Entre juncos y zarzas, / desde las frescas aguas del Marchán, / lanza su verde voz / el coro monocorde de las ranas.
Noche estival
En un cielo de estrellas casi ausentes luce ufana la luna su bata de azahar. Pasea majestuosa su corona, regalo de las nubes, en la noche estival.
Entre juncos y zarzas, desde las frescas aguas del Marchán, lanza su verde voz el coro monocorde de las ranas. Y, en las más altas copas de los esbeltos álamos del río, el minúsculo ejército de hambrientos gorriones esperan impacientes la mañana.
Brillan en la distancia los blancos rastrojales de los trigos segados. El tímido tañer de una cencerra, con voz entrecortada, nos advierte que allí pasta el ganado.
Ya el canto mañanero de los gallos, amigos de la aurora, anuncia con ardor el nuevo día. La silueta de un carro abandona las últimas callejas, mientras un manijero va reuniendo en la plaza su cuadrilla.
Son las plácidas noches de mi pueblo; pequeño, diligente, amante de la vida. Son los amaneceres bulliciosos de mi tierra del sur, de Andalucía.