiecen a pensar en modo “después del apocalipsis” y que sus líderes nos demuestren que saben trabajar para encontrar soluciones y no para aumentar los problemas. Críticas constructivas las que hagan falta, para dar por saco ya están los youtuber y compartidores de wasaps. Y no creo que en estas circunstancias sea oportuno pedir que se marche nadie ni del gobierno ni de la oposición porque, sinceramente, temo mucho a quienes dicen tener soluciones rápidas y sencillas para los problemas como los que vamos a tener que resolver, insisto, entre todos.

 Sé que pido mucho, pero es lo que llevo reclamando hace diez años. Sólo que ahora sabemos las consecuencias de votar alegremente en contra de tu vecino, o por fastidiar en vez de hacerlo pensando en el bien común. Como he leído en el anuncio de una entidad financiera: El mayor interés es el interés común.

 Tal vez la reconstrucción que nos espera a todos sea la de un mundo mejor del cual estar orgullosos de dejar a nuestros hijos. O a los hijos de nuestros amigos.