Conociendo China (IX). Shapotou, Zhongwei (Ningxia)

Un alhameño por el mundo


 Esta zona tenía una pregunta libre en el concurso PERCIBIR CHINA que realizaban diez redacciones de Radio Internacional de China y fue el que hizo posible el fantástico viaje por esta región del norte del gigante asiático.



He aquí la libre [cada programa realizaba unas preguntas tipo test y una libre que voy a reproducir inmediatamente]:

En Shapotou y en el Lago Shahum la arena y el agua se integran armónicamente. ¿Cuál sitio prefieres? ¿Por qué?

 Shapotou es el paradigma de lo que el ser humano puede hacer cuando aúna esfuerzos hacia un único objetivo. En este caso evitar que la arena se coma esa grandiosa obra de ingeniería que es el ferrocarril (tan denostado en occidente) y, al mismo tiempo, detener al gran desierto de arena y hacerlo, además, rentable con medios naturales gracias a la sabiduría de las gentes que han convivido con esos elementos durante miles de años. Atrae turismo, encandila al curioso y al deportista que se desliza por sus arenas.

 Me quedo en SHAPOTOU que, en otro orden de cosas, me recuerda la puna andina: la soledad más absoluta y un bienestar interior difícil de explicar. Podríamos decir que SHAPOTOU te atrapa el alma y su cañón de arena sonora no deja de sorprender al visitante que tiene la fortuna de contemplarlo y, con los ojos cerrados, afinar sus oídos.

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 El fabuloso complejo de Shapotou se encuentra a menos de veinte kilómetros de la ciudad de Zhongwei (en ella se puede visitar el Templo de Gao Miao), se trata de una urbe ultramoderna y en el casco viejo ese templo del siglo XV y poco más. Aunque, si se atreve, en ella puede degustar los célebres platillos de carne de perro que, en cierta medida, a uno le hacen recordar la carne de liebre.

 El complejo está configurado por dos elementos naturales que conforman una impresionante simbiosis: el agua del río Amarillo y la arena del desierto. La vegetación a la orilla del gigantesco curso fluvial y las arenas del inmediato desierto crean un gran contraste y en esas circunstancias geográficas se inició, en el lejano 1956, la Estación de Investigación y Experimentación que ha logrado grandes éxitos a juzgar por lo que vieron nuestros ojos. Según las Naciones Unidas ese proyecto está siendo utilizado como modelo para luchar contra la desertización en otras zonas del planeta. Las plantaciones para detener el avance de la arena del desierto son realizadas en líneas entrelazadas e inicialmente tenían como objetivo impedir la ocupación de la zona del trazado ferroviario: Visto desde las cumbres de arena, me hacía recordar el cultivo de la vid en Lanzarote, aunque en Ningxia, el círculo dejó paso al rectángulo o “cuadrado de hierbas” como nos informaron sobre la marcha.

 Recientes evaluaciones indican que el desierto se ha visto reducido en un 23.6% y esta provincia/región autónoma es la única que reduce las áreas desérticas y aumenta la superficie cultivable o de terreno útil con la reforestación y nuevas plantaciones.

 El proyecto gubernamental ha cosechado el éxito si juzgamos los cambios protagonizados en algo más de media centuria funcionando, toda una vida de sueños y empeños por domeñar la naturaleza plenamente visible con la vegetación que ha significado la reforestación del territorio, el aprovechamiento agrícola contrasta con el paisaje de otras zonas del orbe.

 Allí encontramos otra atracción turística de primera categoría y una de las más visitadas en esta lejana y, teóricamente, desértica provincia del Noroeste de China. El complejo presenta numerosas atracciones y el desierto es su gran aliado en esa simbiosis de sueño y éxito en que se ha convertido el entorno.

 El río da para varias experiencias inolvidables, entre ellas la de poder remontar sus aguas en balsas confeccionadas con las pieles de las ovejas infladas y sobre una docena de sus cueros se colocan unos cuantos palos de escaso peso y gran flexibilidad, sobre ellos se coloca el visitante, el remero sube hasta casi la misma entrada de las instalaciones pensadas para el ocio más exigente.

 Es un sencillo sistema que demuestra el ingenio ancestral de los pueblos que han habitado esta región a lo largo de miles de años (personalmente me recordaban a los indígenas changos de las costas chilenas que utilizaban balsas hechas con odres de lobo marino inflados sobre los que ataban unos cuantos tablones y, al agua de las costas del norte de Chile, eran mis tiempos de estudio en la Universidad de Barcelona en donde descubría la existencia de otros pueblos, otras gentes, gracias a los libros y algunos profesores que te explicaban, entonces, una realidad bien lejana. Los changos sobrevivieron hasta mediados el XIX cuando se comenzaron a abrir las grandes instalaciones salitreras y portuarias que acabaron no sólo con pueblos ancestrales sino con sistemas de vida tradicional en aquellas otras zonas desérticas del planeta).

 Volvemos al micro y rumbo a lo que considero la mayor de las atracciones del viaje, quizá porque aquí se integraba la parte lúdica con la naturaleza más salvaje de todo el periplo y de la que todo el grupo satisfecho, participó y disfrutó. El Complejo Turístico de Shapotou, es una extensión que sobrecoge, las autoridades y guías locales nos dijeron uno de los 10 lugares preferidos por el turismo en China.

 Nada más llegar, los representantes estaban a nuestra disposición, las actividades nos enganchan inmediatamente, iniciamos el ascenso con el telesilla que permite situarnos casi al nivel de la línea de ferrocarril y contemplar el impresionante e imponente paisaje del río Amarillo. Tras él, las montañas y una de las muchas autopistas que jalonan el territorio, la sesión de fotos aprovechando que el sol lo teníamos delante y se inicia el ascenso en un todo terreno hasta la zona del desierto en la que están los camellos y los senderos para realizar los espectaculares recorridos por el mar de arena que te hace ver lo poco que representas ante la naturaleza.

 El camión de camuflaje, está protegido con fuertes barras de hierro y nada más subirnos todo el mundo tenía que colocarse los cinturones de seguridad ¿para qué? Minutos después lo descubriríamos. En esta actividad, el grupo disfrutó a lo grande y en plenitud. Nada más iniciar el viaje de ascenso a las dunas, cinco minutos de trayecto y tenemos la primera caída en picado por una de las impresionantes dunas y así durante media hora ante las innumerables pendientes que se presentaban fuera de pista y a gusto del conductor. Nos comportamos como críos, gritamos como posesos y el estómago se te encogía.

 Subidas y fortísimas caídas explicaban por qué tenías que usar cinturón de seguridad. Tras bajarnos del camión, iniciamos la travesía del desierto caminando sobre una pasarela: ante nuestros ojos la inmensidad del río Amarillo y su entorno, a ambos lados de la pasarela, zonas en reposo y de estudio.

 Desde la zona de aseos tomamos el camino que nos lleva al telesilla donde nos espera el descenso en una especie de trineo que te deja a los pies del río [si tienes suerte y no caes rodando]. Algunos desistimos de realizar esa, a nuestro entender, arriesgada actividad. ¡La edad nos hace ser precavidos y es preferible quedar con la tranquilidad a pegarte un tortazo de aúpa, que de todo hubo en esa bajada!

 Volvemos a concentrarnos, el grupo se pone en marcha, toca visitar la campana donde es tradicional tocar tres veces su célebre “gong”. Los ganadores hicieron el ritual, aunque en realidad no entendí para qué. Fui el último y me devolvió a mi juventud cuando subíamos a tocar las campanas a la Iglesia de la Encarnación y nos permitía una visión de todo el entorno del pueblo. ¡Ay de mi Alhama!

 Un corto paseo nos pondrá en el punto y final de la actividad lúdica, fuimos tratados con categoría VIP, lógico reconocerlo y agradecerlo ael personal que nos atendió e inmediatamente hacia el micro que nos espera para devolvernos a Zhongwei donde nos alojaremos en el fastuoso hotel Longcheng, más bello y funcional en su interior que en la sobria parte externa.

 Apenas tuvimos tiempo de quitarnos la arena y ya estábamos en la cena. Nos agasajaban los directivos del Complejo de Shapotou y nos daban las gracias por la visita [otra vez, en lugar de hacerlo nosotros, eran ellos los que agradecían nuestra presencia; la repera, te invitan y encima te lo agradecen, pero a medida que vas conociendo al pueblo chino vas descubriendo sutilezas que nosotros perdimos hace tiempo]. Departieron con los invitados, nos felicitaron y llegó la hora de los brindis; fue el acontecimiento, inesperado, aunque cuando estábamos los tres ganadores y los asistentes, le dije al de la India que esta noche habría “PITA, PITA, HE” a lo grande. El día anterior le había preguntado sobre ello porque me vino a la memoria aquella canción del verano hace años en España… Y no me equivoqué, bebida no faltó.

 Tras media hora de espera, llega el director del complejo acompañado de otra persona [después resultaría que era un escritor chino con más de medio centenar de obras publicadas] más tarde aparecería una tercera persona y, finalmente dos chicas. Lo importante era brindar con ese licor parecido al aguardiente y, especialmente, con el ganador indio que siempre se llenaba la copa. Ellos nunca se colocan menos licor que el invitado, así que si estábamos 10 personas y cada uno se colocaba su copa hasta arriba, las cinco personas, incluidas las chicas de turismo, cada una se toma sus diez copas [mientras que los invitados, como eran cinco personas las que nos iban saludando y brindando, lo harían con la mitad]. El amigo hindú al final se llevó, como regalo del director del complejo, dos botellas del blanquísimo licor. Para todos hubo un libro del autor que, lamentablemente, no podemos reseñar por estar en versión china, pero que no deja de ser un gran detalle junto a los lotes del fabuloso y agradable té “Ocho Joyas” de Ningxia. Xie Xie.












Hasta la próxima aventura; Juan Franco Crespo.