La 'Alhama mágica' de Antonio Robles en la mágica Velada de los Romances



 Quiso el tiempo sumarse a que todo fuese de la mejor manera posible en esta Velada de los Romances que ya va por su décimo octava edición y en la cual los asistentes disfrutaron de una hermosa noche de cultura y verano.



 Inició Andrés García Maldonado, anfitrión de estas veladas, la presentación, diciendo, tras el saludo a autoridades, invitados y público presente, que “estas veladas solo pretenden que pasemos una noche agradable”, recordando, como ya lo hiciera en la del año 2013, aquellas noches de su niñez en la cual los vecinos sentados en los sibancos, que es como en Alhama se llama a lo que en otras zonas se conoce como trancos o umbrales, departían, comentaban y pasaban agradablemente la noche al fresco.

 Para la ocasión la Plaza de Los Presos, Plaza Mayor, Plaza de la Libertad, Plaza Real, que todos esos nombres ha tenido a lo largo de la historia, estaba hermosamente engalanada por macetas que los vecinos pusieron a tal efecto, cosa, decoración, que agradeció Andrés en su intervención.

 Sin muchos más preámbulos pasó a presentar al invitado de honor de esta noche: Antonio Robles Ordóñez, catedrático, Premio Comarcal de Alhama y hombre de formación intelectual singular y que, en palabras de Andrés, ha escrito el mejor libro sobre la comarca de Alhama, “Memorias de Santeña” y, aquí aporto una pincelada propia, el director de la revista del Instituto de Bachillerato en la que publiqué, creo, mi primer artículo.

 Antonio ha sido durante toda su vida laboral profesor, es decir, hombre acostumbrado al uso de la palabra como instrumento de trabajo, es también actor; pero es, sobre todo, persona de extraordinaria cultura y exquisita sensibilidad, y todo eso estuvo presente en la inolvidable “Alhama mágica” en la cual, todo, texto, voz, intención, acento, silencios, todo estuvo al servicio de recordarnos a los alhameños esos rincones mágicos que tenemos ahí, literalmente a la vuelta de la esquina y a los que, de tanto verlos, apenas ponemos atención.

 Comenzó Antonio Robles, comentando que cualquier libro leído, cualquier lugar visitado, deja marca en las personas y que Alhama forma parte de sus sentimientos y que es de Santa Cruz de Alhama, originario nombre que recibió la localidad y que solo en fechas recientes fue cambiado por el de Santa Cruz del Comercio.

 Pasó luego a describir en el tono poético e intimista que tuvo toda su intervención sus recuerdos de esa pequeña fiesta que era para él en su niñez viajar a Alhama acompañando a su abuela. “Pasar por el Balneario y meter los pies en el agua caliente”, en una época en la cual no había en las casas agua corriente, muchos menos agua caliente. La primera visita en el pueblo era a la tienda de Álvaro Molina, la Zapatería Rojas, después. Prosiguió desgranando los recuerdos de sus primeras ferias de San Juan. Y, por supuesto, los del Instituto.

 Y llegó el momento de ofrecernos a los presentes su Alhama mágica, que inició comentando con qué personaje del “Ay de mi Alhama” se identifica. No con el rey, ni con los Abencerrajes, ni los tornadizos, ni el alfaquí de barba blanca ni…el personaje con el que se identifica es aquel más humilde de todos, aquel que muere en el mismo momento, casi, de presentarse “las cartas echó al fuego/ y al mensajero matara”. El mensajero.

 Siete cursos seguidos en el instituto de Alhama dan para mucho y para recorrer nuestras calles y rincones, de algunos de esos rincones, de los que más llegaron al alma de Antonio surge esa “Alhama mágica” que comienza en Los baños, como lugar que escogería para el retiro la reflexión, lugar para perderse acompañado de Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León, cuyos versos resonaron en la Plaza de los Presos en la voz de Antonio Robles. Para la contemplación su elección sería Los Tajos, esta vez disfrutando de la obra de Calderón de la Barca, y su “Hermosa compostura”, que forma parte del auto sacramental. “El gran teatro del Mundo”.

 La elección de un lugar romántico de nuestra Alhama es, según Antonio Robles, el Barrio Árabe y la Plaza donde nos encontrábamos, plaza en la cual convivieron en su tiempo el Corán y la Torah , la media luna y la estrella de David con esa sinagoga, que estuvo casi frente al escenario en el que recitó algunas jarchas, obras escritas en sefardí o árabe en el siglo XI, en su voz:

¿Qué faré, mamma?
Meu-l-habib est’ad yana
¿Qué hare, madre?
Mi amigo está a la puerta

Un solo ejemplo de las varias que recitó, nos trasportó, por unos minutos, muchos siglos atrás en el tiempo, pero sin movernos del espacio...

 Persona de profundas convicciones religiosas, para la oración escoge no las hermosas y grandes Iglesias de Alhama, sino la humilde Ermita de los Remedios, cautivado por la leyenda de ese caballero despeñado que pide a la Virgen, no la salvación de la vida terrenal, sino la del alma. ¿Quién?, preguntó, ¿no ha visto alguna vea despeñarse una ilusión, un deseo o una esperanza?…Y para la oración en la Ermita de los Ángeles, se acompaña de una de las Cántigas a Santa María de Alfonso X el Sabio.

 Todo un recorrido por esa Alhama mágica que compartió con el público presente, que disfruto de cada una de las imágenes que a la memoria nos trajo el recorrido, hermoso recorrido.

 Nuevamente Andrés tomo la palabra para calificar de hombre singular a Antonio Robles, hombre de la Comarca de Alhama de la que hizo una vehemente defensa apuntando que no podemos dejar que se pierda ese nombre por intereses económicos.

 Predispuesto el ambiente del público a seguir disfrutando de una noche agradable, poética y hermosa, recibimos a María Eugenia Molina Nieto que recitó de forma emotiva, apasionada y sentida el “Ay de mi Alhama” y “Moro alcaide, moro alcaide”, verdaderas tarjetas de visita para todos los alhameños.

 El Grupo de Cuerda y púa de Zafarraya fue presentado por Raúl Gálvez y nos ofreció un recorrido por siete canciones populares, algunas en versión de los Sabandeños.

 Nuevamente la rapsoda María Eugenio Molina Nieto deleitó a los asistentes que se emocionaron con el poema de Lorca “Prendimiento de Antoñito el Camborio”.

 Suele ser tradicional en las Veladas de Los Romances que se pueda disfrutar de música que no es muy habitual oír en directo en Alhama, música antigua, quizás por eso se goce más de ella y en esta ocasión fue el Dúo Victoria compuesto por Victoria Ortí, soprano lírica y Francisco Troya, guitarra clásica.

 El instrumental “Romance anónimo” abrió la actuación de este dúo, para proseguir con el romance, también anónimo “Tres morillas me enamoran”, esta vez con la voz de Victoria, magnifica voz que llenó la noche alhameña de matices y sonidos renacentistas. Prosiguió la actuación con el romance de Juan de la Encina, dedicado a Boabdil, “¿Qué es de ti, desconsolado rey de Granada?”. Otro instrumental, el preludio “Lágrima” de Francisco Tárrega, sirvió para dar un respiro a la voz de victoria que acabó la noche musical con “Más vale trocar” pieza en la cual Juan de la Encina nos convence, si es que tenemos alguna duda, de que es mejor “trocar placer por dolores, que estar sin amores”.

 Una guitarra y una voz, magníficamente manejadas, es cuanto se necesita para crear todo un universo musical en el que sumergirnos de lleno, en este caso el universo de la Alhama del siglo XV que fue la que vio nacer la iglesia de Santa María de la Encarnación en esa Plaza Real que sirve de escenario a las Veladas de los Romances.

 Terminada la actuación el anfitrión tomó nuevamente la palabra para agradecer al alcalde de Alhama, a Antonio Robles y a María Eugenia sus colaboraciones y a los vecinos de la Plaza de los Presos, a Antonio Gordo, Ángel Palma y el Ayuntamiento a cada uno por su aportación a las Veladas.

 La entrega de reconocimientos a los intervinientes y unas breves palabras de agradecimiento del alcalde, puso fin a lo que sin duda fue una noche hermosa, llena de sentimiento y Comarca, de buena Comarca.




































     
 

VELADA “ALHAMA, CIUDAD DE LOS ROMANCES”
9 DE AGOSTO, 2014

Sr. Alcalde y Concejales del Excmo. Ayuntamiento de Alhama,
Sr. Presidente y Miembros del Patronato de Estudios Alhameños,
Amigos todos.

 Es normal que cualquier libro que leamos o cualquier lugar que visitemos deje en nosotros una impresión más o menos marcada. Si, ciñéndonos a los lugares, añadimos el hecho de haberlo frecuentado desde la infancia y haberlo tenido posteriormente como lugar de trabajo, la huella puede ser tan profunda que ese lugar llegue a convertirse en parte importante de nuestro universo emocional.

Este es mi caso con Alhama.

 En primer lugar, y por vínculos de sangre, estoy asociado a esta romanceada ciudad ya que mi abuela materna era alhameña; y, en vida de una de sus hermanas, no hubo vez que viniéramos a Alhama sin que mi madre nos llevara a visitar a la “chacha Pepa”, conocida aquí como “Pepa la de las Viñas”, y que siempre tuvo a mano pasas o higos secos con que regalar nuestro infantil paladar.

 En segundo lugar, también por nacimiento estoy vinculado a esta ciudad pues soy de SANTA CRUZ; y, como todo el mundo sabe, la coletilla DEL COMERCIO es relativamente reciente, siendo su nombre original SANTA CRUZ DE ALHAMA, denominación que, hasta hace poco, se ha mantenido en la guía telefónica y otros documentos al uso.



 En tercer lugar, como para todos los niños de la comarca, venir a Alhama con nuestros padres era siempre un lujo, pues significaba salir de lo cotidiano; un lujo que, a menudo, solo podía conseguirse a cambio de la promesa formal de portarse mejor en casa y no pelear con los hermanos.
Y, entre los gozos del camino –pues normalmente se subía andando-, era el primero y principal pasar por el balneario y meterse en las pozas de agua caliente, placer rarísimo entonces pues a nuestro pueblo aún no había llegado ni el butano ni los calentadores ni siquiera el agua corriente.
Venían luego las tiendas, siendo la más visitada la de Álvaro Molina. Recuerdo a aquel señor bajito, regordete y de mejillas sonrosadas, que con tanto agrado trataba a mi madre y que, según creía yo, se pasaba la vida cortando telas y apuntando en una libreta lo que se pagaba y lo que se dejaba a deber, siempre con la sonrisa en la cara y siempre diciendo a los clientes que no se apurasen por el pago pues sabía que, generalmente, éramos buenos pagadores.
Otra tienda de estación obligada era la zapatería de Rojas pues daba la casualidad de que la esposa del dueño era de Santa Cruz, y siempre que veníamos, una vez finalizada la compra, nos invitaba a tomar algo en su casa y a un rato de cháchara con mi madre para que la pusiera al corriente de lo que pasaba en ‘su’ pueblo.

 Por último, también menudearon las incursiones a esta ciudad, sobre todo por la feria de San Juan, pues, aquí, siempre había atracciones, casetas y ‘puestos’ que nunca venían a Santa Cruz, y poder disfrutarlos era un privilegio.

 Todos estas experiencias, qué duda cabe, dejaron su poso en nuestra memoria y constituyen parte de lo que para nosotros hoy significa la palabra ‘Alhama’.

 Pero fueron mis años de profesor en el Instituto los que me dieron la oportunidad de descubrir esta que yo llamo MI ALHAMA MÁGICA. Siete cursos consecutivos durante los cuales pasaron por mis clases muchos jóvenes inquietos, animosos y extraordinarios, con los que pude llevar a cabo gran parte de mi proyecto cultural educativo (teatro, recitales poéticos y hasta una revista), recibiendo de ellos a cambio el cariño por ‘su’ Alhama, ciudad de romances, no en vano ensalzada por quienes supieron descubrir sus prendas naturales pero no guardarla con el celo y diligencia que los tiempos exigían. Y, a medida que fui redescubriendo esta ciudad en sus romances, su historia y sus leyendas, sin rumbo ni plan previsto, di en deambular de vez en cuando por aquellos rincones, callejuelas y parajes que más me atraían, enriqueciéndome de nuevas sensaciones estéticas, de profundas vivencias íntimas y hasta de emociones inexpresables, como si el espíritu de Muley Hasán se hubiera reencarnado en mí y paseara por estas calles su nostalgia, musitando de nuevo el “Alham-y-a diali!” ´(“¡Ay de mi Alhama!”).

Así nació MI ALHAMA MÁGICA. Esta:

Si tuviera que elegir a uno de entre los varios personajes que pueblan los romances,
- no sería al intrigante, sanguinario e injusto ‘rey de Granada’;
- tampoco al incauto ‘alcaide musulmán’, confiado en la inexpugnabilidad de Alhama;
- ni al ‘moro viejo alfaquí’, denunciando a destiempo la negligencia de los jefes en el defensa de la fortaleza;
- menos aún a los ‘abencerrajes’, ‘borgias’ de la intriga y los crímenes de conveniencia;
- o a los ‘tornadizos’, tránsfugas de todos los tiempos, “agradadores de todos los Segismundos”, y cazadores de prebendas sin sacrificio.
- Tampoco a la ‘Mora Fátima’, convertida en ‘María de Alhama’, que, en el nuevo amor, encontró compensación a su múltiple orfandad.
- Ni a los valerosos caudillos cristianos, sempiternos vencedores de todas las batallas.

No.

 Elegiría al único personaje que sella su muerte en el cumplimiento del deber: al MENSAJERO.
El romance solo lo menciona, pero Zorrilla se fijó en él:
- desconocido,
- pálido y ensangrentado,
- silencioso y tranquilo, en espera de turno para hablar y morir.

El iracundo rey así le dijo:
- ¿Quién eres? –Nadie ya, -repuso el hombre.
(...) No tiene nombre ya, país no tiene,
ni familia ni tribu le reclama
por suyo a aquel que, su país dejando
esclavo, huyendo de su país viene
a contar el baldón con que se infama:.
(...) la tremenda asolación de Alhama.

Sí, con él solo me quedo.
 
*******

 Doy paso ahora a mis lugares mágicos.

1. Y es el primero los Baños, “con todo derecho, lugar de honor entre las maravillas de España”, “de rocas sublimes colocadas sobre las altas y abruptas montañas”; con fuentes de agua clara y transparente que cura y deleita; con arboledas, jardines y un río silencioso, paraje idóneo para la salud, el aislamiento y la contemplación. Así lo describieron gentes de fuera.
 Y para mi retiro secreto en este paraje, me llevaría, en una mano, las Églogas de Garcilaso, cantor sublime de la paz campestre; y, en la otra, a Fray Luis de León, para meditar y deleitarme con aquellos versos de su Vida retirada:
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

(...)

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanza, de recelo.
 
2. Otro rincón de Alhama mágico para mí son sus Tajos.
 Repetidas veces he venido a la plazuela donde antaño estuviera el cine, y, desde allí, sin testigos ni compaña, sumergido en el misterio del tiempo y absorto ante la grandeza del espectáculo, he contemplado el panorama que a la vista se ofrece:
+ la dantesca fosa flanqueada por los tajos, festoneada de olivos en sus escarpadas márgenes por arriba y tapizada de vegetación en su pedregoso lecho por donde, apenas perceptible, discurre el Marchán; y,
+ como telón de fondo, el intenso azul celeste de un cielo eternamente cruzado por alguna ave solitaria de las que eligieron su morada en las inaccesibles grietas que la roca les ofrece.

 Contemplando este cuadro, siempre me vienen a la memoria aquellos versos con los que Calderón abre EL GRAN TEATRO DEL MUNDO, y que describen el momento en que EL AUTOR, -Dios-, recién creado el MUNDO, lo contempla, maravillado de su obra, pues, en grandiosidad y belleza, rivaliza con el universo. Dicen así:

Hermosa compostura 
de esta varia inferior arquitectura
que, entre sombras y lejos,
a esta celeste usurpas los reflejos,
cuando con flores bellas
el número compite a sus estrellas.

Campaña de elementos,
con montes, rayos, piélagos y vientos:
con vientos donde, graves,
te surcan los bajeles de las aves;
con montes, donde dueños absolutos,
te pasean los hombres y los brutos:
siendo, en continua guerra,
monstruo de fuego y aire, de agua y tierra.

3. También son lugar mágico para mí las Calles Bajas de la Ciudad árabe, (la zona contigua a la que nos encontramos) y la Judería, con su sinagoga, aquí en esta plaza, donde, en tiempos de dominio musulmán, tuvieron que cruzarse el Corán y la Torá, la media luna y la estrella de David. Pero, del mismo modo que en las casas encantadas es entrada la noche cuando renace y se pasea el espíritu del lugar, también aquí sería ese el momento en que más fácilmente pudiera la imaginación trasladarse a aquel pasado en donde, por estas calles y a altas horas de la noche, tuvieron que oírse cascos de caballo y escucharse, susurradas bajo la reja, jarchas amorosas cruzadas entre amantes, como esta:  
 
¿Qué faré yo o qué serad de mibi?
¡Habibi,
non te tolgas de mibi!

Vayse meu corachón de mib:
ya Rab, ¿si se me tornarád?
¡Tan mal meu doler li-l-habib!
Enfermo yed, ¿cuánd sanarád?

¿Qué faré, mama?
Meu-l-habib est’ ad yana.

Si me quereses,
¡ya uomne bono!,
si me quereses,
me darías uno.

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¿Qué haré o qué será de mí?
¡Amado,
no te apartes de mí!

Mi corazón se va de mí.
¡Ay, Dios, ¿cómo podré recobrarlo?
¡Tan fuerte es mi dolor por el amado!
    
Enfermo está mi corazón,
¿cuándo sanará?

¿Qué haré, madre?
Mi amado está a la puerta.
    
Si me quisieras,
¡amado mío!,
si me quisieras,
me darías tu corazón.

4. Por último, si para rezar tuviera que elegir un lugar apartado y solitario, no buscaría la imponente iglesia mayor, monumental y majestuosa. Tampoco acudiría a la iglesia del Carmen, joya del barroco alhameño asomada al balcón del precipicio.
Para rezar,
elegiría la ermita de los Ángeles, en pleno corazón del tajo.

 Siempre me emocionó la leyenda que da cuenta de su origen. Y me emocionó porque, en los tajos, -lugar donde tantos desgraciados, sin esperanza, han buscado triste fin a sus desdichas-, el hecho de que un caballero, al verse catapultado al vacío por su caballo, acudiera a la Virgen rogándole que lo salvara no de la muerte corporal sino de la otra, de la muerte eterna, permitiéndole el tiempo necesario para morir como cristiano, este hecho, digo, es para mí de un gran consuelo.
Porque...
+ ¿quién de nosotros, a lo largo de su vida, no se ha visto despeñado
- de sus ilusiones,
- de sus esperanzas,
- de sus ideales,
- de sus anhelos?
+ O ¿quién no confió alguna vez
- en el amigo,
- en los hijos,
- en su cónyuge,
- en promesas ajenas,
- en su salud,
- en el trabajo,
- en sus bienes,
- en sus propias fuerzas,

y, un día, de repente, se vio despeñado al abismo
- del fracaso,
- de la enfermedad,
- de la decepción y de la amargura
porque nada ocurrió como esperaba?

 Aquí, en este lugar mágico y sagrado, me postraría ante la Virgen de los Ángeles y le rezaría con las sentidas palabras de esta cantiga compuesta por nuestro Rey Sabio, que dicen así:

¡Ay, Santa María,
valedme, Señora,
esperança mía!

Vos soys la que amo,
vos soys la que quiero,

vos soys la que llamo,
vos soys la que espero.

Vos soys el luçero
cuya luz nos guía,

¡esperança mía!

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Antonio Robles Ordoñez
Santa Cruz del Comercio, agosto de 2014