No, es no

 
 
 No tal vez, no depende; no, es no, así de simple de entender; y sin embargo tan difícil de asimilar para algunos machos de la especie humana.
 
 Según se ha dicho estos días repetidamente en diversos informativos en España se comete una violación cada ocho horas. En realidad, es el inicio de una serie sucesiva de violaciones, en primer lugar está la violación física y psicológica violenta, después las sucesivas violaciones psicológicas a que la víctima se tendrá que enfrentar y en las cuales tendrá que dar cuenta de cómo iba vestida, si iba o no acompañada, a qué horas estaba en la calle o si “cerró las piernas en el momento de la violación”, pregunta efectuada por una jueza a la víctima. En realidad, la idea subyacente en ese tipo de actitudes es la de que fue la víctima la culpable de su violación, o lo que es lo mismo, que una mujer no tiene derecho a vestir como le plazca, beber lo que apetezca o hacer lo que quiera sin con ello provocar las apetencias carnales de los varones. Sin embargo, yo creo que cualquier mujer puede comportarse como Sara Tobias, interpretada por Jodie Foster en la película “Acusados” y no querer tener comercio carnal con todos los hombres que por los alrededores estén. Una mujer puede tener intención de efectuar la función genésica con un hombre, o con los que quiera, pero si no quiere conmigo, o con usted o con el de al lado, no, es no.
 
 El interpretar que las vestimentas pueden resultar provocativas para los hombres, supone de hecho considerar que éstos son incapaces de someter su instinto animal a los dictados de la razón y la humanidad, que es lo que surge cuando se abandona la animalidad, cosa que nuestra especia alcanzó hace algunos miles de años. Con el argumento de que “iba provocando”, “lo estaba buscando” cualquiera de nosotros podría, por ejemplo, liarse a guantazos con quienes por alguna razón u otra no nos caen bien por motivo de su vestimenta, actitud o cualquier otro motivo de la índole que sea, sin afrontar el peso de la ley con la disculpa de que “mire usted, señoría, es que el demandante es mu friki y a mí los frikis es que me sacan de mis casillas y no pude evitar darle dos leches bien das”. Sin embargo, este argumento ridículo, porque lo es, resulta válido si la demandante es una mujer, el delito una violación y la víctima va ataviada como la joven de la foto que ilustra esta mirada.” No me pude contener”.
 
 Pero lo que haga cada cual con sus impulsos con ser ya de por sí malo si estos impulsos llevan a un acto delictivo, se agrava cuando la víctima es criminalizada por parte de quienes tienen como labor, precisamente la defensa de las víctimas y el poner a los victimarios en el lugar en el que la ley dictamine, la cárcel, en el caso de las violaciones.
 
 Pero tampoco ha de causarnos mayor sorpresa a quienes conocimos el régimen del general Franco el tiempo suficiente, el hecho de que sus herederos, impongan aún el concepto de la división de la mujer en dos únicas clases: Las santas y las putas, siendo las primeras las sumisas, ¿recuerdan aquello de “Cásate y sé sumisa”, las buenas esposas y madres que se entregan al uso de matrimonio, cumpliendo el deber, pero sin gozar y las putas, que como su propio nombre indica son casi todas las demás que no encajan en ese modelo de ama de casa modélica. Olvidando que existe el término medio que es el de la mujer real, que como los hombres reales tienen sus defectos y virtudes, ni más ni menos. Y como el hombre, tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que le apetezca con quien le apetezca o a no hacer nada con quien no le apetezca hacer algo, ya sea tomarse un café o darse el revolcón del año. No, es no.
 
 Por otra parte el macho (no puedo aplicarles la palabra hombre que implica humanidad) que como en los últimos casos ocurridos en los sanfermines, se ampara en la jauría para dar rienda suelta a su animalidad me merece más conmiseración que odio, porque no creo que ningún hombre sano, física y psíquicamente sano, encuentre placer en tener que robar aquello que normalmente se obtiene con el uso de las herramientas que la humanidad puso al alcance de los homínidos hace miles de años: la palabra, la seducción, la simpatía, la empatía y todos los recursos que la seducción, la mutua seducción, pone al alcance de las parejas en trance de emparejar, permanentemente o provisionalmente y que ya hace siglos que se conocen como “el arte de amar”.
 
 Aún a riesgo de ser reiterativo concluyo como comencé: No, es no.