Colocación de una placa conmemorativa y homenaje en el cementerio de Jayena a represaliados de Lenteji: El cumplimiento de una promesa

Jayena


Al emotivo acto, que tuvo lugar el pasado sábado 7 de septiembre, en el cementerio municipal de Jayena, asistieron Vanesa Gutiérrez Pérez alcaldesa de Jayena, el historiador José María Azuaga Rico, así como familiares directos de los homenajeados Vicente Fernández Cobo y Juan Ruiz Aneas.





 Otros asistentes fueron una representación de la Asociación 14 de abril para la Recuperación de la Memoria Histórica de la Costa Granadina, José Gutiérrez Jiménez, secretario de organización de la Junta Local del PSOE de Jayena, María José Hidalgo Recio responsable de Educación e Igualdad en el ayuntamiento de Jayena, Miguel Moreno Montes, hijo del guerrillero Miguel Moreno Alaminos, también enterrado en el cementerio de Jayena y Miguel Ruiz, que está llevando a cabo una gran labor en lo concerniente a este tema. Así mismo el acto contó con la asistencia de un nutrido grupo de familiares de las dos familias, entre los que se encontraban nietos y biznietos.

 Visiblemente emocionados todos los familiares presentes de los dos homenajeados; estos pudieron finalmente dar el punto y final, a un dilatado camino de investigaciones y espera, para conseguir plasmar y dar luz a la verdad, de unos acontecimientos, que ahora ya si, forman parte de la historia colectiva de la España de la posguerra, para ellos salpicada de pena, desesperanza, sufrimiento y angustia. Heridas que por fin se ven cerradas no sin dolor y disgusto. Pero que llevan a la paz y el sosiego, y dan una tregua a la rabia y la angustia de sus corazones, por la injusticia padecida y no remediada. 

 Entre los familiares de Juan Ruiz Aneas se encontraban Juana y Antonio Miguel Ruiz Villoslada, hijos de Juan Ruiz Aneas, las nietas Olga Alonso Ruiz, Rocío Ruiz Ros, y Elisa, Juana y José Manuel Pérez Ruiz, nietas y nieto (hijos los tres últimos de Elisa Ruiz Villoslada hija ya fallecida de Juan Ruiz Aneas).Por parte de Vicente Fernández Cobo asistieron Francisca Pretel Fajardo nuera de Vicente, y los nietos de este Vicente Manuel Fernández Pretel Francisca Fernández Pretel, Carmen Navarro Fernández y José Manuel Navarro Fernández. 

 Durante el acto se relataron distintos episodios de los acontecimientos sucedidos, que dieron fe con crudeza de los hechos acaecidos en el transcurso del asesinato de los homenajeados, así como de las duras peripecias vividas por las familias a lo largo tanto de la posguerra, como de los tiempos que siguieron de la dictadura franquista. Varios años de investigación han sido necesarios para dar culminación a la anhelada conclusión final de dar con el paradero de Juan y Vicente, y reconstruir sus últimos días de vida. Todo ello no hubiera sido posible sin la valiosa ayuda de José María Azuaga Rico, cuyo importante papel en la recuperación y reconstrucción de ambas historias ha sido esencial. Azuaga Rico que asistió también al acto en su faceta de historiador, dijo unas palabras donde manifestó de manera bastante acertada, clara y sencilla el sentir de tantos españoles, que se encuentran o han encontrado en la misma situación que estas dos familias, y la valentía de su lucha. José María Azuaga Rico es catedrático de Instituto, licenciado en Filosofía y Letras, sección Geografía e Historia, por la Universidad de Málaga, y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Autor de entre otras publicaciones de libros como La Guerrilla Antifranquista en Nerja, o Tiempo de lucha. Granada-Málaga 1939-1952. Represión, resistencia y guerrilla. Azuaga Rico es considerado uno de los mayores expertos del país en el tema del maquis.

 Señalar que la fosa donde están enterrados Juan Ruiz Aneas y Vicente Fernández Cobo se encuentra inscrita en el mapa de fosas del Ministerio de Justicia con Número de Registro. 2135/2010 GRAN. La fosa que se localiza en el cementerio, está calificada como no intervenida.

 Ambos eran arrieros, personas sencillas, cuyo único delito fue ser parientes de otras personas sencillas que las circunstancias y las ideas les habían llevado a formar parte de la oposición a un régimen dictatorial. Por otra parte, hacer el inciso de que en todos los documentos e informes emitidos por la guardia civil de la época el paraje donde se dice que fueron abatidos estos “bandoleros”, es el denominado “Barranco del Tranco”; paraje este que no se encuentra dentro del término municipal de Jayena, aunque en los informes de la guardia civil se cita dicho paraje como perteneciente al termino municipal de Jayena. Puesto que se encuentran enterrados en el cementerio de Jayena, y el suceso los relacionó de una forma u otra con la villa jayenera, tanto Vicente como Juan forman ya parte de la historia de esta Villa, (pero era necesario el inciso). Junto a Juan y a Vicente fueron fusilados otras dos personas, de las que no se tienen datos. Los cuatro fueron víctimas de una ejecución extrajudicial. Los cuatro fueron “acarreados” tras su fusilamiento, (asesinato) al cementerio de Jayena en un carro.

 Del empeño, el tesón y la lucha por sacar a la luz la verdad, y hacer justicia, habla el testimonio de quien inició todo el proceso, poniendo en ello todo el corazón, la franqueza, nobleza y generosidad de la que es capaz un ser humano. La nieta de Juan Ruiz Aneas, Rocío Ruiz Ros, que nos relata el inicio y transcurso que ha llevado a este acto, y el cumplimiento de una promesa: Al hacerse mayor mi abuela Elisa, sus tres hijos decidieron traerla a Palma desde Lentegí y que se pasara 4 meses en casa de cada hijo. Eso me dio la oportunidad de conocerla más a fondo. Desde niña he destacado por ser muy curiosa y preguntona, por lo que aproveché nuestra complicidad para saber más de mis raíces, ya que a causa del gran tabú que ha sido la muerte de mi abuelo por el trauma que les causó su asesinato, no ha sido un tema nada habitual en la familia.

 Mi abuela era una señora de los pies a la cabeza, pequeñita, seria, callada, pero con su expresiva mirada te decía todo lo que albergaba su interior. Nos sentábamos en el comedor, y yo escuchaba embelesada las grandes hazañas de su noble marido, las descripciones exactas de su reducido pero familiar pueblo, y con lágrimas en sus ojos me transmitió lo que es sentir el amor verdadero, y como tras su desaparición, se llevaron con ella parte de su corazón. Me contaba también, como muchos hombres quisieron entrar en él y como les respondía que no se lo podía dar, porque estaba enterrado con su marido. Jamás volvió a estar con ningún otro, le guardó luto por dentro y por fuera hasta el día de su muerte, el día en el que, por fin, se volvió a reencontrar con el gran amor de su vida.

 Entre historias y anécdotas, me transmitía que había que aprovechar cada día, que había que hacerles saber a tus seres queridos lo mucho que les amas, porque nunca sabes cuando va a ser el último día que les veas. Era maravilloso como, a pesar de las décadas que habían transcurrido, se le iluminaban los ojitos al hablar de sus buenos tiempos y como se le encharcaban al recordar que ya no estaba con mi abuelo. Entre tanto, me transmitió como el honor de las personas es más importante que las pertenencias o el dolor que pueda sentir, ya que muchos años después se pusieron en contacto con ella, y le ofrecieron devolverle los restos de su marido si firmaba como que fue un guerrillero, se negó rotundamente. Prefirió seguir con esa espinita clavada antes de manchar el honor del padre de sus hijos. Tuve la fortuna de disfrutar de ella varios años, y el último año que estuvo en casa, un día como otro cualquiera, sentadas en el comedor, con nuestras risas y nuestras cosas, me confesó algo que nadie más sabía, era consciente de que sólo nosotras podríamos entenderlo, se despidió de mí, y me dijo que por fin se iba a encontrar con su primer y único amor, que le estaba esperando, le había aparecido en un sueño, y le dijo que ya era hora de volverse a encontrar, y que esta vez, nada ni nadie les podría volver a separar. Tras un largo abrazo, entre emociones y sollozos, le di mi palabra de que no descansaría hasta encontrarle y limpiarle su nombre, y que algún día les volvería a reunir. Unas semanas después, ingresamos a mi abuela, cuando fui al hospital, ya la tenían sedada, los médicos nos habían dicho que ya no sufría ni sentía nada, entré en la habitación, me acerqué a ella, le cogí la mano, me acerqué a su oído, y entre susurros le dije que se dejara ir, que el abuelo la estaba esperando, todos estaríamos bien, me apretó la mano fuerte, sonrió levemente y volvió a su gélida e inerte apariencia. Esa noche hizo su último viaje, el que seguramente, era el más ansiado y esperado de toda su existencia.

 Muchos años han pasado desde todo aquello, ha costado sudor y lágrimas, pero tuve la suerte de encontrar en mi camino a José María, sé que ha sido un ángel terrenal enviado desde el cielo por mis abuelos para ayudarme y guiarme en la búsqueda. Sin él y sin la “Asociación 14 de Abril”, no hubiera podido cumplir mi promesa.

 Siempre estaré eternamente agradecida a todas las personas que ayudan a darles voz a todas las víctimas de estas barbaries. Mil gracias por siempre jamás.

 
Nada resume mejor el acto que tuvo lugar en el cementerio de Jayena con motivo de la colocación de una lápida en recuerdo de dos personas de Lentegi fusiladas por los franquistas que las palabras de José María Azuaga:



 Buenos días. Solo unas palabras sobre este acto de colocación de una lápida en recuerdo de dos personas de Lentegi fusiladas por los franquistas: Vicente Fernández Cobo y Juan Ruiz Aneas.

 En primer lugar, expresar mi satisfacción por estar hoy con vosotros, con las familias de Vicente y de Juan, esta última, que ha venido desde Palma de Mallorca, y a la que yo conocía, por teléfono, pero no en persona. También por la asistencia de otras personas que han querido venir para solidarizarse con estas familias, para arropar este acto. Está Miguel Ruiz, que está llevando a cabo una labor impresionante en la recuperación del pasado: su solidaridad desinteresada la tenemos bien presente. Igualmente, Miguel Moreno Montes, hijo del guerrillero Miguel Moreno Alaminos, también enterrado en este cementerio, aunque en otro lugar. Miguel es otro buen amigo, generoso y de una memoria excepcional.

 Se encuentra aquí, asimismo, una representación de la Asociación 14 de abril para la Recuperación de la Memoria Histórica de la Costa Granadina. Están realizando una labor firme, valiente y decidida, enfrentándose a muchas dificultades, y los frutos que están logrando son magníficos: han ayudado a distintas familias a que conozcan lo que fue de sus seres queridos; están apoyando a los investigadores, ellos mismos también investigan con entusiasmo. Difunden la memoria y están fomentando una conciencia muy necesaria en nuestra sociedad sobre lo que ocurrió con la guerra y la dictadura.

 Igualmente está con nosotros la alcaldesa de Jayena: quiero agradecer su apoyo, que nos ha sido manifestado en otros momentos, y también por asistir a este acto.

 Estas personas fueron víctimas de una ejecución extrajudicial en julio de 1947. Junto con ellos otras dos personas cuyos nombres no conocemos.

 Vicente Fernández Cobo y Juan Ruiz Aneas, ambos arrieros, se encontraban en Granada a principios de ese mes. Marcharon en dirección a su pueblo de Lentegi, cuando fueron detenidos por la Guardia Civil y fusilados en el barranco del Tranco, cerca de aquí. Sus restos fueron trasladados a este cementerio y enterrados en una fosa que, según lo que se señala en la causa judicial que se abrió, habría sido ésta, sobre la que sus familiares han colocado la lápida.

 Quiero resaltar la valentía de las familias, que señalan una verdad en la lápida: los asesinaron los franquistas. Fue así. Y los mataron por tener familiares en la guerrilla: Vicente, conocido como "el Nene", era padre de José Fernández Villoslada, y Juan Ruiz Aneas era hermano de Francisco Ruiz Aneas. Que se sepa: por tener familiares guerrilleros. Los parientes de estos eran rehenes del franquismo.

 Y no quiero olvidar a Miguel Moreno Alaminos, guerrillero de Almuñécar, que, con José de la Rica Romero, de Albuñuelas, fueron muertos por la Guardia Civil en las cuevas del río Cebollón, término de Jayena, en octubre de 1950.

 Concluyo. Hablemos sin miedo de esta historia. La dictadura impuso el miedo y el silencio. Que no continúen, no le hagamos el juego, no debe seguir el silencio. Aunque tengamos muchas carencias, poseemos la posibilidad de expresarnos. Que se sepa la verdad y que esta historia no se olvide. Por favor, contadla a vuestros hijos, a vuestros vecinos y amigos. Sin miedo, a todo el mundo.

 Mejor que con las mías, porque lo expresó con mucho más acierto, concluyo con las palabras de Max Aub, cuando se refería al ejército de la República derrotado y que se pueden aplicar a la guerrilla y a sus familiares que tanto sufrieron: “Estos que ves ahora desechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca, pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia: cada uno a su modo, a su manera, como ha podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no olvides”. Como dije antes, ustedes tienen la palabra. Hablen con total libertad.

 Muchas gracias.

 













Juan Ruiz Aneas y su certificado de defunción "por disparos de arma de fuego"


Documento en el que el cura de Jayena se opone a su entierro en el cementerio